Dirigida por las realizadoras estadounidenses Jocelyn DeBoer y Dawn Luebbe esta comedia de humor negro, de culto y excéntrica —según la crítica internacional del circuito independiente norteamericano—, se estrenará en Chile el próximo jueves 3 de septiembre, vía streaming, a través de la plataforma Centroartealameda.tv.
Por Aníbal Ricci Anduaga
Publicado el 2.9.2020
Qué difícil es comentar algo nuevo, más si es tan extraño. Opera prima de este par de directoras, guionistas y que además protagonizan su creación. Recuerdo la primera vez que visioné un videoclip de Soundgarden. Chris Cornell con una voz potente y enrarecida (eran los inicios del grunge) interpretaba una lírica delirante:
En mis ojos, indispuestos
En disfraz como nadie sabe
Oculta la cara, miente la serpiente
El sol en mi deshonra
Calor que hierve, verano que apesta
Bajo el negro el cielo parece muerto
Nómbrame a través de la crema
Y te escucharé gritar otra vez.
Todo era nuevo, la voz, la melodía infernal y quien no recuerda esas imágenes de caras deformadas de gente de los suburbios que sólo los amantes de David Lynch le encontrarían algún sentido, me refiero a Terciopelo azul y ese preludio inquietante de hormigas devorando una oreja oculta en el pasto. Las escenas mostraban exceso de luz y habitantes en cámara lenta ajenos a un homicidio ocurrido bajo sus narices. Esas imágenes cosecharon admiradores como detractores, divisiones entre el público y la crítica. La ilógica de esa ficción tomaba prestados elementos del mundo de los sueños.
¿Podrías apuntarte entre los que amaron la canción Black Hole Sun a inicios de la era MTV? La música distorsionada tampoco ayudaba demasiado, pero la respuesta que prevalece es que casi todo el mundo recuerda la música y poco importa que te haya gustado o no en su momento.
No son frecuentes las películas que logren irritar y fascinar, que provoquen manifestaciones simultáneas de entusiasmo y de rechazo. Tal como acontecía con la cinta de Lynch, la película de estas estadounidenses es rara en extremo.
Es una distopía infernal donde seres de los suburbios tienen frenillos porque todos los usan, visten de manera similar a sus parejas, se ríen de chistes fomes, en una competencia insana por aparentar mayor corrección ante los pares. Todos los jardines perfectos, con piscina, y el sol radiante que ilumina en exceso la ropa y unos decorados cargados de tonos rosados. La crítica a la sociedad estadounidense es evidente.
El final, muy cinematográfico, abrocha a la perfección la idea de que cuando te apartas de lo que todos esperan de ti, serás rechazado con furia. Hay algo de Sartre, la idea de que tu libertad es estrangulada cuando es observada por «otros». Nada nuevo en esta postura existencialista llevada al extremo. Pero lo que imponen estas dos nóveles directoras no es una caricatura simple, sino que encierra extrema acidez.
No son gags divertidos, son bizarros e incómodos, te hacen sentir inconfortable y preguntarte para qué te juntas a tomar café con los amigos. Pero donde Lynch generaba un mundo que causaba extrañeza, DeBoer y Luebbe tuercen las imágenes una y otra vez sobre sí mismas: el hijo de una familia se transforma en un perro luego de zambullirse en la piscina. Entonces estas imágenes no causan extrañeza, sino incomprensión de todas nuestras normas sociales, de nuestros colegios, de si criamos niños o mascotas o incluso balones de fútbol.
Esa incoherencia es disruptora y hace corto circuito con nuestras ideas, eso está muy logrado, pero no basta con que la película sea impecable en el apartado estético para hacernos abrir los ojos, se requiere un mayor talento con el montaje para hacer que el espectador entre en ritmo de una nueva vivencia. Talento hay, pero habría que pulir esta forma de hacer cine para acercarse, por ejemplo, al genio de las primeras películas de Woody Allen, para unir gags aparentemente dispersos.
Siguiendo con Sartre, hay maldad por parte de «los otros», la amistad entre las protagonistas es cínica, nunca existió. Tener cerca a los “amigos” para estudiarlos y luego destrozarlos al primer descuido. La trama sugiere un «infierno creado por los otros», segundo tema importante dentro de esta pequeña comunidad, donde todos se conocen y comparten hábitos, la mayoría estúpidos como juntarse en una barbacoa para someterse a una competencia inclemente, donde los celos reemplazarán a los sentimientos de empatía o solidaridad.
Evidentemente en esta escenografía el amor está excluido, es bien visto terminar con tu matrimonio porque la mayoría lo hace. DeBoer y Luebbe pudieron haber trabajado el rumor maledicente entre vecinos, para enganchar al espectador, pero las directoras insisten en mostrarnos un mundo alienado hasta lo indecible. Quizás ese era el efecto que buscaban en su puesta en escena.
Un tercer tema es la búsqueda de pertenencia a un grupo social, crucial a la hora de entender el empecinamiento de la protagonista por encajar a pesar de que ya ni siquiera respeta las normas del tránsito y su nueva apariencia física (descuidada) la hacen blanco fácil entre la comunidad.
La idea de «pueblo chico, infierno grande» desnuda la excesiva dependencia del rebaño para convertirse en alguien, transformarse en un ser pensante queda rechazado de plano y el miedo a la soledad será el eje rector de estos desgraciados habitantes de los suburbios.
Greener Grass se estrenará en Chile este jueves 3 de septiembre, a través de la plataforma de streaming Centroartealameda.tv.
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Aníbal Ricci Anduaga (Santiago, 1968) ha publicado las novelas Fear, El rincón más lejano, Tan lejos. Tan cerca, El pasado nunca termina de ocurrir, y las nouvelles Siempre me roban el reloj, El martirio de los días y las noches, además de los volúmenes de cuentos Sin besos en la boca, Meditaciones de los jueves (relatos y ensayos) y Reflexiones de la imagen (cine).
Tráiler:
Imagen destacada: Greener Grass (2019).