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«Había una vez en… Hollywood», de Quentin Tarantino: La reinvención de la Historia

La reflexión estética e historiográfica a cargo del investigador del Instituto de Estudios Avanzados de la Universidad de Santiago de Chile, en torno al noveno largometraje de ficción debido al realizador estadounidense, en un texto inserto en la interpretación y en el análisis de la narrativa diegética utilizada por el autor cinematográfico, a lo largo de su trayectoria artística.

Por Cristián Garay Vera

Publicado el 21.9.2019

La pasión de Tarantino por reinventar la historia fue el mayor éxito de Bastardos sin gloria (2009). Allí realizó un desquite magistral, pero imaginario frente a Hitler, en el cual poco importaban los hechos. Al menos en eso, Tarantino provoca a la historia construyendo una memoria complaciente de sí mismo y de las ideas dominantes, hasta esta película en la cual cierta repulsa por el material usado se vuelve además una mala ironía del asesinato de Sharon Tate (Margot Robbie) y sus amigos.

Desde luego hay dos películas bajo el mismo tapiz. Una acerca de la decadencia inexorable de un actor y del genero de Western a fines de los 60. Estamos en 1969 y aparece como alternativa el spaghetti western que permite a algunos actores secundarios brillar en locaciones de Almería con directores y actores italianos como Giuliano Gemma.

Estamos frente a un actor y su doble, inseparable, interpretados magistralmente por Leonardo Di Caprio (Rick Dalton) y Brad Pitt (Cliff Booth). Como siempre, en la dirección de Tarantino, la visión de Hollywood está fragmentada en múltiples imágenes, letreros y clips de programas, películas y series. A veces se abusa de ellos, aunque la música y la fotografía (Robert Richardson) están armonizados mejor que los tiempos de la cámara y los minutos donde no sucede nada, alargando innecesariamente el metraje. La tensión interna la colocan los hippies en medio del lujo y la pobreza de California.

Pero la vida del actor está lejos de ser reflejo de esas luces. Va perdiendo protagonismo y sus excesos alcohólicos y de ausencia de fama hace que sus anteriores obras pierdan vigencia. Su gran actuación en La ley de la recompensa agota al personaje, y nuestro héroe quiere reinventarse y aparece en Italia poco después gracias al agente Marvin Schwarz (Al Pacino), dándole fama y una esposa italiana, bien actuada por la chilena Lorenza Izzo. Paralelamente, su doble lleva una vida mínima, en una casa rodante mal aseada, al que llega en su convertible, su único bien.

Esa historia se entrecruza con la otra que realmente quiere contar. El caso Tate, a la que describe en la película como una pequeña actriz casada con un realizador brillante (Polanski), frivolizada al máximo, y con poca piedad respecto de la situación. Quizás en una de las escenas más terroríficas, el doble se encuentra con la comunidad, que algo rememora a los Pájaros de Hitchcock: un grupo de neófitos que murmuran amenazantes y aparecen en bloque como una manada siniestra en el rancho donde se han instalado.

Esa segunda película busca reinventar los hechos, al instalarlos como vecinos ficticios y cuyos episodios finales se aceleran en un tono notablemente distinto al de la otra historia. Si la primera se extiende innecesariamente y no logra construir una épica de situaciones cotidianas (en lo que el cine francés es maestro), aquí se conecta con la violencia más escabrosa de Tarantino, donde la sangre y la carne explotan sin misericordia.

De ese modo la historia ficticia se vuelve más imaginaria, quizás tratando de hacer que aquello que es contado supere lo narrado. Independizada de la realidad, la historia termina de un modo muy distinto al que empezaba, concluyendo también la ventura del actor y del doble.

Esta película se ha beneficiado de uno de los mejores papeles de Di Caprio. La decadencia está retratada de un modo ejemplar, y Pitt también hace lo suyo en menor escala. Pero Tarantino –guionista y director como suele ocurrir en sus películas- ha desperdiciado el material deteniéndose en minucias y trasvasijando su propia versión del final del asesinato de Sharon Tate.

Pero esa es la película de quienes no conocen nada del caso al cual se refiere este largometraje. Para los que conocen el final, ésta es una broma sanguinaria acerca de la actriz, su bebe en el vientre y sus amigos. Entonces más que risas, provoca incomodidad y escozor, por mucho que la formula sea exitosa en su filmografía, incluyendo Django sin cadenas (2012), donde un afrodescendiente cazarrecompensas es la otra cara de los cientos de miles de esclavos del Sur.

 

Había una vez en Hollywood (Once upon a Time in Hollywood).  Dirección y guión: Quentin Tarantino. Fotografía: Robert Richardson. Elenco: Leonardo DiCaprio, Brad Pitt, Margot Robbie, Dakota Fanning, James Marsden, Timothy Olyphant, Emile Hirsch, Damian Lewis, Clifton Collins Jr., Nicholas Hammond, Damian Lewis, Lorenza Izzo y Al Pacino.  Estados Unidos, 159 minutos.

 

También puedes leer:

Había una vez en… Hollywood: Una carta de amor al séptimo arte.

 

Cristián Garay Vera es el director del magíster en Política Exterior que imparte el Instituto de Estudios Avanzados de la Universidad de Santiago de Chile, casa de estudios de la cual además es profesor titular.

Asimismo es asesor editorial del Diario Cine y Literatura.

 

Una imagen del rodaje de «Había una vez en… Hoollywood» (2019)

 

 

 

 

Tráiler:

 

 

Imagen destacada: El plató de Había una vez en… Hollywood (2019).

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