No cabe duda de que el mérito de este largometraje de ficción -el cual puede verse en salas y a través de la plataforma Netflix- reposa en las interpretaciones de Scarlett Johansson y de Adam Driver, pero también en la cuidada dirección que Noah Baumbach aplica a su guion. El cineasta neoyorkino, acostumbrado a este tipo de relatos cotidianos y sencillos, generalmente sobre parejas jóvenes en conflicto, mueve sus piezas siguiendo una lógica que además de cinematográfica, resulta profundamente teatral.

Por Felipe Stark Bittencourt

Publicado el 2.1.2020

Noah Baumbach inicia Historia de un matrimonio con un montaje donde Nicole y Charlie destacan lo mejor del otro. Ella es una actriz talentosa, una madre preocupada y cariñosa, además de ser una mujer espontánea y cuidadosa. Él, por su parte, es un director de teatro genial a la vez que un padre paciente y metódico, además de sensible y modesto.

Se complementan bastante bien y los distingue una característica en común: su competitividad. Pero se están separando. Y aunque buscan hacerlo de la mejor manera, con cuidado y respeto por el otro, finalmente todo estallará cuando recurran a abogados por la custodia de su hijo Henry.

No cabe duda de que el mérito de Historia de un matrimonio (Marriage Story, 2019) reposa en las interpretaciones de Scarlett Johansson y de Adam Driver, pero también en la cuidada dirección que Baumbach aplica a su guion. El cineasta neoyorkino, acostumbrado a este tipo de relatos cotidianos y sencillos, generalmente sobre parejas jóvenes en conflicto, mueve sus piezas siguiendo una lógica que no es solo cinematográfica. A la vez parece profundamente teatral.

Y es que el diálogo que establece con las tablas no solo está presente en el argumento, sino también en la lógica espacial y corporal de los intérpretes. Johansson y Driver, cuando se ponen los zapatos de Nicole y Charlie, y hacen suyos sus conflictos, se mueven en función de una escrupulosa dirección espacial que supedita el corte del plano a cuando es estrictamente necesario. La cámara los sigue, a veces con planos muy cerrados, a veces desde lejos, pero manteniendo la distancia, como si el director no quisiera abanderarse por ninguno de sus personajes, sino solo escucharlos. De algún modo lo consigue (la mayor parte del tiempo).

Esto se explica, porque el corte cinematográfico es una herramienta que tiene eficacia ideológica y partidaria. Jean-Luc Godard lo reconoció bastante bien y así se lo enrostró a André Bazin con su realismo fotográfico: el corte no solo delimita espacial y temporalmente; también es capaz de persuadir, entregar significado y modos de percibir la realidad. Baumbach, parece consciente de esto, y busca que el espectador no tome partido. Simplemente quiere que vea a su joven pareja, como si la tuviera al frente, sobre un escenario teatral. Cualquier artificio del montaje empaña y estorba. Al menos en Historia de un matrimonio.

Esto, porque la realidad conyugal en la película de Baumbach es agridulce y abanderarse puede ser igualmente doloroso. Una relación está llena de momentos bellos, pero también de oscuridad. Hay culpas, egoísmos y oportunidades desechadas, pero, quizá, sobre todo, de silencios. Lo único que resta es la comprensión y la empatía. Y en eso, Historia de un matrimonio no falla.

También puedes leer:

–Historia de un matrimonio: Fuegos cruzados.

–Historia de un matrimonio: El oxígeno del amor.

Felipe Stark Bittencourt (1993) es licenciado en literatura por la Universidad de los Andes (Chile) y magíster en estudios de cine por el Instituto de Estética de la Pontificia Universidad Católica de Chile.

Actualmente se dedica al fomento de la lectura en escolares y a la adaptación de guiones para teatro juvenil. Es, además, editor freelance. Sus áreas de interés son las aproximaciones interdisciplinarias entre la literatura y el cine, el guionismo y la ciencia ficción. También es redactor permanente del Diario Cine y Literatura.

Tráiler:

Imagen destacada: Scarlett Johansson y Adam Driver en Historia de un matrimonio (2019).