Hölderlin: El poeta por vocación a quien el destino llamó a ser poeta

El autor germano compuso su obra mayoritariamente entre 1789 y 1804, y es sin duda uno de los casos más impresionantes de entrega personal al arte. El creador alemán solía pensar, algo que es común entre la gente de los pueblos originarios de América Latina: que solo quien actúa con el alma no se equivoca y no necesita de argucias, pues ninguna fuerza lo podrá detener.

Por Sergio Inestrosa

Publicado el 31.8.2019

Juan Cristóbal Federico Hölderlin nació en 1770 y murió en 1843; de esos 73 años, 37 los pasó recluido en las sobras de la esquizofrenia. En 1806 ingresa a una clínica, aunque poco después el ebanista Ernst Zimmer entusiasmado con su obra se lo llevó a vivir a su casa.

El texto que estoy siguiendo para esta reseña que pongo a consideración, con la esperanza de que algún lector vuelva los ojos a este poeta que estuvo destinado a ser poeta, se titula Poesía completa, Ediciones 29, publicado en Madrid. Estoy usando la segunda edición lanzada en 1988.

Los biógrafos afirman que cuando Hölderlin tenía 14 años fue enviado por su familia al seminario de Denkendorf para que estudiara Teología, con la esperanza de que dedicara su vida a la religión. Ya había perdido a su padre y estaba apunto de perder a “su segundo padre”, el segundo esposo de su madre. En el seminario empieza a escribir poesía y descubre a escritores como Schiller. Aunque Hölderlin termina de estudiar teología nunca ejerció como ministro religioso.

En 1788, estando en  el seminario de Tübingen, y tras sus primeras experiencias amorosas funda junto a un amigo la “Liga de los Poetas”, mientras afianza su relación con dos futuros gigantes del pensamiento alemán: Hegel y Schelling, de quienes después se separará.

En 1795, Hölderlin, Hegel y Schelling, crean un documento en que están plasmadas las aspiraciones y la búsqueda de sentido de la vida. En él le otorgan un papel fundamental a la poesía a la que consideraban como: «maestra de la humanidad” (¡Qué lejos estamos de aquellos días, pues ahora la poesía es un hecho marginal!).

En este manifiesto, los tres afirmaban que tenían que ir más allá del Estado, pues este trata a las personas como parte del engranaje mecánico y político y no como un ser auténticamente libre; el Estado para ellos no podía garantizar ni favorecer ni la libertad universal ni la igualdad de las personas.

En cuanto a la poesía, Hölderlin se asume uno con todo lo viviente, es decir en el poeta hay una especie de olvido, de aniquilación de él para integrarse en la naturaleza, en la hermosura del mundo.

Por otra parte, escritores de la talla de Rilke o Heidegger ayudaron al reconocimiento de su poesía, y después Nietzsche alabó su grandeza como poeta y pensador.

En Hiperión, su obra más conocida, Hölderlin aclara que el “todo” es la esencia de la belleza, de donde nace la poesía. El “todo” es también la vida, la única que tenemos, que en su caso particular no dejará nunca de alabar ni en sus peores momentos.

Según sus críticos, Hölderlin aceptó su locura como un infortunio más en su vida; así por ejemplo en su Oda titulada “Timidez” escribe:

«Entonces genio mío, avanza

Desnudo en la vida, y nada temas.

¡Bendice cuanto te suceda!

Sé propenso a la alegría ¿Qué podría

ofender tu corazón? ¿Qué estorbo

impediría que sigas tu camino?» (p.102-3).

Su poesía con su fulgurante belleza ejerce una rara fascinación que parece reservada a los grandes, a aquellos que nos hablan no solo del presente sino también del futuro sin tratar de profetizar. Y eso que la poesía de Hölderlin no incita a lo doctrinario sino al libre juego de la indagación. Por ello mismo, para muchos, Hölderlin es un poeta contemporáneo, pues intuyó que al abandono de las seguridades tradicionales se sumaría el desconcierto de las respuestas que nos ofrece la modernidad.

Hölderlin también era crítico respecto al mito del progreso, al que observaba como el principal cimiento engañoso sobre el que reposaban las esperanzas modernas.

Una de las cosas que más le preocupaban a Hölderlin era la pérdida que se estaba dando en el diálogo entre el ser humano y la naturaleza. El individuo, alienado del mundo natural era para él el protagonista de un monólogo triste en que se ha convertido su existencia. Por ello mismo, para Hölderlin era fundamental restablecer ese diálogo olvidado.

En un poema excepcional como es “El archipiélago”, da testimonio de su lucha en la que no sólo veía comprometido su propio destino sino también el de la humanidad entera. Sus dos últimos tercetos dicen:

«y aprenda a comprender el lenguaje de los dioses

el canto de lo que cambia y pasa; y si el Tiempo

que se lo lleva todo en su marcha imperiosa, sacude cruelmente mi cabeza,

y si la angustia y el desvarío de los mortales

estremecen hasta el cimiento de mi vida mortal,

¡déjame soñar con la paz de tus profundidades!»  (p. 151).

Hölderlin veía su trabajo de creación poética estrechamente unido al devenir colectivo y mucho de ello lo hizo vinculando el mundo antiguo con el moderno.

Hölderlin pensaba que la civilización solo podría marchar hacia la libertad y la realización cuando fuera capaz de abrirse a lo otro, a lo que le era diferente, pues para él la plenitud griega solo había sido posible por la fusión entre el «ser de la naturaleza» original y el «ser de la cultura”, es decir lo social adquirido.

Para algunos críticos, incluso de su propia época, la locura de Hölderlin le permitió ir más lejos, pues esta catapultó sus facultades creativas, y lo llevo a tocar lo que como se denomina ahora como “lugares-límite”, especialmente en lo relacionado con la naturaleza y lo sagrado.

Entre los grandes temas de la poesía de Hölderlin está su amor por la naturaleza. Para él, la civilización occidental debía disolverse como identidad basada en la razón autosuficiente y hacerse uno con la naturaleza. Así por ejemplo en su poema de juventud titulado “La naturaleza” en una de sus estrofas escribe:

«y yo, volcado entre las flores,

calladamente me embriagaba con sus perfumes

y del cielo descendía sobre mí

una nube de oro aureolada de luz y de centelleos». (p. 30)

Y en el poema titulado “A la primavera” afirma:

«y mi hermana, la dulce Natura, y mis queridos valles,

me sonríen, y los bosques, más queridos aún,

plenos del gozoso canto de pájaros y de juguetonas brisas,

lanzan a mi encuentro sus enervados gritos de placer y su clamor amigo» (p.38-9).

En el poema “Cantando al pie de los Alpes” dice:

«y mirar con firmes ojos

el día, el río, el viento, el tiempo que pasa

tal es mi mayor dicha y mi anhelo constante» (p. 110).

En cuanto al mundo clásico tanto griego como latino, hay muchos poemas que se refieren a este tema, he aquí solo algunos ejemplos. En la p. 96 en el poema titulado “Declina, bello sol” dice:

«¡Oh mensajera del cielo, como te escuchaba!

¡Y mis ojos iluminados de reconocimiento

se volvían hacia ti, Diótima tan amada,

mientras el día se llenaba de oro».

Y qué decir del poema titulado “Aquiles” que ya desde el título anuncia que está relacionado a la antigüedad clásica:

«Hijo espléndido de los dioses, privada de tu bienamada

Seguías la orilla del mar

derramando tu llanto en el oleaje»  (p. 58).

El otro gran tema de la poesía de Hölderlin tiene que ver con el tema de Dios o mejor aún de lo sagrado, pues él asume que el poeta es de alguna manera el mensajero de lo sagrado.  Así en su poema ya mencionado, “El archipiélago” afirma:

«También los celestiales, los serenos poderes del cielo

que vierten sobre la cabeza del hombre devoto

el brillante día, el plácido sueño y la intuición del futuro» (p. 142).

Y en uno de los poemas ya citado, en la p.  96 afirma:

«Pues aprendí a venerar en silencio a los dioses

cuando Diótima veneraba mis sentidos».

Y en el poema “Los dioses” dice:

«¡Benignos dioses! ¡Desdichado es aquel que os ignora!

Su alma grosera es presa incesante de la discordia,

el mundo no es para él más que tinieblas

y nada sabe de cantos y alegrías» (p. 81).

Hölderlin compuso su obra mayoritariamente entre 1789 y 1804, y es sin duda uno de los casos más impresionantes de entrega personal al arte. El poeta solía pensar, algo que es común entre la gente de los pueblos originarios de América Latina: que solo quien actúa con el alma no se equivoca y no necesita de argucias, pues ninguna fuerza lo podrá detener.

 

Sergio Inestrosa (San Salvador, 1957) es escritor y profesor de español y de asuntos latinoamericanos en el Endicott College, Beverly, de Massachusetts, Estados Unidos, además de redactor permanente del Diario Cine y Literatura.

 

«Poesía completa» de Hölderlin (Ediciones 29, Madrid, 1988)

 

 

Sergio Inestrosa

 

 

Imagen destacada: El poeta alemán Friedrich Hölderlin (1770 – 1843).