[Homenaje] Walter Garib Chomalí, un narrador de la «puta madre»

El próximo sábado 20 de enero —y en el contexto de la 42° versión de la Feria del Libro de Viña del Mar—, se rendirá un tributo y se celebrarán de manera pública, los 60 años de trayectoria creativa del recordado autor chileno de premiadas obras literarias, tales como el «Festín para inválidos» y «De cómo fue el destierro de Lázaro Carvajal».

Por Edmundo Moure Rojas

Publicado el 12.1.2024

«Al mediodía del 11 de septiembre de 1973, después de negarse Salvador Allende a renunciar como Presidente de Chile, comienza el ataque por aire del Palacio de Gobierno. Aviones Hawker Hunter de la Fuerza Aérea dan inicio al bombardeo y en minutos el efecto es devastador, Se desatan incendios en el recinto y es generalizada la catástrofe. La bella construcción que data de 1805, y que al comienzo se llamaba Palacio Toesca en homenaje a su constructor, se doblega ante el martirio. A la zona han arribado tanques para dar apoyo a la sublevación militar. Salvador Allende, Presidente del país, permanece en su interior y junto a un puñado de leales colaboradores resiste la conjura».
Walter Garib, en Una vida tantas veces vivida

Walter Garib Chomalí, narrador incansable (1933). Tuve noticia del «Jeque», como le llamábamos por su apostura de señor árabe del desierto, en los inicios de Quimantú. En esa incomparable empresa editorial de los Mil Días de Cultura, me correspondió leer algunos textos de la, entonces, «narrativa joven», gracias a una recomendación del novelista Guillermo Atías, vinculado a la familia de los Menard Atías, amigos de juventud en La Cisterna.

Leí, con sorpresa de novato y agrado de buen lector, su segunda novela Festín para inválidos, que publicó la editorial popular en 1972: dos ediciones de 5 mil ejemplares cada una. Obra premiada en el concurso Nicomedes Guzmán 1971, de la Sociedad de Escritores de Chile.​

Iba yo a recibir el regalo de su amistad, a comienzos de los 80, en La Casa Escrita, Sech, en calle Simpson 7, donde Walter entregaba parte de su poderosa energía, siempre dispuesto al debate cordial y al prurito de perfección lingüística que le ha acompañado hasta el día de hoy, cuando alcanzó ya las nueve décadas de prolífica vida literaria, porque nació, este hijo de palestinos, con la palabra literatura escrita en la frente.

En aquellos años, al miedo imperante, se sumaba en nuestro gremio la desconfianza y la sospecha, frente a individuos que aparecían en la Casa con supuestas inquietudes literarias. Me enfrasqué en larga conversación, con un temperado tinto de por medio, con uno de esos personajes, que afirmó conocer a un viejo amigo futbolero de la Gran Avenida.

Luego, el tipo, que carecía para mí de trazas de agente represivo, de índole más bien bonachona y locuaz, comenzó a visitarnos todos los lunes, cuando el directorio de la Sech solía reunirse con asistencia abierta de la asamblea.

Un lunes temprano, dos horas antes de la reunión gremial, me topé en la puerta con Walter Garib Chomalí. Ceñudo y algo autoritario, me espetó:

—Tengo que conversar seriamente contigo —y cogiéndome por fuerza del brazo, me condujo a la secretaría, donde esperaban los compañeros escritores, Raúl y Carlos Mellado.

En breves palabras, me aclararon que el literato impostor estaba vinculado con agentes de la DINA, que era ya un conocido soplón infiltrado en varias instituciones culturales. Enseguida, me sometieron a un virtual bombardeo de preguntas:

—¿Dónde lo conociste… qué vínculos tienes con él… es amigo tuyo… te reúnes con él fuera de la Sech?

Mi gesto de estupor, más que mis respuestas negativas, terminaron convenciéndoles de que todo había sido obra de mi ingenuidad. Como si se lo hubiesen soplado, el susodicho agente no volvió.

 

La energía creadora de un fabulador incombustible

Walter es nieto de emigrantes palestinos y a él me une también mi condición de hijo de gallego «desterronado», según gustaba decir a nuestro querido poeta, Efraín Barquero. Quizá por eso, una de sus tantas novelas que he leído con agrado y nostalgia es El viajero de la alfombra mágica, publicada en 1991 y dedicada a sus abuelos. Una historia de emigrantes hecha universal.

Haciendo gala de su maestría narrativa, de su habilidad de contar, que le vendrá —digo yo— de sus más remotos ancestros orales, tal vez de la narradora o narrador de Las mil y una noches, obra que bien pudiera ser de condición andrógina, y aún, más femenina que masculina, porque fueron las mujeres las que urdieron las bases de la literatura universal, tejiendo sus relatos al calor del fuego, en el corazón rumoroso de las cavernas, Walter Garib ha sido capaz de trasvasijar las tradiciones y los afectos familiares de uno de los pueblos más antiguos de la humanidad.

Treinta obras de narrativa publicada, innumerables artículos y crónicas, tres veces galardonado con el Premio Municipal de Literatura. Una trayectoria de veras impresionante. Voz necesaria e imperdible. De Walter Garib opinó así José Luis Rosasco, cuando compartía con él la mesa del directorio de la Sech:

—Es un narrador de la puta madre.

Elogio a la española, con blasfemia incluida, venido, además, de un escritor que estaba en las antípodas de nuestro pensamiento ideológico, y sobre quien se afirmaba entonces que era uno de los censores del siniestro Edificio Diego Portales, a donde llegaban las obras literarias requiriendo permiso de publicación.

Hace unos meses, en su departamento de Viña del Mar, donde vive nuestro Jeque junto a Lenka Chelén, notable pintora, compañera de toda la vida, Walter me regaló su última novela (hasta ese día): Una vida tantas veces vivida, homenaje a Salvador Allende Gossens e interpretación del desenlace de su muerte, negando la versión «canónica» del suicidio.

A sus 90 años, Walter derrocha energía creadora, nos contagia con su pasión por las palabras y se transforma en el interlocutor incansable, amigo de sus amigos, crítico del lenguaje y entusiasta maestro narrador.

El sábado 20 de enero se llevará a cabo un homenaje conmemorativo de la publicación de su primera obra, hace ya seis décadas justas. Acompañaremos al amigo y al eximio narrador.

 

 

 

 

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Edmundo Moure Rojas (1941) es un escritor, poeta y cronista, que asumió como presidente titular de la Sociedad de Escritores de Chile (Sech) en 1989, luego del mandato democrático de Poli Délano.

Además fue el gestor y el fundador del Centro de Estudios Gallegos en el Instituto de Estudios Avanzados de la Universidad de Santiago de Chile (Usach), casa de estudios superiores en la cual ejerció durante once años la cátedra de Lingua e Cultura Galegas.

Ha publicado veinticuatro libros, dieciocho en Sudamérica y seis de ellos en Europa. En 1997 obtuvo en España un primer premio por su ensayo Chiloé y Galicia, confines mágicos. Sus últimos títulos puestos en circulación son el volumen de crónicas Memorias transeúntes y la novela Dos vidas para Micaela.

 

El próximo sábado 20 de enero será el homenaje a Walter Garib Chomalí

 

 

 

Edmundo Moure Rojas

 

 

Imagen destacada: Walter Garib Chomalí.