El montaje que se exhibió hasta este último fin de semana en el GAM, cuestiona la verdad, a través de las tres protagonistas y suplantadoras que configuran la obra y sus relatos, pero también en la información que difunden los medios masivos de comunicación, la TV, la publicidad, las construcciones socioculturales, las ideologías, las convicciones, porque la realidad misma a veces puede ser solo un simulacro.
Por Jessenia Chamorro Salas
Publicado el 19.8.2019
Impostoras presenta escénicamente tres casos reales de mujeres que han sido acusadas de simular otras identidades. Una supuesta víctima sobreviviente del atentado a las Torres Gemelas de EE.UU. en 2001, junto a una mujer que finge ser la Primer Ministra alemana, Ángela Merkel, y una activista que lucha por los derechos de los afrodescendientes sin poseer dicha ascendencia, elaboran un diálogo multicultural y plurilingüístico en donde se ponen en tela de juicio conceptos como “verdad”, “realidad”, “ficción” e “identidad”.
Un elenco compuesto por Heidrun Breier, Sol De Caso y Renata Puelma, bajo la dramaturgia y dirección de Mariana Hausdorf Andrade, la asistencia dramatúrgica de Andrés Kalawski, y la colaboración del Taller Compartido La Cisne Negro, Goethe Institut y Fundación Teatro a Mil, construye Impostoras, una pieza que destaca por su propuesta escénica, temáticas que problematiza, y la labor interpretativa de las actrices en escena, la cual ha sido exhibida en el Centro GAM del 26 de julio al 18 de agosto del año en curso.
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Por una parte, Tania Head es una guía de turismo que durante el recorrido que realiza por Nueva York le cuenta a los visitantes que ella sobrevivió al atentado que destruyó el World Trade Center en 2001, cuando se encontraba trabajando en el piso 78º, justamente el piso en donde explotó uno de los aviones. Tania lleva un polerón que indica que ella es una sobreviviente, conmovida relata su experiencia y agradece a los turistas que aplauden su relato.
El relato de vida de Tania Head podría ser representativo de las víctimas del atentado, y de los testigos de cualquier hito tan mediático e histórico como ese, sino fuera por el hecho de que Tania Head es en realidad Alicia Esteve Head, una española barcelonesa que fingió ser una sobreviviente del 11/S, y quien incluso llegó a liderar la Red de Supervivientes del World Trade Center. En 2007, el New York Times reveló que su calidad de testigo presencial y víctima era falsa, y el diario español La Vanguardia descubrió su verdadera identidad, destruyendo la imagen que Tania/Alicia había construido de sí misma, con la cual se identificaba desde la vereda de las víctimas, poniendo en jaque tanto el relato testimonial como la calidad de testigo que la sustenta, al elaborar una ficción que casi de modo novelesco (Tania relata que su novio, con quien se iba a casar, murió en el atentado) y cinematográfico (el hecho mismo del escape de la torre), la inserta en una coyuntura histórica cuya relevancia trasciende, enriqueciendo su experiencia de vida y elevándola a un sitial digno de admiración, a un nivel superior que el resto de los mortales, pues ella ha sobrevivido lo que otros muchos no, por tanto, a través de esta ficcionalización, Tania/Alicia se inserta en un grupo exclusivo, el de los sobrevivientes y pertenece ahora a la Historia.
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Por otra parte, Rachel Doluzal es una férrea activista que lucha por los derechos y oportunidades de la comunidad afroamericana, ha llegado incluso a formar parte de la Asociación Nacional para el Progreso de las Personas de Color (NAACP). Situación que la ennoblece y la ha llevado a ocupar un rol cuasi de heroína de su comunidad. Sin embargo, su actuar ha resultado polémico y controversial debido a que fueron sus propios padres quienes develaron públicamente el origen caucásico de su hija, a través de fotografías y pruebas como el certificado de nacimiento de Rachel. Como consecuencia, se ha cuestionado el hecho de que Rachel haya tergiversado su origen ético–racial con el fin de hacerse parte de la lucha de una comunidad de la que en verdad no formaría parte. Netflix incluso, exhibe un documental sobre su vida, en donde ella, además de exponer su historia, argumenta las razones de por qué ella se siente afrodescendiente y quiere luchar para cambiar el paradigma racial desde esa vereda.
A través de un discurso de fuerte contenido político, Rachel cuestiona el concepto mismo de raza, mostrando a los espectadores una serie de fotografías sobre famosos artistas de los cuales no se tiene clara certeza de su origen, si son blancos o negros (entre ellos, Mariah Carey, Bruno Mars, y Michael Jackson). De este modo, Rachel defiende que los conceptos de “raza” o “etnia” son construcciones meramente culturales, y que no determinan una pertenencia única y exclusiva a tal o cual grupo, ya que todos descendemos de múltiples combinaciones y mezclas interraciales e interculturales. Propone entonces el término “Transracial”, para referirse a aquellas identidades que –a semejanza de la Transexualidad– transitan de una raza a otra, a causa de la pertenencia e identificación que sienten con aquella. Me parece interesante cómo en este momento de la pieza surge una broma respecto a esto y el nombre del personaje, ya que ella sería, literalmente “TransRachel” (pronunciación de la palabra Transracial, en inglés). La férrea defensa que Rachel hace de su elección racial, cuestiona el estatuto mismo de la identidad, en términos de la pertenencia a un grupo por características genéticas (por ejemplo, color de piel) que son asimiladas culturalmente.
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Por último, Heidrun Breier interpreta a una polaca que trabaja como doble de la primer ministro alemana Ángela Merkel, una mujer que ha salido de la anónima y rutinaria vida que llevaba junto a su marido, para saltar a la esfera pública posicionándose como una de las mujeres más poderosas del mundo. Su trabajo es arduo, pero ella lo lleva con tal dignidad que, a ratos, pareciera no tener conciencia de que ella no es verdaderamente la mandataria alemana. Exhibe su pensamiento sin que sus demás compañeras de escenas sepan a ciencia cierta si lo que dice es verdad, mentira, o solo parte del vocabulario y clichés propios de la política internacional.
Cuando, en el simulacro de una entrevista de televisión le preguntan incisivamente de temas como la migración, la verdad aparece de soslayo, sorprendiéndola tanto a ella como a los demás personajes, quienes en momentos empatizan con sus convicciones, y otras se oponen rotundamente. La supuesta entereza de Ángela, su poder y decisión son puestos en jaque cuando en plena entrevista se apaga la luz y el teatro queda en penumbras. En ese pequeño instante Ángela llora desconsolada por la oscuridad, develando la fragilidad que habita en ella.
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El juego entre la verdad y la mentira no habita solo en los relatos de vida y diálogos de las tres mujeres, sino también en la interacción que tienen con los subtítulos, pues ellas, conscientes de que todo lo que están diciendo está siendo traducido y reproducido textualmente, cuestionan la inmediatez de aquello, sobre todo Ángela, quien quiere descubrir el engaño de la máquina y revelar que hay un algo o alguien atrás, no solo mediando, sino que manipulando la información que ellas entregan.
Un concepto que me parece operativo para analizar Impostoras, es el de “simulacro”, acuñado por varios teóricos, entre ellos Jean Baudrillard. En un análisis realizado a los escritores Borges, Carpentier y Onetti a partir de aquél concepto señalé lo siguiente:
«Jean Baudrillard en su libro Cultura y simulacro entrega diversas perspectivas acerca de la noción de simulacro, y entre ellas, una bastante factible de entender: ‘Simular es fingir lo que no se tiene. La simulación vuelve a cuestionar la diferencia de lo “verdadero” y de lo “falso”, de lo “real” y lo “imaginario” (12)’. Con esta explicación, entra en relación con el simulacro la idea de lo verosímil, porque el simulacro, al crearse a partir de la realidad, contiene ciertos referentes que lo transforman en algo “creíble”, posible de suceder, pero al ser creación, es ficción, y por lo tanto no es real en el sentido literal de la palabra. Es por esto que el simulacro se encuentra en una zona intermedia y cuestionante entre lo “real” y la “ficción”, y entre lo “verdadero” y lo “falso'» [1].
En otras palabras, el simulacro es la creación de una realidad que tiene un carácter ficticio a la vez que verosímil, pero que no tiene el estatuto ni de verdad ni de mentira, pues se trata de una realidad alternativa a la referencial, que la subvierte. Precisamente esto es lo que ocurre en Impostoras, ya que las identidades y relatos que construyen los personajes constituyen simulacros de sus propias realidades, los cuales utilizan para configurarse a sí mismas e insertarse en ciertas lógicas de pertenencia e identificación sociocultural e histórico-política, diluyendo los límites entre la realidad y la ficción, la verdad y la mentira, y relativizando la supuesta construcción fija y estable de la Identidad.
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Escénicamente el montaje destaca por la articulación entre las tres historias, por el notable despliegue de sus actrices, quienes además hablan en español peninsular, inglés y alemán, y son subtituladas a través de una pantalla. Asimismo, son ellas quienes ejecutan los sonidos y la iluminación central del escenario, un acierto en términos de la propuesta, al hacerlas a ellas agentes activos de la construcción no solo de sus identidades e historias, sino también del modo en que éstas son estéticamente exhibidas. Finalmente, la interacción con la tecnología resulta fundamental en la apuesta teatral, así como también la contingencia con que son abordados los temas y los referentes que se utilizan, lo que se evidencia no solo en los diálogos, imágenes y videos proyectados, sino también en la tipografía que se utiliza en los subtítulos para referirse a ciertas marcas comerciales emblemáticas, sobre las cuales también se elaboran pequeños guiños a modo de simulacros.
La pieza cuestiona la verdad, pero la verdad no es simple apariencia. Eso se aplica en las tres impostoras que configuran la obra y sus relatos, pero también en la información que difunden los medios masivos de comunicación, la TV, la publicidad, las construcciones socioculturales, las ideologías, las convicciones, etcétera, porque la realidad misma a veces puede ser solo un simulacro.
Citas:
[1] En: http://critica.cl/literatura/el-simulacro-en-jorge-luis-borges-alejo-carpentier-y-juan-carlos-onetti
Jessenia Chamorro Salas es licenciada en lengua y literatura hispánica de la Universidad de Chile, profesora de lenguaje y comunicación de la Pontificia Universidad Católica de Chile, magíster en literatura latinoamericana de la Universidad de Santiago de Chile, y doctora (c) en literatura de la Universidad de Chile. Igualmente es redactora estable del Diario Cine y Literatura.
Ficha técnica:
Dirección y dramaturgia Mariana Hausdorf Andrade.
Elenco: Heidrun Breier Funk, Sol De Caso Gazmuri y Renata Puelma Müller.
Diseño sonoro: Camilo Plaza Armijo.
Diseño escenográfico y vestuario: Isidora Carriquiry Berner.
Diseño y realización de iluminación: Benjamín Carriquiry Berner.
Asistencia de dramaturgia: Andrés Kalawski Isla.
Diseño gráfico: Fabián Flores Bernales y Nicole Fuentes Soto.
Traducción inglés: Francisca Aguilera Osorio.
Técnica subtítulos: Lukas Kalmar.
Crédito de las fotografías utilizadas: Centro Cultural Gabriela Mistral.