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In memoriam: José Bisbal Rivera, un educador del Chile integral para los tiempos presentes

La historia del profesor coquimbano sirve como puente para entrar a las raíces del antiguo país austero y republicano, y entender de paso la pérdida de la mística, y de la despersonalización en las cuales ha caído la patria moderna, junto con sus instituciones y sus partidos políticos.

Por Carlos Ravest Letelier

Publicado el 31.3.2018

En momentos donde muchos cuestionan tanto la experiencia como el itinerario laboral de los seremis, y de los ministros del nuevo Presidente Sebastián Piñera, un poco de historia local quizás pueda hacernos observar aquello que no vemos, como sugiere el escritor portugués José Saramago.

La historia del educador coquimbano José Bisbal Rivera (fallecido en 2005) sirve como puente para entrar a las raíces del Chile republicano, y entender de paso la pérdida de la mística, y la despersonalización en las que ha caído el Chile moderno, junto con sus instituciones y sus partidos políticos.

Poseedor de uno de los currículum más amplios que posee un educador, con más de tres mil horas de perfeccionamiento en cursos y seminarios, el profesor José Bisbal Rivera fue el arquitecto detrás de la construcción del Liceo Coeducacional de Coquimbo, colaborador e impulsor de la Escuela Industrial y de la Universidad Católica del Norte en la IV Región del país.

Ajeno a las ideas totalitarias, cercano al pensamiento nacional y popular, declara Bisbal Rivera: “Quiero una democracia plena para mi país, detesto las cúpulas partidistas que no se han dado cuenta que los hombres pasan y los hechos quedan. Ese afán desmedido de descalificar al otro, sin buscar lo que nos une”. Esta radiografía del año 1984 parece mantenerse vigente en el Chile contemporáneo, donde cada vez pesa más el amiguismo, el cargo, el puesto del trabajo, el auto del año, por sobre el contenido, la proyección, la mirada de largo plazo.

Luego de rechazar una candidatura como regidor por el antiguo Partido Conservador, el maestro Bisbal Rivera con las gafas del futurismo sostiene: “En política quiero algo que sea propio, nada de totalitarismo, ni fascismo, ni comunismo. No quiero que dependamos del yanqui, ni del ruso. Me gustaría que Chile sea gobernado por mentalidades chilenas, con deseos de hacer progresar a Chile.” Anhelo que converge con el espíritu existente en la denominada Generación del Centenario (Galdames, Edwards, Encina), quienes hace más de 100 años criticaron fuertemente a la oligarquía santiaguina, apelando por el contacto con las provincias, el fortalecimiento de la educación técnica, y abogaron a favor de un régimen que permita a los chilenos ser más protagonistas de su propio destino.

¿Qué paso con la mística existente en los educadores con mirada de largo plazo, para que Chile llegara a ser uno de los países con las más alta tasas de endeudamiento, stress laboral y depresión?

No será que el homo modernus confundió los valores de la República con el sueño de satisfacer sus necesidades mediante el incremento del ingreso, el jacuzzi, el auto del año. Tomás Moulian hablaba del “decorado del yo”, para ejemplificar al hombre moderno que adquirió forma en Chile, construyendo su personalidad mediante objetos.

¿Tendrán nuestros dirigentes, la mirada de largo plazo, y la sencillez para construir un país más justo, humano y fraterno? En ese sentido, el eslogan de uno de los establecimientos donde colaboró el maestro Bisbal Rivera, parece describir el espíritu aristotélico existente en la Sinfonía del Nuevo Mundo, de Dvorak: “No importa lo que sean o lo que tengan, lo importante es la amistad. Esperamos que todos tengan una vida digna y que sean felices.”

 

El profesor coquimbano José Bisbal Rivera

 

Imagen destacada: Fotografía de la calle Aldunate de Coquimbo, en 1950

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