La presente colección de escritos actúa como un álbum de imágenes, a la manera de un libro que relata historias con inicios y finales dispuestos libremente para el desarrollo creativo del lector, y adoptando la estética del fragmento en tanto forma de retratar un pasado que ya no puede ser presente, pero que sí es posible de poner en movimiento por virtud de la palabra.
Por Víctor Campos
Publicado el 9.12.2019
En el año 2013, bajo Ediciones Caronte, se publica el poemario INSTANTÁNEAS {esto ha sido} del poeta chileno Juan Eduardo Díaz (San Bernardo, 1976). El libro se compone de tres partes tituladas Antiguas, Actuales, y Del oficio, respectivamente. Fotografías devenidas en poemas y poemas devenidos en fotografías son las transmutaciones constantes que confeccionan la columna vertebral de una escritura escindida entre la prosa y el verso. El pasado se nos dibuja en la instantánea visible desde una ventana; se le observa como hijo de la memoria del hablante. La fotografía aquí es efigie cansina, retrato quieto, mas a la vez es el poema mismo. Díaz confecciona una escritura que se alimenta de diversos registros para recrear lo que cada imagen encierra más allá de su inmovilidad: una prosa reflexiva, versos de calidad contemplativa, una lista sugerida de canciones que acompaña de fondo la lectura de los textos y pequeños exordios que presentan a las estrofas situándolas.
Asistimos a una écfrasis de cariz formal, mas exhibida en su irrealización: se nos enseña la fotografía descrita al inicio de cada poema (parido por el ejercicio de la memoria sometido a su fragilidad) en una prudente prosa que enmarca la situación, es decir, pequeños dioramas anunciados siempre como prefacios que inauguran la escritura versificada. Así, situación y verso se hallan formalmente divorciados, mas unidos como procesos contiguos, vinculados por la distancia yacente entre imagen y palabra.
Se asume de antemano la imposibilidad de la comprensión totalizadora desde el poema. Existe tan solo la pieza, el mero trozo de un cuerpo mayor condenado a su descomposición, el verso. Por esto, una acción imperativa en el hablante es la observación. Sus ojos cual cámara, buscan detener los momentos en su cotidiano devenir, efecto sin duda que una fotografía otorga: un estado congelado. Y desde allí, se asoma lo otro. Inicialmente nos dirá la voz que: “la rebelión / es observar un objeto inquieto nubes”, realizando una paráfrasis de palabras escritas por Alejandra Pizarnik que rezan: “la rebelión consiste en mirar una rosa / hasta pulverizarse los ojos”. En consecuencia, encontramos en este trabajo una fascinación por el detalle. “Fascinarse mientras los pies se humedecen / observar cada una de las hebras y guardar / sus nombres en la memoria / no como un tesoro porque no lo es”. Incluso, avanzado el texto, confesarán unas líneas: “Alguna vez tuve la fijación por los objetos con los que mi madre decoraba el hogar”.
Mas, ¿qué mira la cámara que recrea la quietud? Una desgastada experiencia en trasiego constante, una vida anegada de hastío, una cotidianidad conflictuada entre su derrota y su épica y que a veces opta por refugiarse en el recuerdo, en su evocación. Esto los versos aparecidos en las primeras páginas nos lo advierten: «Todo lo demás es hastío en donde sólo el reposo / es capaz de obsequiar el bienestar necesario”. Si continuamos en el mismo carácter, más adelante se enunciará que: “es necesario vivir la sequía / la abulia absoluta el naufragio”, abrazando dicho designio como única forma de habitar. En otras palabras: “el habitar este cuerpo no es más / que una anécdota nostalgiosa de la vida”. Así, la colección de escritos actúa cual álbum de imágenes, un libro que relata historias con inicios y finales dispuestos libremente para el desarrollo creativo del observador/lector adoptando el fragmento como forma de retratar un pasado que ya no puede ser presente, pero que sí se puede poner en movimiento por virtud de la palabra.
Una imagen que provenga del pretérito de un individuo y comunicar a los demás aquel vínculo personal sumergido en natural nostalgia es lo que yace de manera sustancial en INSTANTÁNEAS {esto ha sido} como apuesta de comunicación. Reavivar mediante el movimiento de la palabra (ya que toda lectura sucede extendida en el tiempo) la quietud aparente de una fotografía, comprendiendo de antemano que ella significa mucho más que un mero retrato detenido. “La magia de este o cualquier silencio se esconde / por debajo del concreto entre las tablas y se detiene / en un niño empinándose por la ventana”. Se encapsula lo sobre-natural en la materia viva de lo terrestre, puesto que desde allí nace como ilusión. Un texto en prosa que aparecerá páginas después de los versos citados sentencia: “… y el lavaplatos es sólo un recuerdo tapado por los restos de comida”.
Así, la recreación fotográfica no se vincula a una estética objetivista. Si no más bien pretende dotar a la imagen de la vida que ya en sí misma encierra, exhibir el relato que guarda. Entre otras cosas, Juan Eduardo Díaz nos ofrece esa niñez otra de: “colorido grisáceo”, afectada por una mirada adulta que irremediablemente cogerá su pasado con añoranza: “Porque la poesía se me dio sin buscarla y el oficio / me quedó entre lo cotidiano y la nostalgia / de merodear de vez en cuando / por los años de infancia”.
La vida no solo es mencionada por el hablante como elemento que guarda primordial posición en su trayecto, sino también se desarrolla como eje de una poesía que vislumbra –por sobre todas las cosas- sus adustos rincones: “Lo perdido no se devuelve con cantos ni danzas la vida / no alcanzará siquiera para ser por abril un refrán”. Se dirá frente a la frontera incorruptible que el recuerdo delinea: “Nos damos cuenta que esto fue hecho para vivir / pero no lo tocamos”.
Se construye una realidad cotidiana cruzada con un carácter reflexivo de la voz de modo frugal en esta colección de escritos. “La reflexión se realiza con la imagen más antigua / encriptada en la retina mirar a lo lejos”. Aires, en este sentido, a poemarios como The Boston Evening Transcript (1993) de Rubén Jacob o Viaje nocturno (1996) de Kurt Folch Maass: trabajos que reflejan una mecánica cotidiana vislumbrada desde la contemplación del hablante y la construcción retórica que develan sus versos otorgándole, por consecuencia, a dicha contemplación cierto grado elevado. “Dejar en el tintero el tiempo y entregarse a la gracia que cede / la contemplación”.
Estamos frente a un sobrio exorcismo de la instantánea que en su desarrollo dibuja a todos los sonidos que el silencio no puede lograr, invirtiendo potencialmente la inquietud porque: “nadie ha logrado decirme lo que hay del otro lado”. Se trata de gestar ese movimiento, puesto que así: “quedaron regados los fantasmas de los objetos”. Un pequeño texto que introduce a un poema menciona que: “las escenas de la vida pasan sin que las notemos. Sólo al observar detenidamente una de estas [fotografías] me descubro del mañana y por allá atrás. Cuando ya no hay quien lo entienda”.
Si bien los poemas que componen INSTANTÁNEAS {esto ha sido} poseen marcas de fragilidad, efecto de aquella nostalgia imperante en el timbre de la voz y por la distancia ya antes mencionada entre recuerdo y presente, el texto en su totalidad surge para dar unidad y cuerpo a lo recordado. Unidad solo consagrada al haber recorrido todo el libro, al entender que una fotografía es una huella tan frágil como la vida misma: cuerpos destinados a desaparecer, mas siempre recuperables por el pensamiento propio o ajeno.
Víctor Campos (Iquique, 1999) es estudiante de segundo año en la carrera de pedagogía en castellano y comunicación con mención en literatura hispanoamericana en la Pontificia Universidad Católica de Valparaíso. Fue partícipe en el Taller de Poesía de La Sebastiana, a cargo de los poetas Ismael Gavilán y Sergio Muñoz realizado el año 2018. Actualmente cursa el Diplomado de Poesía Universal de la ya mencionada universidad y es ayudante del proyecto «Poéticas postdictatoriales. Memoria y neoliberalismo en el Cono Sur: Chile y Argentina», dirigido por el doctor Claudio Guerrero.
Crédito de la imagen destacada: Parque Cultural Valparaíso.