La autora parisina viajó a Santiago en el año 1987, momento en que se aceleraba la caída de Augusto Pinochet. En esa oportunidad dictó dos conferencias en la capital: «Lo que la literatura femenina puede aportar a las Ciencias Sociales» y «De la literatura a la filosofía , ¿hay un pensar femenino ?». A la vuelta de su viaje publicó el primer poema aquí traducido en la revista Cahiers du Detour Nº 3, en 1998, mientras que la obra «Paris Santiago» es inédita y representa no sólo el período negro de la dictadura nacional, sino también los temas que comenzaban a tratarse en aquel tiempo en Francia, pero por otras vías: el desempleo, la situación de la población de los suburbios (banlieues), la inmigración y la política restringida a sus derechos, la lucha colectiva del movimiento de los «sin papeles» y la disputa por la politización fuera de los espacios públicos establecidos.
Traducción y notas: Ana Arzoumanian
Publicado el 10.5.2018
Más allá del Océano
Más allá de la Cordillera
Diría un Chile negro
De árboles en flor
Un cielo pacífico
Sobre una capa de nieve
Un fin de invierno austral
De agaves de cardos y de palmeras
Al borde del Océano
Contra la Cordillera
Diría un Chile pardo
De cuerpos en llanto
Un mar pacífico
Sobre una capa de plomo
Un fin del mundo polar
Una glaciación eterna
Jeanne Hyvrard
Publicado en Cahiers du Détour
PARIS SANTIAGO
Yo ya las he visto
Esas miradas huidizas
Esas cabezas bajas
Esos caminantes solitarios
En solos soliloquios
Sin gesto ni palabra
Sin sueño ni estrella
Ni noche ni día
Apretando el paso
Escapándose
Al paso de los caminates
Siempre el mismo camino
Estoy acosada
Siempre la misma frase
Acosada y oprimida
Acosada y reducida
Adiós mundo perdido
Muerto muerto y dejado atrás
Tierra sin duelo
Ni ritos para el dolor
Para huir todos y cada uno
Cada uno por debajo de todos
Y más todavía
Lo peor de todo
El aparecido que aparece
En lugar suyo
Perdóneme
Yo a usted no lo reconozco
Yo ya los he visto
En vez del otro lado
Más allá de la Cordillera
Al fondo del fin del mundo
Entre el cielo y el agua
Entre los montes y la tierra
Entre la vida y el infierno
Ahí donde yo ya vi
Un pueblo arrasado
Quebrado y triturado
Acosado y oprimido
Adelantarse en silencio
Entre piedras que trituran
Entre el frío y la cordillera
Entre el espanto y el océano
Entre el quiebre y el pelícano
Ahí donde me han señalado
El lugar llamado
La viña del mar
Con un movimiento de cabeza
Temeroso y resuelto
El pabellón de tortura
Mil dolores después
Todo ese tiempo amor
Dónde estabas
Amor amor
¿Te acordás de otros tiempos ?
Oh el gusto amargo del Océano
Marea de sal
Marea de sangre
La espuma de los vivos
Oh el jugo rojo del tiempo
Viña del Mar
Encantadoras palmeras
Tierra de entierro
Del Líder Mínimo [1]
Salvador Salvador
Tu gran sueño de oro
Recuerdo, recuerdo
Tus hombres en sangre
Enrojeciendo el Océano
Oh la América del fin del mundo
El lugar del otro lado
Oh los libros quemados
Los poetas hechos polvo
La resistencia destruida
Madre del fin del mundo
Tu rostro de cóndor trastornado
Yo ya las he visto
Esas arrogancias amables y confortables
Recorrer la mirada
La nueva frontera
La rentabilidad cínica y sin ley
Fatigoso talón de hierro
Desfigurando a los vivos
Padre hijo primo a veces
Llevando en camiones blindados
Las obras de arte de artistas reincidentes
Sometiendo a torturas
Las carnes consoladoras
Deteniendo todo lo que se mueve
Espina de cactus
O sobre las calles grises
Las hojas lascivas de acanto
Y posarse sobre rejas extrañas
El pájaro burlón
El mirlo patético
El mensajero cándido
De todo apocalipsis
Yo ya los he visto
Esos golems monstuosos
Servidores mecánicos
De la Gran Máquina
Destruir todo lo que piensa
Ya sea el viento intrépido
De la Patagonia
O los hielos balleneros
Las hijas nostálgicas
De su madre la banquisa
Abandonar una ciudad
Para construir otra
Vírgen de todo mestizaje
Y creer esclavizar
A los pernos de sus tobillos
Una historia inventada
Falsa y preferible
A todo barrio viejo
De hormigón rutilante
Sin armazón
Aunque sea aglomerado
Y apresurarse a comprar
A mejor término y al contado
Todo lo que revendido
Costará un poco más caro.
Yo ya los he visto
Usted digo yo
Esos individuos rapaces
Indagar sin miramiento
Esta corriente humana
En caso de que por milagro
Hubiera todavía
En ese osario viviente
Una semilla de lágrimas
Jeanne Hyvrard, 1993
Au-delà de l’Océan
Au-delà de la Cordillère
Je vous dirai un Chili noir
D’arbres en fleurs
Un ciel pacifique
Sur une chape de neige
Une fin d’hiver austral
D’agaves d’acanthes et de palmes
Au bord de l’Océan
Contre la Cordillère
Je vous dirai un Chili brun
De corps en pleurs
Une mer pacifique
Sous une chape de plomb
Une fin du monde polaire
Une éternelle glaciation
Jeanne Hyvrard
Publié dans les Cahiers du Détour
PARIS SANTIAGO
Je les ai déjà vu
Ces regards fuyants
Ces têtes basses
Ces marcheurs solitaires
Soliloquant seuls
Sans geste ni parole
Sans rêve ni étoile
Ni soir ni matin
Pressant le pas
Prenant le large
Au large des passants
Toujours le même chemin
Je suis pressé
Toujours le même refrain
Pressé et oppressé
Pressé et compressé
Adieu monde perdu
Passé passé et dépassé
Terre sans deuil
Ni rite pour le chagrin
Pour fuir tous et chacun
Chacun par-dessus tous
Et davantage encore
Le pire de tout
Le revenant venu
Au lieu du qui êtes vous
Pardonnez moi
Je ne vous remets point
Je les ai déjà vu
Au lieu de l’autre part
Au-delà de la Cordillère
Au tout fin bout du monde
Entre le ciel et l’eau
Entre les monts et la terre
Entre la vie et l’enfer
Là où j’ai vu déjà
Un peuple écrasé
Cassé et concassé
Pressé et compressé
S’avancer silencieux
Entre meules à broyer
Entre froid et cordillère
Entre effroi et océan
Entre effort et pélican
Là où on m’a désigné
Au lieu dit
La vigne de la mer
D’un mouvement de tête
Craintif et résolu
La villa tortionnaire
Mille douleurs après
Amour tout ce temps-là
Où étais tu
Amour amour
D’autrefois te souviens-tu
O le jus amer de l’Océan
Marée de sel
Marée de sang
L’écume des vivants
O le jus rouge du temps
Vina del Mar
Palmiers charmants
Terre d’enterrement
Du Leader Minimo
Salvador Salvador
De ton grand rêve en or
Je me souviens
Et de tes hommes en sang
Rougissant l’Océan
O l’Amérique du bout du monde
Le lieu de l’autre part
O les livres brûlés
Les poètes saccagés
La résistance écrasée
Mère du bout du monde
Ta face de condor révulsé
Je les ai déjà vu
Ces arrogances aimables et confortables
Parcourir du regard
La nouvelle frontière
La rentabilité cynique et sans aloi
Claquant talons de fer
Défigurant vivants
Père fils cousin parfois
Emportant dans des camions blindés
Les œuvres d’art d’artistes récidivistes
Soumettant aux tortures
Les chairs consolatrices
Arrêtant tout ce qui bouge
Epine de cactus
Ou sur les trottoirs gris
Les lascives feuilles d’acanthe
Et perché sur des grillages étranges
L’oiseau moqueur
Le merle pathétique
Le messager candide
De toute apocalypse
Je les ai déjà vu
Ces golems monstrueux
Serviteurs mécaniques
De la Grande Machine
Détruire tout ce qui pense
Fut ce le vent hardi
De la Patagonie
Ou les glaces baleinières
Les filles nostalgiques
De leur mère la banquise
Abandonner une ville
Pour en construire une autre
Vierge de tous métis
Et croire asservir
Aux boulons noirs de leurs chevilles
Une histoire inventée
Fausse et préférable
Toute de vieux quartiers
En béton rutilant
Sans charpente
Fut elle agglomérée
Et s’empressant d’acheter
Au mieux à terme et au comptant
Tout ce qui revendu
Coûtera un peu plus cher
Je les ai déjà vu
Vous dis je
Ces individus rapaces
Fouiller sans ménagement
Cette coulée humaine
Au cas où par miracle
Il y aurait encore
Dans ce charnier vivant
Une pépite de larmes
Jeanne Hyvrard 1993
Jeanne Hyvrard viajó a Chile en el año 1987, momento en que se aceleraba la caída de Pinochet. En esa oportunidad dictó dos conferencias en Santiago « Lo que la literatura femenina puede aportar a las Ciencias Sociales » y «De la literatura a la filosofía , ¿hay un pensar femenino ? »[2] A la vuelta de su viaje publicó el primer poema aquí traducido en Cahiers du Detour Nº 3, en 1998, mientras que el poema Paris Santiago es inédito y representa no sólo el período negro de la dictadura trasandina, sino aquello que comenzaba en aquel tiempo en Francia por otras vías. El desempleo, la situación de la población de los suburbios (banlieues), la inmigración y la política restringida a sus derechos, la lucha colectiva del movimiento de los « sin papeles » y la lucha por la politización fuera de los espacios políticos establecidos.
Leí por primera vez a Jeanne Hyvrard en una versión inglesa de su libro La Meurtritude [3](Les Éditions de Minuit, Paris, 1977) y quedé impactada ; una prosa envolvente, hipnótica, sitúa a la literatura en su lugar de tormenta, de revuelta, con un lenguaje ígneo, imantado. Una literatura que nace del hambre y de la sed, de una muerta de hambre de imágenes, de palabras. « Aquí otra vez el flujo sangrante de palabras. La sangre del flujo menstrual imposible de detener. En el verano yo ya no puedo vivir. Obligando a las palabras a romper mi boca. Destrozar mi vida. Esta es la estación para escribir ».
Jeanne Hyvrard nació en París en el año 1945 bajo el nombre de Annie Fontaine, profesora de Economía Política, su formación económica y jurídica dan a su voz una atractiva singularidad, un discurrir lírico y una fuerza política o pública, un lenguaje que es acción y contemplación. Su literatura expresa « el dolor de una existencia sometida a los rigores de un sistema económico, social y filosófico nombrado a través de la palabra : logarquía, sistema fundado sobre la separación y la apropiación, que niega el valor de lo irracional, de lo femenino ».[4] Luego de una experiencia de trabajo en las Antillas durante los años setentas firma con el nombre de Jeanne Hyvrard para la publicación de su primera novela Les prunes de Cythère (Las ciruelas de Cítera). Novela que fue recibida como relato de una nueva negritud en femenino, en contraposición a la identidad parisina y blanca de la poeta. Su literatura trabaja los temas del colonialismo en sentido económico y cultural, de la enfermedad y de la locura, ya sea a causa de la marginalización o por rechazo a las normas sociales. Entre sus obras se encuentran Les prunes de Cythère ( Minuit, Paris, 1975), Mère la mort (Madre la muerte, Minuit, Paris, 1976), Les doigts du figuier (Los dedos de la higuera, Minuit, Paris, 1977), La Meurtritude (La mortitud, Minuit, Paris, 1977), Le corps défunt de la comédie (El cuerpo muerto de la comedia, Seuil, Paris, 1982), Le silence et l’obscurité (El silencio y la oscuridad, Montalba, Paris, 1982), Canal de Toussiant (Canal de Todos los Santos, De las mujeres, Paris, 1985), Le cercan [5] (De las mujeres, Paris, 1987), La pensée corps (El pensamiento cuerpo, Des femmes, Paris, 1989), La jeune mort en robe de dentelle (La joven muerte vestida de encaje, De las mujeres, Paris 1990), Au présage de la mienne ( Al presagio de la mía, Le Loup de Gouttière, Québec, 1997), Ton nom de végétal (Tu nombre vegetal, Trois Guinées, Québec, 1998), Grand choix de couteaux à l’intérieur (La gran elección de cuchillo al interior, Vents d’Ouest, 1998), Cellla [6](Voix, Montigny, 1998), Ranger le monde (Ordenar el mundo, Voix, Paris, 2001), Le fichu écarlate (El arruinado ruborizado, Des Femmes, Paris, 2004) y un gran número de artículos, poesías y entrevistas publicadas en Francia y en el exterior, especialmente en Quebec.
Tiene en común con Hélène Cixous, Luce Irigaray, Natahelie Sarraute, su preocupación por el lugar de la mujer, el lazo entre la madre y la hija, y el lenguaje intenso puesto en una especie de insurrección política subvirtiendo los canones lineales y oficiales del mercado editorial. « No pienso jamás en el lector. No escribo para ser leída, escribo para no morir….Por lo tanto el problema del lector, la lectora, para mí no existe. ¡Es un acto político, más que eso, es un acto biológico, porque consisite en mi rechazo a morir ! » [7]Ella apuesta por la literatura como actividad sagrada, a la vez un trabajo y un goce profundo, una alegría, y en algunos casos un éxtasis. Éxtasis que se traduce en densidad, en exploración dentro del mismo lenguaje, recorre la tensión entre separación y fusión, excede los parámetros de la lengua forzando al francés a traspasar los límites culturalmente establecidos en su gramática para dar cuenta de cierto margen, como una forma de hacer estallar el espacio colonizado.
Un desafío al mundo heredado, una suspensión de las certezas que se arroga el monopolio discursivo, edifica una identidad narrativa que es propia de la escritora, pero también de la mujer que viene del mundo jurídico y sabe acerca de la concepción literaria del derecho ; los trazos de Martha Nussbaum en Poetic Justice o de François Ost en Raconter la loi ; sabe también como Nicole Loraux que ya en las tragedias griegas la voz era la expresión de las minorías, la voz de madres en duelo, Antígona, Electra, alzándose contra las razones de Estado. Una pasión (pathos) en la ciudad. La ideología cívica de la maternidad, la madre que permite a la ciudad reproducirse se vincula con lo público en el parto. El exceso tendrá lugar en el duelo. Pero si en la Grecia de la tragedia clásica los derechos del parto ceden ante los de la ciudad, en Hyvrard la escritura se edifica sobre la memoria de la madre, memoria que se transforma en un especie de océano de empatía. Una recreación de un espacio donde tienen lugar los excluidos, los enfermos, los locos, los inmigrantes, los habitantes del Tercer Mundo.
Contra la preferencia de los referentes de la racionalidad, las teorías de la separación, de los contrarios y de la negación ; Hyvrard opone la fusión, lo caótico. Las aguas, la noche, la obstinación; la síntesis en lugar de la oposición binaria. En lugar de oponer negando al otro, la poeta insiste en la conexión. Más allá del lenguaje de las taxonomías, las metáforas proveen los materiales de transmutación y de transformación en una acción constante sobre los fragmentos de una lengua perdida. En su ensayo « Al borde de la ciénaga » nos deja en claro su amor al saber, amor que persigue por diversos medios : « La literatura muestra aquello que la filosofía todavía no sabe demostrar» [8]
Una libertad que se encarna en la literatura de Jeanne Hyvrard pero que es el eco de una voz que vive a la altura de estos tiempos. Lo posthumano, aquello que también se denomina la Revolución Cibernética, posibilita la reproducción artificial, dejando a un costado la necesidad de la pareja como reproductora y a la mujer dentro de ella como sustento del núcleo familiar. La fertilización artificial pone en cuestión el lugar de la familia como promotora de la sociedad. La familia ha sido el espacio de dominio de la cultura nacional. Los formatos modulares de Europa y América han seguido el guión de la Ilustración, que ha tenido al Estado- Nación y a la familia en su centro. La novela ha sido el artefacto de la imaginación nacionalista, novela que enseñaba a vivir y amar dentro de un tiempo homogéneo. Con la Revolución Cibernética « el fragmento » ya no sorprende, sino que es la manera que la libertad del colonizado toma espacio en su heterogeneidad. Un tiempo denso y heterogéneo, como diría Partha Chaterjee en sus estudios subalternos, genera estéticas nuevas permeables a los márgenes. De ahí que la literatura de Hyvrard no deba ser calificada como « literatura femenina » sino como obra que asume el desafío de recibir los restos de esos espacios de poder que van desapareciendo, dando lugar a múltiples voces heterodoxas.
La escritura de Hyvrard fue comparada con la de Aimé Césaire o la de Léopold Senghor, calificada como una vibrante voz en la literatrua francófona del Caribe. Muchas veces fue considerada como autora martiniqués, a lo que la poeta responde en una entrevista: « en tanto mujer soy las Antillas. He visto en la pérdida de uno mismo que sucedía en las Antillas lo que me pasaba en lo personal como mujer, he visto sin comprender, sin que pasara por la cabeza, es decir qué sucede cuando uno está totalmente perdido. No hay más conflicto, uno ha desaparecido. Yo misma había desaparecido. » [9] El mito de escritora martiniqués confluye con el estatus de orilla o de periferia « la mujer llamada negra y loca es una invención para no escuchar el discruso anti- colonial » [10].
El cuerpo y la enfermedad, las metáforas de los campos de concentración, son presentados con elementos que entran en actividad y se interrelacionan. Así, enclaves, dilataciones, espejos. El uso de la repetición como medio retórico es la manera de Hyvrard, su respiración, es su aire, ése que inhala y exhala para hablarnos de un relato dentro del relato ; su estructura abismada. Como una bailarina que gira y se desplaza alternando acentos sacudidos, movimientos rotos, el lenguaje en Hyvrard da vueltas, vueltas y vueltas. Como si asistiéramos a una danza tribal, el trance se apodera de la lengua convirtiéndola en una víbora encantada por el sonido del pungi. Fascina.
« Soy a la escritura lo que las prostitutas son al amor. La expresión del desastre colectivo. El testimonio de la miseria común. » [11]
[1] En comunicación personal con la autora : Leader Minimo, en el original hace alusión a una contracción del francés y del español. Debe ser tomada no como forma lingüística, sino como fórmula destinada a hacer comprender la experiencia política que desgraciadamente resultó corta.
[2] Ambos artículos se encuentran en los archivos de la Biblioteca Marguerite Durand de Paris.
[3] Jeanne Hyvrard, Waterweed in the Wash- Houses. Edinburgh University Press; Edinburgh, 1996
[4] Vassallo, Helen y Wardle, Cathy; Dialogues avec Jeanne Hyvrard. Chiasma 19, Amsterdam- New York, 2006
[5] La autora utiliza neologismos, tanto en la Meurtritud cuya asimilación al español podría dar la Mortitud o en el título de este texto: Cercan cuya dificultad en la traducción habla de la inexistencia del vocablo en el idioma original)
[6] único texto de Hyvrard considerado como autoficción
[7] Vassallo Helen y Warde Cathy, op.cit.
[8] Hyvrard Jeanne, “Al borde de la ciénaga” (1982) en ABSS, página 174.
[9] Figueiredo Euridice, “Interview avec Jeanne Hyvrard réalisé à Paris le 20 juillet 1985”. Conjonction: Revue Franco- haïtienne, 169 (1986), páginas 119 a 134.
[10] Figueiredo Euridice, op.cit.
[11] Hyvrard Jeanne, Waterweed in the Wash- Houses. Edinburgh University Press, Edinburgh, 1996.
Imagen destacada: «Paseo Ahumada», Santiago, 1986, del fotógrafo Marcelo Montecino.