«Kairos», de Armin Valentine: Para Santiago, ciudad querida

Esta ópera prima es una creación literaria híbrida, cuasi experimental, donde su autor se vale de una efectiva multiplicidad de registros de habla y de cambios de tono, en procedimientos que otorgan cromaticidad y dinamismo narrativo al conjunto. En suma, Ezequiel Urrutia Rodríguez nos ofrece una grata primera experiencia que augura un venturoso andar artístico.

Por Francisco Morales Rojas

Publicado el 5.4.2020

Kairos (Venático Ediciones, 2019), singular despliegue de discursos y registros, es el debut literario de Armin Valentine, seudónimo del escritor y estudiante de pedagogía Ezequiel Urrutia Rodríguez (Santiago, 1996).

Tal como se nos advierte desde un inicio, el concepto filosófico que da nombre a la obra es de una privativa complejidad y diversidad de acepciones: ya los sofistas y el mismo Aristóteles le concedieron entidad en sus tratados, aceptándose para estos efectos como el: «momento, ese que revolotea por nuestros ojos sea de día o de noche, ya sea entre sueños o anhelos» (p. 5). ¿Un intervalo en el devenir de la vida, o una mera argucia dialéctica? Sea como sea, tamaño concepto funge de prolegómeno ideal para 82 brevísimos capítulos donde se amalgaman la prosa poética, la crónica y el ensayo, en un compendio difícilmente clasificable en cuanto a su adscripción a tal o cual género literario.

Sin duda, la decisión de Armin Valentine de articular la obra con una dosificada prosa poética (esto es, un texto narrativo dinamizado con recursos e imágenes propios de la poesía) es acertada: no pocas veces, autores (as) de nuestro medio adoptan dicho mecanismo como fundamento primordial y casi excluyente de su producción, desatendiendo el hecho de que el barroquismo —vicio literario contiguo a la pomposidad y la grandilocuencia— además de colapsar el ánimo del lector con suma facilidad, rara vez soporta el paso del tiempo.

De este modo, Kairos intercala capítulos de alta carga lírica:

«Santiago. Bella dama que se desnuda de noche.

Ninfa de lentejuelas que se entrega al amor del cielo, que se recuesta entre montañas a recostarse en riachuelos, reluciendo cual gema sus dones de musa, dones de diosa que pestañea como luceros.

Santiago. Te miro. Te contemplo. Bebo contigo, bebo a tu lado.

Santiago…» (p. 76).

 

Con otros mundanos, prosaicos:

«¡¿Y sobre todo, para qué? ¿Para qué?! ¿Para complacer a los cerdos del barrio alto? ¿Cerdos que se revuelcan en oro lodoso mientras sus ratas roen más de lo que comen? Pues eso somos para ellos. Ratas. Alimañas destinadas a rondar por la basura de todos estos cerdos, cerdos insensibles que solo piensan en hacerse de más lodo del que ya tienen, mientras que las ratas siguen ahí a su alrededor […]» (p. 9).

 

Y si bien la mentada interpolación de registros es funcional, respecto a los de la segunda clase es pertinente advertir, en no pocas ocasiones, la ausencia de un corpus doctrinario —cualquiera sea su naturaleza— de mayor entidad que cobijara las meditaciones económico-sociales que asolan al hablante, el que sin duda habría conferido algo más de atractivo e interés a los capítulos que abordan dichas temáticas.

Por momentos, Valentine recurre a imágenes que median entre el lugar común y lo naif («no hace muchas lunas», «por mi honor de Caballero», «la sombría noche del vacío infinito»), las que casi siempre quiebran la relativa homogeneidad cualitativa de la obra. No obstante, las más de las veces Kairos logra componer imágenes eficaces, inmersivas en torno a las disquisiciones del hablante, un joven de edad indeterminada cuya honda sensibilidad le hace conjeturar también sobre la naturaleza del amor doliente, la disgregación de una ciudad sumamente hostil o lo inabarcable del tiempo gozoso.

Igualmente, Armin Valentine tiene particular mérito en idear atmósferas asfixiantes, donde desesperación y despecho son el sustrato vital del hablante: «Contemplo entonces mi cuarto. Cuarto en el que tanta sangre ha caído de entre mis dedos, sangre de ónix tibia como tus besos, en gotas gélidas de fría escarcha. Sangre que ha plasmado entre mis folios incontables momentos de ilusión, dicha y desdicha. Sangre que ha sido mi sobra, me ha llevado a la muerte, pero que también me ha llenado de vida, vida que tal vez no tengo […]» (p. 15).

En suma, Kairos se trata de una creación híbrida, cuasi experimental, donde su autor se vale de una efectiva multiplicidad de registros de habla y cambios de tono, procedimientos que otorgan cromaticidad y dinamismo al conjunto. Armin Valentine nos ofrece una grata primera experiencia que augura un venturoso andar literario.

 

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Francisco Morales Rojas nació en Santiago en 1992. Egresado de Derecho. Ha participado en talleres literarios en la Corporación Cultural Balmaceda Arte Joven y en la Sociedad de Escritores de Chile (Sech), gremio en el cual actualmente dirige la Comisión de Talleres y al que representa ante la Política Nacional de la Lectura y el Libro 2015 – 2020 (PNLL) en su Comisión de Creación. Ha dirigido talleres de narrativa en colegios de Maipú y Santiago. Fue director editorial de la Antología literaria Alerce 2019 (Ediciones Alerce, 2019). Matanzas (Narrativa Punto Aparte, 2019) es su primera novela. Asimismo, es redactor estable del Diario Cine y Literatura.

 

«Kairos», de Armin Valentine (Venático Editores, 2019)

 

 

Armin Valentine

 

 

Francisco Morales Rojas

 

 

Crédito de la imagen destacada: Venático Editores.