«Kintsugi», de María José Navia: No todo se repara

La novela de la narradora chilena es un libro emotivo, doloroso en pasajes, y también con destellos de una felicidad cierta, pero en extremo inestable. Así, la autora apuesta a esa cualidad del ser humano para dar vida a una obra literaria muy bien escrita, que atrapa al lector desde el inicio y que da cuentas de un manejo experto del género.

Por Cristián Brito Villalobos

Publicado el 15.4.2019

Kintsugi, la segunda novela de María José Navia (1982), luego de SANT, es ante todo una reafirmación a lo que había exhibido en sus anteriores entregas Instrucciones para ser feliz y Lugar, ambos libros de cuentos impecables que marcaron el momento ideal para una creación de más largo aliento.

Navia escribe con una prosa exquisita, depurada, de paso mesurado, evidenciando sutilmente las fisuras. Porque este es un libro donde las grietas en los personajes nos adentran a mundos particulares, con vivencias únicas, pero que nos son tan comunes. La narrativa de Navia ha ido consiguiendo algo que a mi juicio es fundamental: una voz propia.

La destreza con la que escribe cada uno de los 11 capítulos que conforman el libro, son el retrato de las hojas secas que caen en el otoño del árbol que es la familia. La representación de este derrumbe es tratada con delicadeza, pero al mismo tiempo con un dolor punzante y que está presente en la mayoría de la obra.

Kintsugi es un concepto del arte japonés de la práctica de reparar fracturas de la cerámica. Plantea que las roturas y reparaciones forman parte de la historia de un objeto y deben mostrarse en lugar de ocultarse, funciona como una metáfora de una resiliencia endeble.

El título responde a lo que la trama plantea: una familia que se derrumba y cómo sus integrantes buscan la forma de reparar cosas que parecen no tener solución. El volumen, de esta manera, funciona perfectamente como una metáfora del fracaso, que si bien es cierto se intenta enmendar a lo largo de la obra, finalmente estos arreglos serán solo un barniz del daño total.

En el texto nos encontramos con personajes que buscan esconderse en sus trabajos o en otras personas. Otros se refugian en la tecnología para dar un orden a sus emociones y sentimientos e inclusive para sobrellevar sus propias existencias. De eso se trata esta novela, y el título, además de ser una bella palabra, en su significancia responde a la perfección a lo que el asunto nos propone.

Se trata de un libro emotivo, doloroso en pasajes, y también con destellos de una felicidad cierta, pero en extremo inestable. Navia apuesta a esa cualidad del ser humano para dar vida a una novela muy bien escrita, que atrapa al lector desde el inicio y que da cuentas que maneja muy bien el género. Una lectura necesaria y muy recomendable.

 

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Cristián Brito Villalobos (Antofagasta, Chile, 1977), además de poeta y escritor es periodista titulado por la Universidad Católica del Norte y magíster en literatura de la Pontificia Universidad Católica de Chile.

 

«Kintsugi» (Kindberg, 2018), de María José Navia

 

 

María José Navia Torelli

 

 

Cristián Brito Villalobos

 

 

Imagen destacada: La escritora chilena María José Eleonora Navia Torelli.