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«La bestia humana»: El fervor pesimista de Fritz Lang

El argumento de esta obra audiovisual rodada por el mítico realizador alemán nos lleva a una empresa de ferrocarriles en un lugar de EE.UU. en la década de 1950, donde se desarrolla un trágico triángulo amoroso. Inspirado en la novela homónima del clásico francés Émile Zola, el filme se encuentra protagonizado por Glenn Ford, Gloria Grahame y Broderick Crawford.

Por Gabriel Anich Sfeir 

Publicado el 2.10.2020

En 1890, Émile Zola publicó La bestia humana, una de las principales obras de quien fuera el máximo exponente del naturalismo francés de finales del Siglo XIX. Esta novela fue llevada en varias ocasiones a la gran pantalla, destacando dos versiones: la primera, del maestro francés Jean Renoir (La Bête Humaine) en 1938; y la que hoy comentaremos, del expresionista vienés Fritz Lang en su etapa americana, estrenada en 1954.

Fritz Lang (1890-1976) fue uno de tantos cineastas y profesionales del cine alemán que tuvo que huir de Alemania con el triunfo del nacionalsocialismo de Hitler entre 1932 y 1934: Billy Wilder, Fred Zinemann, Otto Preminger, Ernst Lubitsch, Marlene Dietrich y Peter Lorre son algunos de estos exiliados ilustres en Hollywood que contribuyeron significativamente a la industria americana.

En el caso de Lang, su familia materna era judía (pese a que su madre se había convertido al catolicismo), su mujer y coguionista de sus películas era abierta simpatizante nazi (se divorciaron por causa de esto) y el poderoso ministro de Propaganda, Joseph Goebbels, le ofreció hacerse cargo de los estudios UFA, la más importante empresa cinematográfica de Alemania. Lang no quiso servir al régimen y se marchó primero a París y después a EE. UU., a mediados de los años 30.

El creador de fantasías futuristas como Metrópolis (Metropolis, 1927) y de películas de crimen como la saga del demoníaco doctor Mabuse y M, el vampiro de Dusseldorf (M – Eine Stadt sucht einen Mörder, 1931) realizó veintidós películas en las dos décadas que trabajó en Hollywood, cubriendo varios géneros: wésterns, de guerra o melodramas.

Pero de todos fue el film noir un género en que Lang destacó y ayudó a definir, echando mano a su experiencia con el expresionismo alemán. Obras como La mujer del cuadro (Woman in the Window, 1944) y Los sobornados (The Big Heat, 1953) fijarían estándares de uno de los estilos más importantes del cine americano y de incalculable influencia en el cine mundial.

La bestia humana (Human Desire) fue el segundo filme americano de Lang consistente en un remake de una obra de Renoir: el primero había sido Mala mujer (Scarlet Street, 1945), basado en La perra (La Chienne, 1931). Para adaptar la obra de Zola, Lang recurrió al guionista inglés Alfred Hayes, coautor de los libretos de Paisà (1946) de Roberto Rossellini y Teresa (1951) de Zinemann.

Los actores principales fueron Glenn Ford y Gloria Grahame, quienes un año antes protagonizaron Los sobornados para el maestro vienés; imposición clave de la producción para explotar el éxito de esta pareja en el filme anterior. Producida para Columbia Pictures, y estrenada en agosto de 1954, Human Desire fue rodada en las maestranzas de la Rock Island Railroad en Oklahoma.

La trama de este filme nos lleva a una empresa de ferrocarriles en un lugar de EE. UU. donde se desarrolla un trágico triángulo amoroso: por un lado, Jeff Warren (Ford) es un maquinista de ferrocarril que acaba de regresar de su servicio militar en la Guerra de Corea. Es un trabajador ejemplar que es cortejado por Ellen (Kathleen Case), hija de su colega Alec Simmons (Edgar Buchanan).

Por otra parte, está Carl Buckley (Broderick Crawford), un supervisor de trenes alcohólico e irascible, casado con Vicki (Grahame). Cuando Carl pierde su trabajo, ruega a Vicki que vaya a la ciudad a pedir la intervención de John Owens (Grandon Rhodes), un alto ejecutivo de la empresa para el que Vicki trabajó antes, a fin de recuperar su puesto.

Ambos van a la ciudad, pero Carl descubre que hay algo más en la relación de Vicki y Owens. En un violento arranque de celos, Carl asesina a Owens en el tren de vuelta a la maestranza y obliga a Vicki a participar en el crimen. Sin embargo, descubren que Jeff viaja en el mismo tren que ellos. Comienza así una historia de manipulaciones, chantaje e instigación al delito.

Si bien se trata de un melodrama del Hollywood bajo el moralista Código Hays de censura, Lang nos presenta un excelente noir con su inigualable estilo y fotografía en blanco y negro de Burnett Guffey. Los trenes circulando a gran velocidad y entrando a túneles son una metáfora de las acciones de los personajes, con sus vidas desenfrenadas en un mundo muy oscuro.

Lang siempre fue un maestro de la técnica (por ejemplo, M fue la primera película en emplear la voz en off como recurso narrativo) y en La bestia humana nos lo demuestra plenamente: rápidos movimientos de cámara, primeros planos y juegos de luces y sombras nos cuentan una historia de crímenes y pasiones en que el espectador puede darse cuenta de lo que está pasando (como en el asesinato de Owens con el cuchillo de Carl y el rostro de una Vicki aterrorizada) o engañando al espectador (como un solitario encuentro entre Jeff y Carl).

En cuanto a la historia y los personajes, Lang es un pesimista que escudriña en lo más espurio del ser humano. Los personajes viven esclavos del presente y constantemente quieren escapar de él: Jeff es un veterano que lucha por readaptarse a la vida civil y Vicki sólo quiere irse de la maestranza con un hombre que no sea el irascible Carl.

Cuando conoce casualmente a Jeff, se enamorará de él y tratará de manipularlo para que elimine a Carl: le enrostra incluso su experiencia como soldado para que no tenga asco en matar. La infaltable femme fatale de noir que es víctima y victimaria a la vez. Un hombre inocente queda atrapado entre dos demonios donde todos los caminos convergen, representado en las líneas ferroviarias, muchas de ellas curvas y bifurcadas. Nadie puede escapar de las vías del destino.

No pocas discusiones han surgido entre los cinéfilos sobre si es mejor la versión de Renoir o la de Lang, o cuál de ellas es más fiel a la novela original de Zola. Pero, en cualquier caso, es evidente que Lang no escatima en contar una historia fatalista muy bien lograda y con grandes actuaciones en Human Desire.

Fuera en Alemania o en Hollywood, Lang fue un genio del cine, constantemente innovando en la técnica y dominando varios géneros en distintos ambientes: ciudades reales o futuras, desiertos o ferrocarriles; con personajes de todo el espectro social, con sus problemas y aspiraciones.

No por nada su influencia es reconocida con su rol de sí mismo en El desprecio (Le Mépris, 1963) de Godard: los personajes de Brigitte Bardot y Michel Piccoli discuten si son mejores sus films germanos o americanos, con el maestro delante de ellos bajo el sol romano.

Disponible en Qubit TV.

 

*Reseña autorizada para ser publicada exclusivamente en Diario Cine y Literatura.

 

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Gabriel Anich Sfeir (Rancagua, 1995) es egresado de Derecho de la Universidad de Chile y ayudante en las cátedras de Derecho Internacional Público y Derecho Comunitario en la misma Casa de Estudios. Sus principales aficiones son la literatura policial y el cine de autor.

 

 

 

Tráiler:

 

 

Gabriel Anich Sfeir

 

 

Imagen destacada: Human Desire (1954), de Fritz Lang.

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