No es posible abordar la producción de la dramaturga chilena sin señalar lo que destaca en todo momento la profesora Carmen Márquez en su edición española de dos obras de la autora: su compromiso con las temáticas sociales y la visión crítica en torno a la historia de su país.
Por Roberto García de Mesa
Publicado el 9.6.2020
La Asociación de Directores de Escena de España, en su colección Iberoamericana, en 2013, publicó un volumen con dos obras de Isidora Aguirre (Santiago de Chile, 1919-2011) que he tenido ocasión de leer recientemente. Carmen Márquez Montes, profesora de la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria, es la responsable de esta excelente edición crítica de dos de las piezas más importantes de su producción dramática: Los libertadores Bolívar y Miranda, además de Retablo de Yumbel.
La obra literaria de Aguirre se desarrolló ampliamente en el teatro, pero también escribió novelas y relatos, así como guiones de cine y televisión. En su obra dramática destacan Los papeleros (1964), Carolina (1966), Los que van quedando en el camino (1970), Lautaro (1982), La pérgola de las flores (1986), Retablo de Yumbel (1987), Los libertadores Bolívar y Miranda (1993), Mi primo Federico (1997), Manuel Rodríguez (1999) o Las pascualas (2008), entre otras piezas.
En narrativa, las novelas Doy por vivido todo lo soñado (1987), Carta a Roque Dalton (1990), Santiago de diciembre a diciembre (1998) o Guerreros del Sur (2011). También realizó incursiones en la literatura dedicada a los más jóvenes: Ocho cuentos (1938), Wai Kif (novela, 1948) o Anacleto Avaro (teatro, 1970). Ejerció como profesora de Teatro Chileno y de Técnica Literaria del Drama en la Escuela de Teatro de la Universidad de Chile. Llegó a recibir algunos galardones como, por ejemplo, el Premio Municipal de Teatro 1972, el Premio Casa de las Américas 1987, el Premio Consejo del Libro y la Lectura 1994 o el Premio de la Asociación de Periodistas de Espectáculos, Arte y Cultura de Chile, en 2010, entre otros.
No es posible abordar bien la producción de Isidora Aguirre sin señalar lo que destaca en todo momento la profesora Carmen Márquez: su compromiso con las temáticas sociales y su visión de los hechos históricos. Aguirre estudió danza, dibujo y otras materias artísticas, y aunque no lograra diplomarse por problemas de salud, llegó a cursar Servicio Social (Trabajo Social) en la universidad. Salvador Allende, al ver Los que van quedando en el camino, le pediría a Aguirre llevar su obra durante su campaña política, algo que no pudo producirse, pero la dramaturga compuso varias piezas breves ex profeso para dicha campaña que fueron representadas por un grupo fundado por ella y llamado “Teatro Popular Experimental Aficionado”.
En varias ocasiones colaboró con Allende, durante su gobierno, con la agrupación “Los cabezones de la feria”, además escribió la obra La historia de las JJCC, bajo la dirección de Víctor Jara, la cual fue representada en el Estadio Nacional de Santiago, el mismo lugar que acabaría siendo, con posterioridad, un masivo campo de concentración del régimen militar golpista de Pinochet.
Durante la dictadura, Aguirre sufre los años de represión popular y se aleja de los escenarios un tiempo. En 1982 regresa a las tablas con Lautaro, una obra que se une a los movimientos de protesta contra el gobierno que iban tomando una forma más organizada en aquellos momentos. De hecho, en alguna entrevista, Isidora Aguirre llegó a reconocer que el grito final de victoria mapuche que lanza Lautaro desde la muerte representaba el grito de Allende en su discurso final desde La Moneda. Carmen Márquez pone un especial hincapié en todas estas consideraciones que atraviesan la obra teatral de Aguirre, en su introducción:
«Ya sea desde la historia o introduciendo en escena a los sectores más desfavorecidos, investiga sobre el acontecer social, sobre el hombre, desde estructuras, en su mayoría, de corte brechtiano, con la intención de propiciar la reflexión y toma de conciencia por parte del espectador. Un teatro siempre comprometido con el hombre, con la necesidad de mejora y con la denuncia de la explotación y la injusticia, uniendo ideario político y estética creativa» (págs. 29 y 30).
Como he señalado antes, el presente volumen contiene dos obras de Isidora Aguirre. La primera de ellas se titula Los libertadores Bolívar y Miranda. En ella, su autora realiza un alegato contra las dictaduras y el uso desproporcionado del poder. La mirada sobre dos de los principales protagonistas de la independencia americana se presenta con todas sus luces y sombras.
Con esta pieza, Aguirre reflexiona sobre la vida de Bolívar, sobre su relación con Miranda y el proyecto de una América unida. Como si fuera una especie de vía crucis, Bolívar y Miranda llegan a reconocer sus errores y a valorar sus aciertos a través de una obra que pretende propiciar un debate sobre el futuro político del continente, futuro político que parece condenado a repetir las mismas equivocaciones, incluso en la historia reciente, con el nacimiento de nuevos caudillos, generales o políticos que abusan de sus posiciones privilegiadas.
La segunda de las dos piezas de este volumen se titula Retablo de Yumbel (Crónica dramática sobre los detenidos desaparecidos). Esta obra recoge un capítulo trascendental, terrible y vergonzoso para la historia de Chile: el de los detenidos desaparecidos y fusilados en el pueblo de Yumbel. Todo esto es explicado en una nota de la edición:
«En 1979 aparecieron en un lugar clandestino del pueblo sureño de Yumbel, los restos de 19 dirigentes, los que figuraban en las listas de detenidos-desaparecidos, fusilados –como se comprobó en el juicio–, tres días después del golpe militar del 11 de septiembre de 1973, durante su traslado a prisión. Quedó establecida la identidad de cada una de las víctimas, así como la de quienes los fusilaron, pero, tal como ocurriera anteriormente en el caso de los que aparecieron enterrados en las minas de Lonquén, los victimarios quedaron impunes. Antes de ser declarados culpables, se acogieron a la Ley de Amnistía dictada en 1979 por el gobierno militar con efectos retroactivos. Otro tanto ocurrió con 18 dirigentes campesinos que aparecieron en la vecina localidad de Mulchén. Esta obra le fue solicitada a su autora en 1984, por el conjunto de teatro “El Rostro”, de Concepción, como un recordatorio y un homenaje a los detenidos desaparecidos de la zona» (pág. 137).
Para Aguirre el teatro es el foro donde se presentan los discursos, el diálogo político, donde los más desfavorecidos adquieren mayor visibilidad social, donde se condenan las injusticias y donde la dialéctica se convierte en su principal aliado. Con estas dos piezas, la dramaturga trata de mostrar al público la trascendencia de los acontecimientos pasados y cómo las malas decisiones, las traiciones, los contratiempos, los abusos indiscriminados del poder han determinado las dictaduras en la historia reciente. Aguirre da voz, visibilidad al pueblo, denuncia las injusticias, busca generar un clima de conciencia y se convierte, por tanto, en portavoz de un debate crítico esencial.
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Roberto García de Mesa (Santa Cruz de Tenerife, España, 1973) es poeta, dramaturgo, narrador, dramaturgista, ensayista, filólogo, comisario de exposiciones, director de escena, artista visual y músico. Es licenciado en derecho y en filología hispánica. También es doctor en filología hispánica. Tiene su propia compañía de teatro. Ha publicado más de cincuenta libros de poesía, teatro, narrativa breve, ensayo, conversaciones y ediciones críticas, como, por ejemplo, Memorias de un objeto, Oblivion, Nausinoos, Sobre la naturaleza de la fragilidad, Apuntes teatrales, La señora Blume, Teoría de los ocho movimientos, Outside, Hamlet Post Scriptum, La edad del frío. Conversaciones con Antígona, Cinco ensayos sobre poesía escénica, La poesía en el teatro, la pintura en la música, Fractales, El teatro de vanguardia en Canarias (1924-1936), Conversaciones con Rafael Arozarena, entre otros títulos. Obras suyas han sido traducidas a varios idiomas. Es miembro de la Academia de las Artes Escénicas de España.
Imagen destacada: La dramaturga chilena Isidora Aguirre.