La división de grupos en el Chile «libre» de Evópoli

Estas clasificaciones —que bien podrían parecer el capricho de un holgazán viñamarino como yo—, corresponden a la realidad de un país concebido para ser despedazado hasta la saciedad, engullido y abusado, sin que nadie se de cuenta. Y si alguien lo percibe, ese ciudadano (léase consumidor), entonces no sirve de nada.

Por Walter Garib Chomalí

Publicado el 1.6.2020

En nuestra sociedad, en cuatro grupos se dividen las personas. También hay grupúsculos, cofradías y parroquias. Sin embargo, ahora debemos referirnos a la división clásica, la cual rige nuestro destino. A saber: 1.—Los dueños del rebaño o ganaderos. 2.—Los ovejeros o caporales. 3.—Los borregos o corderos y 4.—La masa explotada. Divisiones que bien podrían parecer capricho de holgazán, corresponden a la realidad de un país concebido, para ser destazado hasta la saciedad, engullido y abusado, sin que nadie se de cuenta. Y si alguien se da cuenta, no sirve de nada.

Cuando los dueños del rebaño, los señores ganaderos comen, la acción se llama degustar o deglutir. Los ovejeros o caporales, comen; los borregos agarran las sobras y el pueblo engañado, mata el hambre. Ninguna novedad. Al llegar la hora de vaciar el vientre o la vejiga, los cuatro grupos se hallan expuestos a la misma sagrada función. Todos estamos obligados a sentarnos en el trono o a ponernos en cuclillas. A veces, depende del estado de ánimo o donde nos sorprende la urgencia. Los ganaderos, por su condición privilegiada, obran y desbeben; los ovejeros o caporales, deponen y orinan; los borregos evacuan y mean y la multitud, siempre caga.

Cualquiera advierte que se trata de sinónimos, de una división antojadiza si se quiere, o no se quiere. A la hora de hacer las necesidades biológicas, hay matices, costumbres, y nadie lo puede eludir. No es lo mismo sentarse en la taza de un baño o ponerse en cuclillas en un pozo negro, o hacerlo en un paraje solitario. Esta última costumbre vinculada a la vieja historia que nos llega del pasado, se convierte en el acto poético. Evacuar mientras se observa el cielo y la naturaleza, es la exaltación de la libertad.

El lenguaje y la escritura, creados por el hombre, es el vehículo destinado a comunicarse, el cual utilizan hasta los sordos y ciegos, usando audífonos o el sistema de lectura táctil, llamado Braille. En esta categoría se excluye a los analfabetos de espíritu, que viven en calidad de sanguijuelas. Todo esto se dice para explicar las diferencias que se producen en una sociedad que se cree democrática. ¿Y a propósito? ¿Dónde he escuchado esta palabreja que me remite al pretérito? Se excluye de estas clasificaciones al lumpen, dedicado al narcotráfico y a mantener cautivas a las poblaciones más desamparadas de las ciudades.

Ahora, como paliativo y en un acto de amor maternal, al gobierno se le ocurre repartir cajitas de la solidaridad, destinadas a ayudar a quienes han perdido su trabajo. A los eternos cesantes, a los que viven de jubilaciones minúsculas, destazadas y engullidas por los dueños de las AFPs, los buitres internacionales de siempre. Si estos pertenecen al primer grupo de nuestra clasificación, deben comer filete y lo merecen, debido a sus desvelos, que se traduce en amor al prójimo.

Se recurre a la eterna solución de parche, a la caridad cristiana, destinada hoy a combatir el hambre. Y mañana, hay que esperar que se produzca una nueva emergencia y volverán las cajitas de ayuda. A ponerse en fila. También se puede recurrir a “La tía Rica”, donde se empeña la sortija de casado. O la bicicleta, si no hay sortija. Además, se organizarán comités para reunir la ropita usada o pasada de moda y llevarla a las poblaciones.

Al pueblo, entonces, se le exige paciencia. Nadie la tiene si se encuentra con las tripas vacías, pegadas al esqueleto. El gobierno descubre —oh prodigio— que los desamparados de la tierra, comen todos los días. ¿O es un exceso o deberían hacer dieta, para combatir la obesidad? Medidas paliativas, cuya generosidad recuerda a los mecenas, impulsores de las artes y de la cultura, parecen trajes de payaso. Se han confeccionado parches sobre parches y vamos a tener circo hasta la primavera.

 

***

Walter Garib Chomalí (Requínoa, 1933) es un periodista y escritor chileno que entre otros galardones ha obtenido el Premio Municipal de Literatura de Santiago en 1989 por su novela De cómo fue el destierro de Lázaro Carvajal, y el premio de novela Nicómedes Guzmán en 1971.

 

Walter Garib Chomalí

 

 

Crédito de la imagen destacada: La Segunda.