Independiente del hecho de su producción geográfica, lo que la filmografía «noir» resalta es una sociedad violenta e hipócrita, con presencia activa del crimen organizado (mafias) y capturada por la corrupción, condiciones que representan una amenaza para el héroe y protagonista, como también para otros personajes que se vinculan con este.
Por Fernando Moure Rojas
Publicado el 9.6.2020
Este género cinematográfico surgió en los Estados Unidos entre la década de 1930 y 1950, período en que alcanzó un notable auge en número de producciones y por aceptación masiva de público, comparable con la “fiebre” de los western. Hay entendidos que sostienen que el cine negro no es propiamente un género y que, además, responde a una realidad social propia de los Estados Unidos y, particularmente, a períodos de crisis de dicho país; pero veremos hacia el final del texto que la evolución de este género en el siglo XXI lo sitúa en otros territorios. Es preciso consignar que hace décadas que las películas rara vez se encasillan en uno solo, encontrándonos por lo general con varios en un mismo filme y que su calificación refiere al género predominante.
Resulta curioso que esta denominación —en francés Film Noir— la usó por primera vez el crítico Nino Frank, en un artículo escrito en 1946. Él era un escritor italiano, hijo de padres suizos, que ejerció su profesión en París y bautizó con este término a las películas norteamericanas del género policial, producidas en las décadas de los 30 y 40. Cabe mencionar que dichos filmes llegaron a Europa recién terminada la II Guerra Mundial. La crítica cinematográfica lo adoptó después para denominar este género, cuya definición parece algo imprecisa, pues no siempre resulta obvia su diferenciación con otros géneros previos, como el cine de gánsteres o de crimen y suspenso (thriller) o policial y social.
Las películas caracterizadas como cine negro giraban en torno a hechos delictivos y criminales relacionados con el período de prohibición de fabricación y consumo de licor, así como al crimen organizado durante y después de la depresión de la década de 1930 en Estados Unidos. Por la intensidad expresiva de los caracteres y una marcada estilización visual, este género se le consideró próximo al expresionismo.
Era característico el uso de un lenguaje metafórico, de escenas con iluminación tenebrosa y experimentaciones propias del cine en blanco y negro con los claroscuro; esto último se acentuaba a menudo con cuadros nocturnos o escenas con lluvia ambiental. Además, se aplicaba juego de sombras buscando resaltar con ello la psicología de los personajes. Es razonable deducir que el impacto visual de dichos efectos en la cinematografía en blanco y negro fue lo que indujo a Frank a imaginar el término Film Noir.
Lo que el cine negro resalta es una sociedad violenta e hipócrita, con presencia activa del crimen organizado (mafias) y capturada por la corrupción, condiciones que representan una amenaza para el héroe y protagonista, como también para otros personajes que se vinculan con este. Por otra parte, expresa esas características en un ambiente pesimista y cargado de fatalismo. A diferencia de otros géneros, sus finales suelen ser más de agraz que dulzor, o derechamente trágicos, incluso concluir con el fracaso del protagonista.
Otro componente distintivo del cine negro es la presencia de la femme fatale, esa mujer bella y en apariencia inofensiva, pero que es en la práctica tan peligrosa que puede convertir a los personajes que la rodeaban en víctimas de sus pasiones o en juguetes de sus propósitos ocultos, conduciéndolos a riesgos extremos o a un destino funesto, en particular al protagonista, quien para colmo mantiene una tortuosa relación amorosa con ella. Al mismo tiempo, la personalidad de los protagonistas ofrece contrastes y sus motivaciones no resultan evidentes, con imprecisas fronteras entre buenos y malos.
Así, los detectives privados, personajes recurrentes del género, se mostraban duros, inestables, venidos a menos, inseguros muchas veces de sí mismos o de los desafíos que enfrentaban con intenciones contradictorias y moviéndose en un difuso plano del bien y el mal. De esa manera, el protagonista se convertía en el prototipo del antihéroe, muchas veces ligado a un oscuro pasado y con problemas conductuales o ciertas adicciones ocultas, como alcohol o drogas.
Un buen ejemplo de lo descrito lo encontramos en El halcón maltés (1941, en su tercera versión), ícono de este género cinematográfico, la película se basó en la novela homónima de Dashiell Hammett y cuyo guion adaptó John Huston, su director debutante, con Humphrey Bogart en el rol del detective Sam Spade. Asimismo, varias novelas de Raymond Chandler llegaron a la pantalla, autor vital de la novela negra, con su clásico personaje, el detective privado Philip Marlowe, también interpretado por Bogart, entre otros actores que lo encarnaron.
Grandes directores y destacados actores incursionaron con éxito en películas de este género. Citaré algunos de mayor renombre: Calle sin salida (Dead End, 1937) de William Wyler, con Silvia Sidney, Joel Maccrea y Humphrey Bogart; Perdición (Double Indemnity, 1944) de Billy Wilder, con Fred MacMurray, Barbara Stanwyck y Edward G. Robinson; Laura (1944) de Otto Preminger, con Gene Tierney, Dana Andrews y Vincent Price; El extraño (The Stranger, 1946) de Orson Welles, con él mismo, más Edward G. Robinson y Loretta Young; El justiciero (1947) de Elia Kazan, con Dana Andrews y Lee J. Cobb; El ídolo de barro (1949) de Mark Robson, con Kirk Douglas, Arthur Kennedy y Marilyn Maxwell; y termino con El tercer hombre (1949) de Oliver Reed, con Joseph Cotten, Alida Valli, Orson Welles y Trevor Howard. Y ya entrados en los cincuenta, mencionaré un par más: Atraco perfecto (The Killing, 1956) de Stanley Kubrick y Sed de mal (Touch of Evil, 1958) de Orson Welles.
Me parece oportuno también recordar algunas películas notables de este género muy posteriores al boom habido entre los 30 y los 50: China Town (1974) de Roman Polanski, escrita por Robert Towne quien obtuvo el Oscar a Mejor Guion Original; Los Intocables (1987) de Brian de Palma, inspirada en la novela homónima escrita en 1957 por Eliot Ness y Oscar Fraley; L.A. Confidential (1997), calificado como neo film noir, de Curtis Hanson y con guion adaptado de la novela de James Ellroy; Jackie Brown (1997) de Quentin Tarantino, con Pam Grier, Samuel L. Jackson, Robert de Niro, Bridget Fonda y Michael Keaton. Un caso especial fue Road to Perdition (2002), que por haberse basado en una novela gráfica fue dirigida por Sam Mendes. En China Town, L.A. Confidential y Jackie Brown nos encontramos estupendos ejemplos de femme fatal: Dunaway en la primera, Basinger en la segunda y Grier en la última, las tres con diferentes suertes, para ellas y los protagonistas.
¿Y cuál ha sido el devenir de este tipo de cine en el siglo XXI?
En el país de origen ha evolucionado hacia formas donde se privilegia más la acción que la psicología de los personajes, y si bien persisten protagonistas antihéroes, estos muestran características diferentes a la del clásico detective; cambios que también identificamos en el modelo de femme fatal. Así tenemos ejemplos evolucionados en Memento de Cristopher Nolan, donde Guy Pearce, un investigador de seguros con su memoria dañada investiga un crimen en el que aparece involucrado utilizando fotografías con anotaciones, Shutter Island (La isla siniestra), de Martin Scorsese, donde dos investigadores (Leonardo Di Caprio y Mark Ruffalo) buscan un criminal en una isla—sanatorio, repleta de personajes misteriosos y con una trama donde nunca sabremos con certeza quiénes eran buenos y quiénes malos; y en Fargo (1996) de los hermanos Coen, donde el investigador que busca a los asesinos es ella (Frances McDormand), una policía de pueblo y, además, embarazada; un caso especial es Drive, del sorprendente director y productor danés Nicolas Winding Reft, a quien le cuelgan haber dado con la fórmula del Nordic Noir, y con rol protagónico de Ryan Gosling, quien interpreta un personaje del cual ni siquiera sabemos su nombre, ni tampoco conocemos de su pasado.
Y fuera de Norteamérica, ¿cuál es el panorama del cine negro?
Nos encontramos con dos expresiones de interés. Una, conocida como Asia Noir con creaciones orientales que adoptan elementos del cine negro y le añaden componentes de violencia, acción y artes marciales propias de su cultura. En Europa, tenemos el llamativo caso del ya mencionado Nordic Noir que se aprovecha del fenómeno literario de la novela policial nórdica y recrea los personajes de sus autores superventas (Stieg Larson, Henning Mankel, Jo Nesbo, Liza Marklund y Jussi Adler-Olsen).
Estos escritores son “hijos” de los padres de la literatura de crimen y misterio escandinava, la pareja sueca formada por Maj Sjöwall y Per Wahlöö, quienes crearon diez novelas del detective Martin Beck, durante las décadas de los 60 y 70, convertidas luego en películas y serie de televisión. Tan atractivo para el público ha resultado este suceso que el 22 Festival de Cine Europeo en Chile (presentado vía streaming del 1 al 18 de junio) incluye Expediente 64, la cuarta entrega fílmica de Los casos del Departamento Q, saga de novelas policíacas del danés Adler-Olsen.
Al igual que otros géneros, el cine negro se mantiene vigente y se renueva cada tanto, encontrando nuevas y ricas fuentes en otras culturas literarias y cinematográficas, distintas de Estados Unidos, su cuna.
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Fernando Moure Rojas nació en Santiago en 1950 y creció siendo parte de una familia numerosa, donde la lectura era un culto. Su facilidad para escribir la derivó hacia la consultoría y una larga carrera ejecutiva en distintas empresas, por 46 años. Se define como escritor tardío, porque se volcó a la ficción y poesía después de los 60. Tiene a su haber: Septiembre sin primavera (novela, 2013), El camino del aprendizaje (reflexiones y fotografías, 2014), Amores y quebrantos (poemas, 2017) y Legado de familia (cuentos y relatos, 2019).
Imagen destacada: La actriz Kim Basinger y el realizador Curtis Hanson en el rodaje de L.A. Confidential (1997).