La historia literaria oficial ha despreciado e ignorado a la lira popular, sin embargo, su voz permanece como un molde en el cual el pueblo ha podido verter sus preocupaciones y así expresar su alegría y su tristeza, su contento y su descontento. Rosa Araneda (1850 – 1894) dio una fuerte lucha por ingresar su registro y el discurso de todas las mujeres a este círculo doblemente cerrado. Su pluma fue una espada afilada que desafió el poder del machismo y logró triunfar en el siempre difícil mundo de las letras y de la cultura nacionales.
Por Emilio Vilches Pino
Publicado el 14.5.2018
La lira popular, como muchas otras manifestaciones culturales y artísticas, estuvo durante mucho tiempo dominada por la masculinidad. Las pocas mujeres que intentaron ingresar a este círculo de artistas fueron blanco de críticas y de discriminación. Sin embargo, como siempre, ellas fueron capaces de romper esa barrera y lograron penetrar con voz propia en la oficialidad de un discurso que, paradójicamente, siempre ha estado fuera del canon literario de nuestro país.
Es sabido que la historia oficial la van escribiendo los grupos hegemónicos y que lo popular siempre va construyendo una cultura alternativa, aunque muchas veces resulte mucho más “real” que la oficial. La lira tuvo que asumir este papel en años en que la literatura tenía una función distinta: la de educar al pueblo. Mucho se ha investigado al respecto, José Victorino Lastarria y los intelectuales del siglo XIX asumieron una postura cercana a la Ilustración europea y desde allí intentaron “crear” una literatura que mostrara los defectos de la sociedad y los corrigiera, en pos de una nación basada en los ideales de la élite ilustrada nacional. Y dentro de ese proyecto político y literario las manifestaciones populares quedaron absolutamente excluidas. Más que mirarlas en menos, fueron simplemente ignoradas. Los libros de historia de nuestra literatura no toman en cuenta a la lira popular, la ignoran o la mencionan como una simple anécdota desprovista de valor literario real. Solo en los últimos años, y aún de manera muy escasa, la lira ha logrado cierta visibilidad.
Dentro de este contexto, la lira tuvo que alzarse como un discurso contracultural. Sin embargo, los hombres dominaron exclusivamente esta expresión artística y, como he mencionado anteriormente, se llegó a discriminar a las mujeres que intentaban ingresar a este círculo cerrado. Rosa Araneda y su pluma espada peleó por poder instalarse como voz y triunfó. Pero esto no fue para nada algo simple.
Poco se sabe acerca de la vida personal de Rosa Araneda. A través de sus versos se ha logrado tener algunos datos biográficos, pero a todas luces escasos. Se cree que nació entre 1850 y 1865 y habría muerto tempranamente en los últimos años del siglo XIX. De origen campesino, Rosa Araneda emigró a Santiago y habitó en los barrios cercanos a la Vega Central. Tuvo al menos un hijo y estuvo casada dos veces. No sabemos más de su biografía, pero afortunadamente sí de su obra.
Instalarse como voz femenina significa mucho más que simplemente aparecer como autora. Significa además instalarse como mujer, con sus preocupaciones y temáticas, al interior de un mundo en que lo masculino ejercía una hegemonía notoria. Por entonces, vale decir, se separaba poesía femenina y masculina, teniendo cada una argumentos, métrica, cantos e instrumentos propios (Lenz: 1919). Para los hombres estaban permitidos los cantos épicos, la llamada lírica seria, la didáctica (enseñanza) y los contrapuntos. Las mujeres, en cambio, debían mantenerse en el campo de la lírica liviana, el baile y los cantos alegres. Rosa Araneda incluye contrapuntos y desarrolla los mismos temas que los poetas hombres. Por eso la lucha de Rosa Araneda fue doble; triunfar en un mundo de hombres con formas artísticas exclusivas para ellos y a la vez luchar desde una posición popular, relegada oficialmente de los espacios de poder propios de la cultura hegemónica.
Rosa Araneda, debido a su éxito y talento, muchas veces fue cuestionada y puesta en tela de juicio. Se rumoreaba que un hombre escribía sus textos, pues no era concebido que una mujer pudiera hacerlo, mucho menos una de origen popular, tal como lo señala la profesora Marcela Orellana: «En constantes desafíos en versos con otros poetas, es acusada de no ser ella quien escribe sus versos, negándosele así un espacio para su voz de mujer y poeta popular en la ciudad de Santiago de la segunda mitad del siglo XIX» (Orellana, 2009). Rosa, como respuesta, escribió algunos versos en los que se afirma en su condición de poeta y se defiende frente a las dudas referidas a su autoría:
Muchos dicen que no soi
quien hace esta poesía
fijense bien pues señores
haber si en algo varia.
I
Araneda por mi padre
en Tagua-Tagua nací
y también les digo aquí
Orellana por mi madre
aunque a ninguno le cuadre
pregunto y noticias doi
a varios el día de hoy
denme haber los delitos
de que no hago estos versitos
muchos dicen que no soi.
Pero Rosa Araneda no solo fue desafiante con quienes dudaron de su capacidad como poeta, sino que también denunció a través de sus versos muchos aspectos de la sociedad en las cuales el pueblo se veía afectado, como, por ejemplo, en la realidad política post-balmacedista, pero también en temáticas que como mujer la afectaban. En estos versos podemos ver cómo critica y denuncia la violencia intrafamiliar, sin ir más lejos:
Aunque sea la más bella
mujer del jénero humano,
siendo el marido tirano
nunca hará vida con ella
buscándole la querella
llega como un tiburón,
dándole su resfregon
para sacarla de cera;
con tu amable compañera
no seas de mal corazón.
La historia literaria, repito, ha despreciado e ignorado a la lira popular, sin embargo, su voz permanece como un molde en el cual el pueblo ha podido verter sus preocupaciones y expresar así su alegría y su tristeza, su contento y su descontento. Rosa Araneda dio una fuerte lucha por ingresar su voz y la voz de todas las mujeres a este círculo doblemente cerrado. Su pluma fue una espada afilada que desafió el poder del machismo y logró triunfar en el siempre difícil mundo de la literatura y de la cultura nacionales.
Bibliografía consultada:
-Araneda, Rosa. en Aunque no soy literaria:Rosa Araneda en la poesía popular del siglo X I X / compilación y estudio de Micaela Navarrete A. Santiago de Chile: Biblioteca Nacional, Archivo de Literatura Oral y Tradiciones Populares, 1998.
-Lenz, Rodolfo. Sobre la poesía popular impresa de Santiago de Chile: contribución al folklore chileno. Santiago : Impr. Universo,1919.
-Navarrete, Micaela. Aunque no soy literaria: Rosa Araneda en la poesía popular del siglo XIX. compilación. Santiago: Colección de Documentos de Folklore. Ediciones de la Dirección de Bibliotecas, Archivos y Museos, 1998.
-Orellana, Marcela. “Rosa Araneda: Versera y cronista a pesar de todo. Emergencia de una voz femenina y popular en la segunda mitad del XIX”. Nomadías, Nº10, 2009.
Emilio Vilches Pino (Santiago, 1984) es profesor de castellano y magíster en literatura latinoamericana y chilena por la Universidad de Santiago de Chile. Ha publicado bajo el seudónimo de Emilio Ramón el libro de relatos Noches en la ciudad (Santiago-Ander, 2017) y la novela Labios ardientes (La Polla Literaria, 2014).
Crédito de la imagen destacada: Molinete (http://molinete9.blogspot.cl)