«La omisión y el silencio»: La (In) comunicación tras los sonidos

Este montaje combina distintos códigos, la dactilolalia y el código lingüístico oral y escrito. Interrelacionándolos con el fin de que se produzca una comunicación efectiva entre actores y espectadores, y con ello, el mensaje genere sentido. La realización escénica se sustenta, además, desde la performatividad, debido a su carácter social, crítico, reflexivo y la apelación al receptor que busca un impacto en él, una reacción que lo mueva a una toma -o mejor aún, un cambio- de consciencia respecto a la problemática expuesta: la inclusión de los sordos en la sociedad.

Por Jessenia Chamorro Salas

Publicado el 23.12.2017

Se presenta como último montaje del 2017 en el Teatro del Puente, La omisión y el silencio, obra dirigida por Loreto Cruzat[1], quien liderada un proyecto teatral cuyo eje central es la inclusión, adjudicándose un Fondart para su realización.

La omisión y el silencio tiene su origen en un taller que la propia directora realizó con una agrupación de jóvenes sordos e hipoacústicas[2], y que, en el transcurso de su realización, fue generando como muestra final, esta obra, la cual tenía como objetivo -según nos comenta la propia Loreto-, que los padres y familiares de los jóvenes conocieran el mundo y las dificultades que éstos viven. En este sentido, la obra surge a partir de la experiencia colectiva e individual de los sordos, quienes entregan testimonios sobre su biografía y la dificultad que ellos han pasado, sobre todo en la niñez, para relacionarse y ser comprendidos en el mundo que los rodea. En este sentido, la obra colinda con el biodrama, procedimiento teatral que consiste en llevar biografías reales al escenario[3], en este caso, con el objetivo de develar la problemática del mundo de los sordos y enfrentar al espectador a este mundo otro y las dificultades que experimenta, del cual no es consciente, y que tiene como consecuencia el impacto e incomodidad al posicionarlo desde la otra vereda, desde el “mundo de los sordos” el cual utiliza otros códigos, que nos son ajenos en tanto somos sujetos que utilizamos el código lingüístico.

La obra nos enfrenta a otro código, uno sustentado en la corporalidad, en donde el lenguaje kinésico y proxémico son vitales para comunicar lo que los sordos piensan y sienten. La comunicación con el otro es una problemática e imposibilidad que surge del desconocimiento y esa palabra que solo queda en esos signos lingüísticos y que no logra tener un asidero auténtico en la realidad: Inclusión. Pues la obra nos cuestiona sobre nuestra propia capacidad inclusiva, sobre cómo incluimos, integramos y nos relacionamos con los “Otros” que no calzan con el molde prototípico y estandarizado, con los otros que no se comunican con nuestro mismo lenguaje (sordos, ciegos, inmigrantes, etc.). La comunicación se transforma en una dificultad cuando los códigos con que nos comunicamos no son los mismos, pero se convierte en una imposibilidad cuando somos inconscientes de aquello, y los códigos se vuelven paredes infranqueables que nos impiden relacionarnos desde nuestra subjetividad, que nos impiden mirarnos como seres humanos integrales.

La omisión y el silencio combina distintos códigos, la dactilolalia y el código lingüístico oral y escrito. Interrelacionándolos con el fin de que se produzca una comunicación efectiva entre actores y espectadores, y con ello, el mensaje genere sentido. En relación con esto, la realización escénica se sustenta, además, desde la performatividad, debido a su carácter social, crítico, reflexivo y la apelación al receptor que busca un impacto en él, una reacción que lo mueva a una toma -o mejor aún, un cambio- de consciencia respecto a la problemática expuesta. El carácter performático de la realización escénica también radica en la inclusión de actores amateur, a través del taller, cuya diversidad enriquece la construcción de la arquitectónica teatral, y que la dramaturgia de Karen Bauer dio una coherencia que permitió a Loreto Cruzat la elaboración de un montaje que, pese a su origen tallerista y los detalles técnicos y actorales, contiene una propuesta teatral sólida en cuanto a la temática tratada y lo atingente de ésta en una sociedad que poco a poco se abre a la inclusión de personas con capacidades diferentes.

Ser niño y no poder jugar con los demás, ser madre y no poder comunicarse con los hijos, ser joven y no poder salir a bailar y divertirse con los amigos. Ser obligada a hablar pese a no escuchar, ser obligada a insertarse en una sociedad que no comprende tu forma de comunicarte. Ser minusvalorado como ser humano por no entender lo que los otros dicen. Sentirse ajeno en un grupo porque los demás hablan dándote la espalda, sin gestos ni movimientos que te permitan si quiera especular sobre lo que hablan. Son algunas de las problemáticas experienciales que trata la obra y en donde el mensaje es claro. Ellos están bien, ellos no tienen falencias, solo deben ser incluidos en la sociedad y no segregados, porque la verdadera comunicación prescinde de códigos específicos, y va más allá de uno u otro.

Por último, en relación con los aspectos técnicos, destacan la iluminación y los efectos sonoros, los cuales además de contribuir a la generación de una atmósfera, intensifican los efectos comunicacionales, y por ende, el mensaje.

La omisión de una sociedad que no escucha al otro, el silencio de aquellos quienes no son escuchados. La omisión de una sociedad estandarizada. El silencio de los anónimos. El grito de aquellos que necesitan ser tomados en cuenta, incluidos e integrados.

 

[1] Actriz y directora egresada de la Universidad Finis Terrae. Magister en Estudios de Teatro y Cine Latinoamericano y Argentino en la UBA, Buenos Aires, Argentina. Directora Teatro Serendipis: El guarén (2017); Lunes (2013); Feriado (2012). Profesora de clases de actuación, expresión oral y teoría en diferentes escuelas y universidades de Chile. Ha obtenido diversos Fondart y ha publicado múltiples artículos, además de ponencias. En: http://lamaquinadelarte.cl/wp/portfolio-view/loreto-cruzat/

[2] «La omisión y el silencio» es un texto que nace a partir del proyecto Teatro en silencio de Compañía Serendipia en co-producción con la “Plataforma Puente Checoslovaquia” (Teatro del Puente y Espacio Checoslovaquia), integrado por personas sordas e hipoacúsicas. En: http://www.teatrodelpuente.cl/espectaculos/la-omision-y-el-silencio/

[3] Un ejemplo de biodrama en la escena chilena es “El año en que nací” (Lola Arias, 2012)

 

Ser niño y no poder jugar con los demás, ser madre y no poder comunicarse con los hijos, ser joven y no poder salir a bailar y divertirse con los amigos, son algunas de las problemáticas que plantea el montaje de «La omisión y el silencio», en el Teatro del Puente

 

Ficha Técnica:

Dirección: Loreto Cruzat

Dramaturgia: Karen Bauer

Elenco: Pedro León, Valentina Mora, Andrea González, Olga Salazar, André Heredia, Diego Salvo

Iluminación: Manuel Morgado

Producción: Viviana Flores

Del 21 al 29 de diciembre 2017, en el Teatro del Puente

Martes a viernes a las 20:30 horas

Valores de las entradas: $6.000 entrada general, $4.000 tercera edad y $3.000 estudiantes

Dirección: Parque Forestal sin número, entre puentes Pio Nono y Purísima. Metro estación Baquedano. Teléfono 56-2-27324883

 

Crédito de las fotografías: Teatro del Puente