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La pandemia del coronavirus: Un anuncio de la época de los robots

El Covid–19 no actúa por ejemplo, en contra de los animales —hay casos de excepción— lo que nos lleva a pensar que los inventores de este virus, quizás aspiran a otros objetivos de dominación, tales como torcer el estado actual de la evolución biológica: los días de de la automatización mecánica, entonces, se hallan a la vuelta de la esquina.

Por Walter Garib Chomalí

Publicado el 3.8.2020

Si analizamos la lluvia de informaciones sobre el coronavirus, las cuales circulan a diario en Internet, terminaríamos en la casa de orates. Las hay de una extravagancia que linda la fantasía, pero no debemos olvidar que la fantasía es el recurso frecuente, que utilizan los gobiernos para sobrevivir. A cada instante nos asustan, mientras nos obligan a permanecer encerrados en nuestras casas, como si fuésemos idiotas, y la mayor gravedad, consiste en que a través de la TV nos dan películas e informaciones que manipulan y tergiversan la realidad.

Desde marzo nos encontramos bajo un bombardeo de noticias, odiosas propagandas y ofertas de jugar al Loto y a otras loterías, donde nos van a hacer ricos de una pestañada. “¿En qué va a invertir el 10% de su retiro de la AFP?”, se preguntaba en un canal de TV. Desde luego, en comprar una casa, cambiar el auto y matricular a los hijos en colegios de elite.

Se habla de una conspiración internacional, dirigida por una potencia imperial, empeñada en someter a la humanidad, bajo sus perversos designios. No parece una absurda teoría, si se piensa que estas pandemias son silenciosas, ingresan de contrabando a los países y se dan mañana de moverse por donde les da la real gana y nadie las ve. Se acabaron las invasiones realizadas por ejércitos provistos de sofisticados armamento, que van arrasando con todo.

Al coronavirus no le interesa destruir un puente, la vía férrea o incendiar las cosechas de trigo o los bosques. Contaminar el agua y destruir los océanos. Se dirige al enemigo más vulnerable: al ser humano. Los fabricantes de armas, convencidos de la inutilidad de ellas, bien pueden inventar estas pandemias y salir a ofrecer al mercado, mil y una vacunas, que desde luego, ya han fabricado. Ellos se vacunan con anterioridad y vamos con la pandemia por delante.

Otras teorías apuntan a que el coronavirus proviene de un planeta cercano, donde el agua casi se ha extinguido y necesita el agua de la tierra, para sobrevivir. ¿Cómo lograrlo sin ser sorprendido? Sembrar epidemias, y si este método se utilizó en otras épocas, constituye una solución. No se requiere desplegar grandes recursos, mover ejércitos, millones de soldados, aviones, lanzar bombas atómicas, lo cual acabaría con la tierra. Así, no se exponen a sanciones de las Naciones Unidas y otros organismos fiscalizadores. En síntesis, se trata de una guerra limpia, silenciosa e implacable, de corta duración. 90 millones de muertos ocasionaron las dos Guerras Mundiales en varios años de contienda. Hubo destrucción de países hasta sus cimientos, donde las bombas mataron la tierra y por años, quedaron devastadas.

Ahora, si estos invasores silenciosos, desean hacer negocios con el agua, en Chile deben dirigirse a los verdaderos dueños y con ellos, realizar las transacciones del caso. En el supuesto que ya no se la hayan vendido a otro país. En la cláusula debe decirse, que a partir de la entrega total, se suspende la pandemia del coronavirus. Chile es uno de los países con más recursos hídricos del planeta. De allí que los ojos de la avaricia depredadora de éste y otros mundos, nos miran a diario. En el siglo XIX nos robaron el salitre, en el XX el litoral, el cobre, el litio, y en el XXI, el agua y la inocencia.

El coronavirus no actúa por ejemplo, en contra de los animales —hay casos de excepción— lo que nos lleva a pensar que los inventores de esta pandemia, aspiran a otros objetivos. ¿Convertirlos en mano de obra barata o en alimento para engalanar la mesa del sibarita? La época de la automatización y de los robots, se halla a la vuelta de la esquina.

Obligados a escuchar las idioteces divulgadas por la TV, que ingresan en forma clandestina al hogar, luchamos con las armas de la razón. Hasta el momento, hemos sobrevivido a la codicia de esta maligna organización, cuyo nombre nadie conoce.

 

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Walter Garib Chomalí (Requínoa, 1933) es un periodista y escritor chileno que entre otros galardones ha obtenido el Premio Municipal de Literatura de Santiago en 1989 por su novela De cómo fue el destierro de Lázaro Carvajal, y el premio de novela Nicómedes Guzmán en 1971.

 

Walter Garib Chomalí

 

 

Crédito de la imagen destacada: Reuters.

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