La nueva entrega del trovador azteca Andrés Cisneros de la Cruz (vía Cinosargo Ediciones, 2020) nos pone frente al mundo a través de la figura del can, una presencia histórica, mítica y a la vez triste en su permanencia existencial. Así, este animal protagonista del libro es colocado en medio de imágenes surrealistas y alucinantes para develar un mundo desgarrado, aunque fatídicamente prometedor en sus versos.
Por Eva Castañeda Barrera
Publicado el 20.9.2020
La presencia de los animales en distintos textos de la literatura universal ha sido constante y poderosa, pues más allá de ser un leit motiv, éstos se han convertido en protagonistas de poéticas y narrativas que de manera aguda exploran desde el lado más punzante los entreverados caminos de la existencia humana. Pienso por ejemplo, en el can Cerbero, quien forma parte de la literatura griega; Cerbero guardaba la puerta del reino de Hades (el inframundo griego) y se aseguraba que los muertos no salieran de ahí, mientras que los vivos no podían entrar.
La existencia de un perro en la entrada de los infiernos parece que ya estaba presente en la mitología indoeuropea, pues aparece en los mitos de otros pueblos, tal es el caso del perro Garm en la mitología escandinava.
Por otra parte, y para seguir con ejemplos que evidencia la importancia de los animales en el imaginario cultural de distintas civilizaciones, tenemos que los filósofos hindúes imaginaban a la tierra apoyada sobre cuatro pilares que a su vez estaban sobre cuatro elefantes, y éstos sobre una tortuga gigante que nadaba en un océano enorme. La Tierra debía estar sujeta sobre algo, pensaban, para que el orbe celeste no se cayera sobre ella.
Así pues, la cosmovisión que se ha configurado en torno a los animales, es basta y rica en significados, pues la naturaleza de éstos resulta sin lugar a dudas mucho más transparente, honesta y compleja que la de los seres humanos.
En este sentido, La perra láctea de Andrés Cisnegro (el seudónimo del poeta mexicano Andrés Cisneros de la Cruz), es un libro que explora a través de la figura del can, un universo signado por la muerte, el abandono, la tristeza, la ira y demás tópicos que se han convertido en temas permanentes de la poesía. No obstante, lo anterior, Cisnegro hace una vuelta de tuerca al insertar el elemento narrativo como recurso estructural del poemario.
Es decir, estamos frente a un libro que nos cuenta una historia cuyos derroteros son múltiples, de tal modo que el poema inaugural nos coloca frente a Dorian, “ese perro negro/ que ocupó el centro de un cubo vacío/ ] el espacio de nadie [“. Dorian es el personaje de un narrativa que se irá transformando a medida que el libro avanza.
Un libro que también transita por los claro-obscuros de la palabra: “¡ladra, perro!/ intenta decir quién eres/ canta colibrí”. Estos versos resultan significativos en la medida que condensan el significado dual de la poesía. Por una parte, tenemos a la palabra como un signo que alude a lo más violento y desesperado, a caso el grito, a caso el ladrido. Por el otro, la palabra nombra a aquello que transite suave y delicado por el mundo. Cisnegro pone frente a nuestros ojos el ladrido del perro y el canto del colibrí como un camino dual de la poesía, como lo diferente y lo igual.
Mi disertación sobre La perra láctea podría correr por todas partes, pues sin lugar a dudas es un libro que no se nos presenta como algo fácil; las puertas de entrada a sus diversos significados se multiplican como si estuviéramos en un salón lleno de espejos. Así entonces, pretender abarcar todas las posibles interpretaciones en una cuántas páginas es una empresa ambiciosa. Por ello me he detenido, me detendré, en aquello que me ha conmovido e inquietado.
En ese sentido, encuentro que el poema, “Levanto el cuerpo de un perro llamado 68”, posee un lugar particular en este libro, dado que hace un corte de índole histórico, o dicho en otras palabras, nos introduce en un momento muy particular en la vida de este país. Pienso que este texto evidencia en muchos sentidos la posición estética y política de Cisnegro, dado que la voz poética está nombrando desde un tiempo focalizado y concreto:
Antes de que vuelvan
a triturarlo con las firestone
de una tanqueta disfrazada
de peace and love.
Levanto el pellejo de ese perro
hambriento —de lo que ellos nombran venganza
y para nosotros es simple justicia—.
En esta estrofa de manera sintética y exacta se resume el espíritu de la década de 1960 con su ánimo de lucha y esperanza, pero también con su terrible tufo de autoritarismo y muerte. La voz poética pasa de lo individual a lo colectivo, y entonces las palabras venganza y justicia se adueñan de esta narrativa ominosa. La figura del perro trasciende, como al inicio lo advertí, el mero leit motiv, para instalarse como una imagen poderosa que apela a la memoria. La memoria individual, colectiva e histórica:
Somos hijas hijos de huitzilopochtli.
Somos el aullido de la perra mayor.
Gran perra de las trasmutaciones,
He aquí nuestra cántiga.
Aparece entonces, una vez más la imagen del canto, sólo que a hora a través de la voz en plural: “Somos hijas hijos de huitzilopochtli/ Somos el aullido de la perra mayor.” De este modo se puede observar que memoria y canto son dos de los ejes fundamentales que atraviesan La perra láctea, el libros se mueve por temáticas distintas que al final conectan entre ellas; por eso líneas arriba advertía que la narratividad es un recurso importante para la constitución del poemario.
Su unidad está dada por la figura del perro atravesando distintos universos que al final, si hicimos una lectura inteligente e integral, podremos conectarlo todos: desde “Cleopatra nunca se fue de casa”, pasando por “Perra blanca, perra negra”, “Perra ira”, situándonos en “Un perro vive en los ojos de Borges”, Los sueños hirsutos de Lilo”, hasta llegar al “Santuario en el fin de la tierra”, el lector se encontrará en un cosmos diverso cuyas imágenes dan cuenta de aspectos varios de la vida.
En virtud de lo anterior, la obra poética de Andrés Cisnegro ha dado cuenta siempre de su particular reflexión sobre el mundo que habitamos, sus significados, sus juegos de espejos, su maldad y la delicadeza con la que a veces, muy a veces nos topamos.
Cisnegro nos pone frente al mundo a través de la figura del can, una presencia histórica, mítica y por momentos sumamente triste. Este perro protagonista del libro es colocado en medio de imágenes surrealistas y alucinantes para develar un mundo desgarrado:
Dichoso tú que nada te pertenece.
Y que has llegado al final de la tierra
para volver al principio
de lo que tú o yo
sólo percibimos como desconocido.
Al final, la voz poética le habla al perro y en una confesión abierta y frontal va develando las cosas del mundo, los dolores del mundo. La miseria que entraña como minúsculo grano de sal un poco de esperanza, algo de la luz que hace al infinito.
Así como en uno de los poemas iniciales se equipara al ladrido con el canto del colibrí, de ese mismo modo se nombra la obscuridad y los eventuales destellos de luz que oscilan entre la vida y la muerte. Cisnegro dice, Finispherra y en este juego de palabras bordea el final de la existencia canina y humana.
Los dos versos finales son acaso una grieta por la que se filtra un resplandor vital y poderoso, una fuerza femenina que abarca el libro reiterada y sostenidamente. Sea pues esa luz obscura:
Deja que te muerda la perra láctea, perro
permite que te mastique la vida perra.
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Eva Castañeda Barrera es escritora e investigadora mexicana. Licenciada en lengua y literaturas hispánicas, maestra en letras y doctora en letras por la Universidad Nacional Autónoma de México, UNAM, es además investigadora asociada en el Centro de Investigaciones sobre América Latina y el Caribe (UNAM). Se ha especializado en el estudio de la poesía coloquial mexicana y latinoamericana contemporáneas.
Es jefa de redacción del Periódico de Poesía (UNAM), y miembra fundadora del Seminario de Investigación en Poesía Mexicana Contemporánea.
Ha publicado poemas, ensayos, reseñas y artículos críticos en diversos medios escritos y electrónicos nacionales e internacionales, y también ha sido incluida en diversas antologías poéticas.
Crédito de la imagen destacada: Ingrid Valencia.