Este relato es una ventana abierta que nos otorga la posibilidad de mirar la realidad —a través de los ojos del mediático escritor chileno— en un libro entretenido, sin grandes ambiciones narrativas, y el cual permite conocer el vagabundeo de su autor por distintas ciudades europeas y americanas en la búsqueda de su verdadera identidad.
Por Martín Parra Olave
Publicado el 18.10.2020
El prolífico escritor chileno nos narra en su último trabajo, las experiencias que ha tenido que vivir en su paso por las ciudades de Nueva York, Madrid y Puerto Príncipe: “Basta y sobra una muestra de piel para saber de qué está enfermo o donde reside la fuerza de un individuo o de una manzana”.
Con esto justifica, que a pesar de no haber vivido por demasiados años en los lugares del relato, ni tampoco haber recorrido la totalidad de la ciudad o el país, se puede conocer y hablar, con cierta profundidad, del lugar en que se encuentra, pues la piel es una frontera que nos permite conectarnos con el exterior y aprender lo que sucede a través de ella.
La superficialidad como método para conocer en profundidad. Su trabajo es una permanente búsqueda para entender la posición o el lugar del inmigrante: “Ser extranjero es —y para un ególatra como yo resulta una prueba imposible— lograr que no te vean como distinto. Es lograr desaparecer del todo, o desaparecer en tu peculiaridad y empezar a ser los otros”.
Camuflarse o mimetizarse con los ciudadanos donde está viviendo, para así poder llevar una vida incorporada al nuevo país, ¿se logra esto realmente en algún momento?
Después de Nueva York viene su descripción de Haití, que comienza con: “Puerto Príncipe era, esa primera vez que la vi, una red sin fin de calles que parecían vertederos, de edificios a medio construir, de panderetas pintadas con propaganda de peluquerías, de camionetas tatuadas de advertencias bíblicas”, es decir un panorama totalmente opuesto a lo que había visto anteriormente, un territorio plagado de desgracias de todo tipo, donde la fragilidad de la vida es el denominador común de ese lado de la isla.
Gumucio señala que Haití es un: “país donde la muerte no es el fin de nada sino el comienzo de todo lo que importa, una fiesta, un bautizo a otro mundo que es el que importa”. Es decir, huir de esta lamentable y triste realidad a través de la muerte, es una verdadera bendición. Terremotos devastadores, guerras civiles y enfermedades de todo tipo son la condición constante por la que se deben mover los haitianos.
En cambio, Madrid, la capital española, es el punto de llegada del narrador para comenzar a soñar con una carrera literaria y de esta forma encumbrase como una de las figuras relevantes de la nueva narrativa latinoamericana.
Sin embargo, nada de esto ocurre, pues tal cual ha sucedido en las ciudades anteriores, el peso de la realidad se encarga de ubicarlo en el espacio que le corresponde, esto es, en una condición de extranjero que difícilmente vaya a “triunfar” de manera rápida y explosiva. Lo mismo le sucede en Barcelona, donde intenta escribir una novela pero tampoco puede: “Así que parte de mi felicidad barcelonesa se basó en mi incapacidad para escribir la novela muy larga que me prometía”.
El estado de no permanecer demasiado tiempo en un mismo lugar pareciera ser la condición del narrador de La piel del mundo (Literatura Random House, 2020) quien a través de su paso por diferentes ciudades del planeta (Nueva york, Puerto Príncipe, Madrid, Barcelona y un par más), nos da cuenta de toda la fragmentariedad por las que debe pasar. Su periplo no es el del inmigrante pobre, sino más bien del escritor, cuyo viaje responde a otras necesidades, distintas a las de aquel que busca solamente sobrevivir o escapar al infierno de su país de origen.
Al finalizar el libro, y a modo de post scriptum, nos cuenta su última y accidentada visita a Nueva York, donde un accidente en bicicleta lo lleva de urgencia al hospital de la ciudad, que en ese momento estaba saturado de enfermos de Covid–19.
En definitiva, este relato es una ventana abierta que nos otorga la posibilidad de mirar el mundo a través de los ojos de quien, de una u otra forma, ha tocado la piel en todos esos parajes y ha estructurado un libro entretenido, sin grandes ambiciones narrativas, que nos permite conocer el vagabundeo del escritor chileno y su condición de inmigrante.
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Martín Parra Olave es licenciado en gobierno y gestión pública de la Universidad de Chile y magíster en letras de la Pontificia Universidad Católica de Chile.
Imagen destacada: El escritor Rafael Gumucio Araya.