«La señora Dalloway»: La maestría narrativa de Virginia Woolf

El Nobel peruano Mario Vargas Llosa afirmó hace poco que esta obra literaria era una de las diez novelas que debían leerse y la revista «Time» la incluyó en su lista de los 100 mejores textos de ficción dramática en lengua inglesa publicados entre 1923 y 2005.

Por Sergio Inestrosa

Publicado el 8.2.2020

La señora Dalloway fue la cuarta novela escrita por Virginia Woolf (1882-1941) y apareció publicada en mayo de 1925. El argumento se centra en contar un día en la vida de Clarissa Dalloway; la novela aunque da saltos en el tiempo ocurre después de la Primera Guerra Mundial y se ambienta en la ciudad de Londres.

La historia narra los preparativos en que se ocupa Clarissa Dalloway, una mujer casada y de mediana edad, quien va a dar una fiesta esa misma noche para unos amigos con quienes ha dejado de verse.

Usando lo que los expertos llaman perspectiva interior, la novela se desarrolla alternando el presente, los recuerdos y las expectativas sobre el futuro y de este modo se mueve hacia atrás y adelante en el tiempo; también somos capaces de observar lo que ocurre tanto dentro como fuera de la mente de los personajes y de esta forma Virginia Woolf nos da una imagen completa, no sólo de la vida de Clarissa, sino de la estructura social de la sociedad londinense, pocos años después de terminada la Primera Guerra Mundial (1914 – 1918).

Por ejemplo, en la página 7, Clarissa afirma: “¡Qué emoción! ¡Qué zambullida! pues no es otra la sensación que ella tenía cuando recordabas sus días en Bourton, en el campo, lugar donde pasó su adolescencia y donde conoció a los amigos que recibirá, esa noche, en su casa; además en ese lugar vivió la pasión que tuvo por Peter y después allí mismo conoció a su marido. Así pues, volver al pasado le permite a Clarissa analizar el presente, y proyectarse hacia el futuro».

Al volver a ver a Peter, Clarissa reconoce la fuerte atracción que sintió por él, en ese momento vuelve a sentir la atracción, ese poder que Peter tuvo y aún tiene sobre ella; pero, ahora ya adulta y casada Clarissa valora la estabilidad y la seguridad que encontró en Richard Dalloway, su marido. Ella misma admite que la estabilidad es la base de su relación matrimonial la cual carece de misterio y de emoción; se trata de una relación serena y con su esposo son buenos compañeros, más que dos locos enamorados.

Peter, por su parte, reconoce que estando en Bourton, durante aquel verano, a principios de 1890, él estaba tan apasionadamente enamorado de Clarissa y al parecer ella de él; y cuando aquella mañana en el parque St. James riñeron, él se atrevió a vaticinarle su futuro, en ese momento le dijo que ella se casaría con un primer ministro y que por las noches, esperarían a que llegaran los invitados a lo largo de la escalera, la perfecta anfitriona, la llamaba, (pág. 12). Clarissa había llorado a solas en su cuarto, y la vida le había demostrado que Peter tenía razón, que ella se había convertido en la perfecta anfitriona.

En la novela pues, esta crítica de su enamorado terminará siendo el futuro de Clarissa; un futuro tranquilo, sin sobresaltos, típico de una ama de casa que lleva una vida apacible. Así pues, el pasado se ha hecho presente en el caso de la señora Dalloway. Si la obra hubiera sido escrito en la época actual Clarissa, aún estando casada se habría entregado a Peter para ponerle un poco de emoción a su vida, pero obviamente aquellos eran otras épocas.

El lector avezado descubrirá el paralelismo entre el tiempo de la historia que comienza en la mañana, continúa en el almuerzo, se detiene en la modorra de la siesta y las horas que quedan de la tarde, y culmina por la noche con la fiesta y el de los personajes que también tienen esos mismos tiempos fueron jóvenes (la mañana), luego maduraron y se volvieron adultos (el mediodía y la tarde) y ahora viven la proximidad de la vejez (tarde/noche).

En la novela todo es movimiento, la imagen del reloj se repite con insistencia, simbolizando el paso del tiempo; constantemente se oyen las campanadas que marcan las horas; la vida, el relato, los personajes avanzan o retroceden, pero también lo hace el espacio físico de la novela, de esta forma, la narración va del campo (Bourton) a la ciudad (Londres); del parque a la casa, de la calle a la fiesta, donde la señora Dalloway camina, sube las escaleras, va de un grupo a otro atendiendo a sus invitados, mostrándose como la perfecta anfitriona que está llamada a ser.  La vitalidad de Clarissa, quizá como la de muchas mujeres, es un continuo movimiento.

Sin embargo, es importante notar que en la novela, pese al paso del tiempo hay algo que permanece y eso es el quid, la esencia, de los personajes, ese conjunto de valores, de elementos que perduran más allá del tiempo y de las cosas y que les impide traicionarse a sí mismos, buscando salidas que serías perfectamente aceptables en la actualidad. En el caso de Clarissa ella se ha vuelto la perfecta anfitriona y ella no se cuestiona este hecho ni se hace ilusiones de haber vivido una vida diferente. De suyo, la novela comienza y termina de la misma forma, con la imagen de Clarissa moviéndose muy cómodamente entre sus invitados, confirmando así esa capacidad innata de la buena ama de casa.

Lo mismo sucede con Peter: al comienzo de la novela, Clarissa recuerda una frase que le dijo Peter cuando eran jóvenes y que lo definía a él perfectamente:  “prefiero las personas a las coliflores” (pág. 8) y al final de la noche, en la fiesta, Peter le  responde a Clarissa confirmándole lo que le dijo años atrás, que a él: “no le gustaban las coles, dijo Peter”. (pág. 216)

Quizá en la novela, el único personaje que escapa a su destino manifiesto es Septimus Warren Smith quien sufre estrés postraumático, una secuela mental que la guerra ha dejado en él y que termina suicidándose, modificando así su propio destino. Según los expertos, este personaje tiene mucho de autobiográfico pues, Virginia Woolf padecía fuertes depresiones.

Algunos críticos ven un paralelismo entre el Ulises (1922) de James Joyce, novela que relata un sólo día en la vida de Leopold Bloom en la ciudad de Dublín y La señora Dalloway. Es verdad que Virginia Woolf hace lo mismo que Joyce en su novela, pero hasta allí el parecido pues, en el caso de Virginia Woolf el personaje de Clarissa Dalloway ya había sido usado en su primera novela, Viaje de Ida (1915) y también es la protagonista de una colección de cuentos publicada en 1923 bajo el título de La señora Dalloway en Bond Street. Es decir, Clarissa Dalloway es un personaje recurrente en la obra de la escritora inglesa, y se pueden notar ciertos rasgos autobiográficos de Virginia Woolf en Clarissa (por ejemplo al igual que la escritora, Clarissa sufre de dolores de cabeza, tiene su misma edad cuando la autora escribe la novela, además la relación sentimental con su marido es bastante parecida a la de la autora).

Mario Vargas Llosa mencionó hace poco tiempo que La señora Dalloway era una de las diez novelas que debían leerse y la revista Time la incluyó en su lista de las 100 mejores novelas en lengua inglesa publicadas entre 1923 y 2005.

Debo añadir por si el lector está interesado en el cine, de La señora Dalloway se hizo también una película en 1997: el curioso lector seguramente podrá dar con ella si muestra la vitalidad necesaria para encontrarla.

 

Sergio Inestrosa (San Salvador, 1957) es escritor y profesor de español y de asuntos latinoamericanos en el Endicott College, Beverly, de Massachusetts, Estados Unidos, además de redactor permanente del Diario Cine y Literatura.

 

Una edición en castellano de «La señora Dalloway»

 

 

Sergio Inestrosa

 

 

Imagen destacada: Fotomontaje hecho entre el rostro de Virginia Woolf y la nota de suicidio que le dejó a su esposo.