Esperemos que el proceso por formular una nueva Ley Fundamental para el país realmente permita a las fuerzas políticas nacionales sustituir el modelo neoliberal impuesto por el régimen de Augusto Pinochet y consolidado en conjunto por los partidos de Gobierno y los militantes de la exConcertación, después reconvertida en Nueva Mayoría y Frente Amplio.
Por Felipe Portales Cifuentes
Publicado el 11.11.2020
El próximo 15 de noviembre se cumplirá un año del funesto acuerdo que impedirá —pese al plebiscito— que tengamos una Asamblea Constituyente que, de modo libre y soberano, se dote de su propio reglamento y que apruebe mayoritariamente un nuevo texto constitucional para Chile.
En efecto, al imponerle de modo antidemocrático e inmodificable un quórum de dos tercios, aquel acuerdo –refrendado en diciembre pasado por una Reforma Constitucional— está haciendo imposible lo anterior.
Esto lo reconoció alborozadamente el propio Pablo Longueira en el último Consejo Ampliado de la UDI, cuando señaló que dicho quórum —dado todos los resultados electorales desde 1990— le garantizará a la derecha impedir que la mayoría de la “Convención Constitucional” pueda aprobar un texto de nueva Constitución de acuerdo a su libre voluntad.
Buscaba con ello, obviamente, calmar las ansiedades que en las bases de la derecha se generaban con la inminente victoria del “Apruebo”, por parte de quienes no estaban enterados de dicho “arreglo”.
Entonces, usted con toda lógica se preguntará: ¿Pero, por qué aceptaron aquello los partidos de la exConcertación? Es decir, ¿por qué renunciaron a la virtual certeza de —en conjunto con la izquierda— poder representar genuinamente la voluntad mayoritaria del pueblo de sustituir el “modelo chileno” heredado de la Dictadura?
Bueno, por las mismas razones por las que le regalaron solapadamente la futura mayoría parlamentaria a la derecha en 1989, a través de otra Reforma Constitucional concordada; o por las que desarrollaron políticas que destruyeron la generalidad de los medios escritos de centroizquierda en los 90; o por las que consolidaron las AFP, las Isapres, el Plan Laboral o la ley minera; o por las que defendieron a Pinochet cuando fue detenido en Londres; o por las que asumieron la Constitución del 80, con algunos cambios (con la firma de Lagos y de todos sus ministros) en 2005, etcétera.
Es decir, porque como lo reconoció el principal “arquitecto” de la transición, Edgardo Boeninger en 1997, el liderazgo de dichos partidos llegó a una “convergencia” con la derecha a fines de los 80, “convergencia que políticamente no estaba en condiciones de reconocer”.
Pero lo increíble es que todo indica que ahora el propio Partido Comunista estaría sumándose también a la subordinación a la derecha al participar en las próximas elecciones de convencionales, ¡sin cuestionar el diseño fraudulento de los dos tercios, sino que simplemente aceptándolo como una barrera difícil de superar!
Y olvidando la fundamentación que su propio secretario general, Guillermo Teillier, dio respecto de por qué el PC no suscribió el acuerdo de marras: “Cuando nos dicen que el quórum para producir los cambios es de dos tercios, nosotros dijimos que eso nos parece muy alto porque le estábamos dando el poder de veto a la minoría; a un tercio sobre dos tercios” (El Mostrador, 15-11-2019).
Es así que el 26 de octubre pasado, Teillier manifestó sus deseos de que la victoria del plebiscito “también se exprese en la composición de la futura convención constitucional, también escogida por el pueblo por amplia mayoría, con miras a superar el quórum de los dos tercios en cada artículo de la nueva Constitución” (www.pcchile.cl, 26-10-2020).
¡Y sin ya plantear ningún cuestionamiento a dicho quórum!
Es decir, con una plena aceptación implícita del diseño fraudulento de los dos tercios; como si fuesen una barrera natural…
Y lo anterior fue ratificado por el precandidato presidencial del PC, el alcalde de Recoleta Daniel Jadue, en una entrevista concedida a El Mercurio del domingo pasado.
Así, cuando los periodistas Paula Coddou y Gazi Jalil le preguntaron: “Dijo que ‘sería frustrante si el proceso constituyente termina en algo parecido a lo que existe hoy por amarras y quórum de dos tercios’, y agregó que se van a jugar para que eso no pase. ¿A qué se refiere?”; la respuesta de Jadue fue: “Vamos a tratar de jugarnos para tener más de dos tercios y acercarnos a que la Constitución se parezca a la que quiere la ciudadanía, que produjo este proceso” (El Mercurio, 8-11-2020).
¡Nada más! Es decir, también en esa respuesta hay una ratificación implícita de que el PC ya no está cuestionando más un quórum completamente antidemocrático y favorable a la derecha.
Y, peor aún, los términos utilizados en la respuesta de Jadue revelan (probablemente como lapsus linguae) una actitud de resignada aceptación de realidades impuestas.
Así, reconociendo implícitamente la virtual imposibilidad de lograr superar el quórum de dos tercios (¡además, suponiendo gratuitamente que hoy la exConcertación ha cambiado su visión del “modelo chileno” que lo llevó a legitimarlo, consolidarlo y perfeccionarlo!…), en lugar de un asertivo “vamos a jugarnos para tener más de dos tercios”, aparece un poco confiado “vamos a tratar de jugarnos para tener más de dos tercios”.
Y luego, en lugar de señalar “y a lograr que la Constitución sea la que quiere la ciudadanía” que sería un objetivo democrático elemental; plantea tímidamente: “y acercarnos a que la Constitución se parezca a la que quiere la ciudadanía”.
Los términos “acercarnos” y “se parezca a la que quiere” no pueden ser más demostrativos de la convicción de la carencia de expectativas (en este contexto) de logros políticos sólidos, sustentables y genuinamente democráticos.
La realidad tan abrumadoramente desfavorable que se le presenta al PC (y a todo partido que quiera efectivamente democratizar la Constitución), al aceptar dicho fraude como legítimo, no puede trasuntarse como más evidente a través de la muy débil terminología empleada por Jadue.
En fin, esperemos que el PC revierta estos cambios funestos y se ponga a tono con la evidente búsqueda de la mayoría de la sociedad chilena de buscar una nueva Constitución que realmente permita sustituir el modelo neoliberal impuesto por la dictadura y consolidado en conjunto por “las dos derechas”, como tan atinadamente las definió el ex diputado del PS, Sergio Aguiló, ya en 2002.
Por lo demás, perfectamente puede ponerse de acuerdo con otras fuerzas políticas —y, sobre todo, con las profundas aspiraciones de la mayoría ciudadana— para luchar junto con ellas para obtener más de un tercio de los votos y poder así bloquear una nueva Constitución consensual entre la derecha y la ex Concertación, similar a la actual de 2005, pero que esta vez adquiriría mayor legitimidad, al sustentarse en un “proceso constituyente” formalmente democrático; y solventarse después con todos los medios de comunicación hegemónicos y con el “plebiscito” de salida, que reveladoramente se estableció —¡excepcionalmente!— con voto obligatorio…
Aún es tiempo.
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Felipe Portales Cifuentes es sociólogo de la Pontificia Universidad Católica de Chile (titulado en 1977). Ha sido Visiting scholar de la Universidad de Columbia, asesor de derechos humanos del Ministerio de Relaciones Exteriores, y profesor de la Universidad de Chile en el Instituto de la Comunicación e Imagen (ICEI), en el Instituto de Asuntos Públicos (INAP) y en el área de Humanidades de la Facultad de Ciencias Físicas y Matemáticas.
Entre otros volúmenes ha publicado: Chile: Una democracia tutelada (Editorial Sudamericana, 2001), Los mitos de la democracia chilena. Desde la Conquista a 1925 (Editorial Catalonia, y que obtuvo el Premio Ensayo del Consejo Nacional del Libro y la Lectura en 2005), Los mitos de la democracia chilena. 1925-1938 (Editorial Catalonia, 2010), Historias desconocidas de Chile (Editorial Catalonia, 2016), e Historias desconocidas de Chile 2 (Editorial Catalonia, 2018).
Imagen destacada: El Mostrador.