Aunque el texto destaca por el uso de la voz narrativa en segunda persona, recurso que la escritora opta por ir alternando con la omniscencia capítulo por medio, un riesgo que no muchos autores están dispuestos a tomar, el argumento de la obra insiste en comparar las realidades europeas (Barcelona-Londres) con las latinoamericanas, y es ahí quizás donde la novela muestra una mayor falencia, pues reproduce esa superioridad histórica y asimétrica en la cual siempre se ha posicionado al Viejo continente respecto de Sudamérica.
Por Francisco García Mendoza
Publicado el 23.12.2018
Constanza Ternicier (Santiago de Chile, 1985), es escritora y Doctora en Literatura por la Universitat Autònoma de Barcelona y la Pontificia Universidad Católica de Chile.
En 2018 la editorial venezolana Libros del Fuego reedita en Chile su novela La trayectoria de los aviones en el aire, publicada en 2016 por la catalana Comba. Además, es autora de la novela Hamaca (Minimocomún Ediciones, 2015; Caballo de Troya, 2017).
La protagonista, Amaya Tripet, es una estudiante chilena que se despierta de un coma en la habitación blanca de un hospital inglés. Las voces le son ajenas, el espacio, el idioma. Pareciera que Amaya estuviese ahí internada por una complicación neurológica, un accidente que la voz narrativa opta por no desarrollar del todo. Se le vienen las imágenes, fragmentos de un pasado al que le es difícil acceder. Amaya observa cómo los aviones van pasando a través de la ventana de su habitación, mientras también intenta reconstruir la relación amorosa que alguna vez tuvo con Aleix antes del accidente, un personaje sombra al que el resto pareciera estar siempre culpando. De este modo, se da paso a la especulación, al juego que la contención propone en esa relación cómplice entre narrador y lector en un intento por dilucidar las razones de su colapso.
Ternicier trabaja con la relación filial, específicamente la que se establece entre padres e hijos. En este caso, opta por invertir el modo de plantear ese lugar cuando afirma que: “Los padres no están acostumbrados a ver a sus hijos a punto de morir”. Efectivamente, los padres de Amaya están varados en Londres por el estado de salud repentino de su hija, allí llegaron por ella y parecieran desempeñar el papel permanente de turistas obligados cuando se hacen conscientes de que es más conveniente almorzar todos los días un plato de sopa que cualquier otra cosa que implique un mayor gasto.
La novela de Constanza Ternicier insiste en comparar las realidades europeas (Barcelona-Londres) con las latinoamericanas, y es quizá ahí donde el texto muestra mayor falencia, pues reproduce esa superioridad histórica y asimétrica en el que siempre se ha posicionado a Europa respecto de América Latina.
El texto destaca por el uso de la voz narrativa en segunda persona, recurso que la escritora opta por ir alternando con la omniscencia capítulo por medio, un riesgo que no muchos autores están dispuestos a tomar y que en la novela funciona bastante. La interpelación en este caso se vuelve necesaria en una protagonista que pareciera acumular mucha rabia contra su país de origen y con cualquier otra cosa que la ate a ese lugar.
Constanza Ternicier arma una compleja red narrativa a partir de un único escenario inmóvil: el hospital. De ese modo, pareciera ir reproduciendo también el intento de la mente de Amaya por reconstruir esa red neuronal que le permita finalmente acceder al recuerdo, a ese pasado que tanto odia pero al que inevitable y contradictoriamente necesita aferrarse, volver.
Francisco García Mendoza (1989) es escritor y profesor de Estado en castellano y magíster en literatura latinoamericana y chilena titulado en la Universidad de Santiago de Chile. Como creador de ficciones, en tanto, ha publicado las siguientes novelas: Morir de amor (2012) y A ti siempre te gustaron las niñas (2016), ambas bajo el sello Editorial Librosdementira.
Crédito de la fotografía a Constanza Ternicier: Julieta Feroz.