Esta comedia dramática australiana de 1994 -y cuyo realizador también firma el guión- obtuvo un Oscar (en 1995) entre otros galardones y nominaciones. Es una «road movie» cuyos protagonistas son tres buscadores transexuales, en todo un canto a la comprensión del ser, sentir, pensar y expresar más allá de las convenciones morales, y también una oda a la diversidad afectiva. La estelarizan los actores Terence Stamp (Bernadette), Hugo Weaving (como Mitzi), Guy Pearce (quien encarna a Felicia) y Bill Hunter, en el papel de Bob.
Por Jordi Mat Amorós i Navarro
Publicado el 25.10.2018
«Solo es posible renovar nuestra sociedad si aceptamos la diferencia, la mezcla y el intercambio».
Ai Weiwei
«Ama y haz lo que quieras».
Agustín de Hipona
Preliminar
Muchas películas se han realizado sobre la libertad sexual, y la normalización de las distintas formas de ser sexuales. Algunas dramáticas reflejando la cruda realidad de tantas personas incomprendidas, repudiadas y en ocasiones maltratadas por el sólo hecho se ser-mostrarse diferentes a lo socialmente establecido-admitido. Otras historias se han relatado desde la comedia probablemente en un intento de llegar a más gente, dos buenos ejemplos son los exitosos y premiados títulos ¿Víctor o Victoria? de Blake Edwards y La jaula de las locas (Una jaula de grillos) de Mike Nichols. Las aventuras de Priscilla, reina del desierto está a medio camino de ambas visiones.
Viaje al centro
La trama empieza con Mitzi actuando en un café-teatro de Sydney, suena la canción I’ve Never Been to Me de Charlene que habla de la liberación personal dirigida a las mujeres: “Oye mujer, que maldices tu vida, que eres una madre descontenta y una esposa reglamentada. No dudo que sueñas…”. Pero la primera que no se siente libre es ella trabajando en un local donde la gente le abronca. Así, cuando le proponen actuar en el centro de Australia acepta y convence a sus amigas Felicia y Bernice para que le acompañen. Felicia, la más vital-loca-divertida, está encantada porque siempre quiso subir al King’s Canyon (Cañón del Rey) como una reina. Viajan en un bus caravana al que Felicia bautiza Priscilla, reina del desierto.
Durante el viaje Mitzi les confiesa que está casada con una mujer, y es ella quien los ha contratado. Llegan en un pueblo donde “rompen” con todos y todo, la gente alucina al verlos. En un bar en el que predominan los hombres, una mujer les dice que allí no tienen nada para gente como ellas. Bernice le contesta: “¿por qué no enciendes tu tampón y haces estallar tu cajita? será la única vez que gozarás en esa parte, cariño”, y los hombres del bar se ríen de la ocurrencia; se integran bien con ellos cantando, hablando. A menudo el humor es la mejor forma de deshacer barreras. No obstante a la mañana siguiente su bus aparece con una pintada: “lárguense jodidos del SIDA”, y Mitzi dice que aún le duele por muy dura que cree ser. Y la pintada les acompañará.
En pleno desierto deciden salir de la carretera y tomar un atajo. El realizador nos ofrece una bella escena de Felicia cantando ópera sobre el techo del bus vestida-envuelta en un tejido metalizado plata que ondea, el bus parece un velero (más adelante lo repite con tejido de tonalidad naranja rojizo). De Luna a Sol, de femenino a masculino, un bel canto a la integración de los opuestos, a la libertad sexual a pesar del árido ambiente social.
El bus se avería en medio de la nada desértica. Felicia lo pinta de rosa cubriendo el insulto y Bernice decide volver a pie en busca de ayuda. Felicia acepta la situación y es creativa, Bernice busca soluciones, pero Mitzi es como si no estuviera…
Bernice encuentra a una pareja en su todoterreno que le regresa con sus compañeras y al verlos-reconocerlos como lo que son salen huyendo. Por la noche hablan de la muerte del joven que convivía con Bernice, ella comenta que: “era un buen chico al que le llamaban la atracción los transexuales, le pasa a mucha gente, una especie de símbolo perverso, mi novia era un novio”. Un grupo que acampa cerca los acoge, hacen un número al son de I will survive interpretada por Gloria Gaynor: “soy una nueva persona, ya no soy la personita encadenada, mientras sepa cómo amar sé que viviré, tengo toda mi vida para vivir, tengo todo mi amor para dar”.
Conocen a Bob que les arregla el bus y acaba acompañándoles. Le gusta Bernice pero ella confiesa a Mitzi que lo ve demasiado viejo. Vemos como Felicia se mete en un lío al provocar a un machote y como siempre es Bernice quien interviene dejándolo K.O. de un rodillazo en su sexo. Tras el golpe ella comenta que ser un hombre un día y al siguiente ser una mujer no es cosa fácil. Esa dificultad es la realidad de las tres, la realidad de su condición ambivalente, la realidad de un modo de ser-mostrarse que no es aceptado por demasiada gente. Una condición sexual que por esa falta de aceptación social les causa todo tipo de problemas personales que cada una intenta llevar-resolver a su manera.
En el viaje hablan de temas personales y se confiesan cuando empezaron a sentirse más mujer que hombre. Felicia recuerda que siendo niño su tío jugaba en la bañera con él pidiéndole que le tocara y él quitó el tapón atrapándole las pelotas en el desagüe, Bernice comenta que cambiaba los regalos de navidad con su hermana. Mitzi no dice nada. Nuevamente Mitzi como ausente. Ella es quien más se esconde y esconde, de hecho estuvo con una mujer y nunca lo dijo. Mitzi es quien más necesita ir al centro de sí misma para aceptarse más allá de la opinión de otros. Y su necesidad va a cumplirse gracias a una inesperada ayuda…
En el centro
Llegan al hotel de la exmujer de Mitzi donde actuarán, se reencuentran con complicidad. Allí está su hijo Benjanín preadolescente del que sus compañeras no sabían nada (otra ocultación). Por la noche actúan, al acabar el público aplaude sin entusiasmo… excepto su ex, Bob y Benjamín que piden más; Mitzi se desmaya al ver al chico. Su hijo está satisfecho pero él recrimina a su madre que le mintiera al decirle que estaba acostado. Benj hablando con Felicia le comenta que sabe quién es su padre y que su madre también es así, tuvo novia.
En la escena más emotiva de la película, Mitzi habla con su hijo (que juega de espaldas a él) pretendiendo hacerle creer que sólo se disfraza de mujer para actuar. El chico le pide que imite a ABBA y él acepta a pesar de que los odia (Felicia siempre está chinchándole con temas del grupo). Benjamín le comenta que su madre dice que es el mejor en lo suyo y le pregunta si tendrá novio al volver a Sydney, Mitzi al verse descubierto responde llorando que tal vez. El chico suelta un: “¡qué bueno!”, y se gira mirándole (le re-conoce, le acepta), se ríen y juegan juntos. Ese re-conocimiento que le regala el hijo es “el punto” que necesitaba Mitzi para aceptarse y mostrarse con seguridad.
Las tres amigas suben ataviadas de divas al King’s Canyon a cumplir el sueño de Felicia, se ayudan mutuamente en la escalada. Lo logran, se nos ofrecen espectaculares imágenes de las vistas desde la montaña, asombradas comentan “no termina nunca un espacio tan grande”, un bello símbolo de que han logrado mayor amplitud de miras; ahora ya pueden-quieren volver a casa. Sólo Bernice se queda, lo hace para probar con Bob “nunca lo sabré si no lo intento” le dice a Mitzi que es con quien se siente más cercana. Benjamín se va con su padre una temporada, lo vemos dentro del bus bailando con Felicia el tema Mama Mia de ABBA: “hay un fuego dentro de mi alma, con sólo una mirada puedo oír las campanitas, otra mirada y me olvido de todo”, el padre conduce satisfecho de su hijo, satisfecho de sí mismo.
Volver
En la última escena Mitzi y Felicia interpretan Mama Mía en un club, el chico muy feliz ayuda a enfocarlos; por primera vez vemos al público entregado, un público que ahora es mayoritariamente joven. La aceptación de Mitzi se refleja en la aceptación de la gente, gente joven para una persona rejuvenecida. El cambio en Mitzi ayuda a Benjamín que ha sido quien lo ha facilitado y es un buen referente para Felicia y Bernice. Mitzi, toda satisfacción, da las gracias con un: “qué bueno es estar en casa”.
En los títulos de crédito suena Save the best for last interpretada por Vanessa Williams:
“A veces la nieve llega en junio, a veces el Sol gira alrededor de la Luna. Veo la pasión en tus ojos. A veces todo es una gran sorpresa, ¿no es este mundo un lugar de locos? Justo cuando pensaba que había pasado la oportunidad, vas y guardas lo mejor para el final. A veces eso que andas buscando es eso que no puedes ver”.
Libertad sexual
Desde muy antiguo la humanidad ha buscado la libertad, libertad para ser-expresar-vivir frente a multitud de condicionamientos sociales impuestos. De todas sus facetas la sexual ha sido y es una de las más difíciles de alcanzar. La sexualidad se ve en demasiados tiempos y lugares como expresión animal indeseable para el ser “racional-superior” que creemos ser. Así se tiende a etiquetar como sucia-pecaminosa de forma más o menos consciente.
En nuestras sociedades “civilizadas” para mucha gente el desnudo público (e incluso en ámbito privado) no está bien visto, de alguna manera tenemos vergüenza de mostrarnos escondiéndonos en las vestimentas. Como si temiéramos la libertad del desnudo, sus sensaciones, incluso lo que implica su propio simbolismo: el desprendimiento máximo donde ya nada pesa, ya nada ata (des-nudo, quitar nudos; desprenderse de todas las ataduras, en especial las mentales, el desapego cuerpo-mente). Muchos niños no han visto desnudos ni hacer el amor y sí ven continuamente hacer la guerra. Y una sociedad que tolera que sus niños sufran la guerra (e incluso los hace participar en ella) y esconde que sus niños conozcan el amor en su expresión sexual es una sociedad, a mi entender, enferma.
Vivimos con pudor y creamos sombras que llegan a la aberración. El sexo pasa a ser más de la noche donde puede esconderse mejor, porque esa parece la cuestión: esconder-esconderse. Cuando algo se esconde, se reprime y acaba por estallar muchas veces en conductas aberrantes. La belleza del cuerpo, la poesía del erotismo, la fusión amorosa de los cuerpos… se convierten en demasiados casos en una sexualidad violenta con conductas que nada tienen que ver con el amor de cuerpos, el amor que siempre es respeto a una o uno y al otro. Son sombras que claman un cambio de mentalidad-actitud en nosotros, en nuestra sociedad.
Paralelamente, cada vez más personas sienten el deseo de encarnar-vivenciar la polaridad contraria del femenino-masculino corporal de nacimiento. Como si existiera una pulsión andrógina quizás asociada a un origen incierto del ser mitad hombre mitad mujer relatado en las mitologías. Y en la película el nombre de la nave-bus Priscilla que proviene del latín con el significado de “antiguo y venerable” hace pensar si tal vez la embarcación tripulada por tres hombres-mujeres es una imagen de la búsqueda del origen integrativo sexual-mental en una-uno mismo…
Dedicado a Ariadna con la que fui a ver en su estreno La jaula de las locas (Una jaula de grillos), y la que actualmente vive en la bella isla por donde surca Priscilla.
Jordi Mat Amorós i Navarro es pedagogo terapeuta por la Universitat de Barcelona, España, además de zahorí, poeta, y redactor permanente del Diario Cine y Literatura.
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