Estrenada en el año 1995 y ganadora de reconocidos premios, su directora, la artista holandesa Marleen Gorris, se atrevió con este filme a trasgredir los parámetros sobre el mundo femenino del cual se tenía conciencia hasta aquel instante.
Por Carla Recabal Ramírez
Publicado el 12.3.2020
En el mes de la mujer he recordado algunas películas que me han hecho sentir orgullosa de serlo. Y una de ellas es Antonie’s Line, o Memorias de Antonia como se conoce en Hispanoamérica.
Estrenada en el año 1995 y ganadora de reconocidos premios, su directora, la declarada feminista Marleen Gorris, se atrevió a trasgredir los parámetros sobre el mundo femenino del que se tenía conciencia hasta aquel instante.
Plasmando profundos temas tales como el matriarcado que acoge y consuela; la vida y la muerte como milagros incomprendidos; el existencialismo, y la reivindicación de la mujer como principal conductora de su vida. Se nos invita a conocer, a través de una exquisita narración de la que sólo la sensibilidad de un poeta puede envidiar, la vida de Antonia (Willeke van Ammelrooy) la cual parte, a forma de media res, en el último día de su vida.
Es aquí donde el ritmo, melancólico pero pasivamente intenso, marca la pauta con la que se desencadenarán los acontecimientos siguientes. Y donde también se aprecia el carácter decidido de la protagonista. Mostrando la casi auto imposición de que, ese día, será el último porque Antonia lo quiere.
Es así como volvemos al pasado para comprender lo que la narradora nos explica. El retorno de Antonia al pueblo que la vio nacer, desconocido y algo destruido por la Segunda Guerra Mundial, junto a su observadora hija Danielle (Els Dottermans), de quien nos servimos como testigo para conocer el lugar y algunos personajes claves, supone la contraposición de seres pensantes y profundos, frente a la simplicidad del entorno que los rodea, lleno de caballos y de vacas.
Y es que nuestra protagonista va en otra sintonía, rompiendo esquemas construidos por una sociedad que ensalza a los hombres y silencia a las mujeres. Contracorriente que a no todos agrada, pero que termina por llevar la delantera y también por acoger a los que, mismamente, resultan extraños para el pueblo.
La inclusión de elementos ficticios en la realidad de Danielle, y posteriormente en la de la nieta de ella, Sarah, da al filme el realismo mágico que, a pesar de contener escenas crudas y fuertes que en otra historia resultarían más perturbables, hace exquisita su asimilación. Esto, unido a la excelente composición sonora que nos brinda la músico Ilona Sekacz.
Pues, es que si hablamos de narrar a través de la música, apreciamos que el recurso de las trompetas llevan a demostrar que la vida, la muerte y el amor, como misterios incomprendidos por las personas, son tópicos que sólo se sienten, y que llevarles la contra resultaría ilógico. Sin embargo, a Antonia y a sus descendientes, se les da el poder decisivo que, a modo de toque surrealista, aplican sobre estos milagros, dando la sensación de que hasta estos manejan.
Y es aquí donde nos encontramos con el mayor enemigo de Antonia y en general de lo femenino. El ultraje, específicamente el sexual. Pues, a medida que transcurre el tiempo, vemos que se grafica en la privación de poder decidir sobre este hecho que, por antonomasia, demuestra el don de entrega voluntaria. Esa entrega que solo caracteriza la personalidad de Antonia, junto a la de sus descendientes, y que compete a la sabiduría para decidir el momento adecuando en que ésta se hará efectiva.
Es entonces como, mediante el relato cronológico de las elecciones de Antonia, y de su familia sobre las circunstancias, apoyadas por el don del conocimiento, y de su utilización para conseguir cosas extraordinarias, la concepción por ejemplo, es que Las memorias de Antonia se transforma en el mejor retrato del asombroso, y a veces incomprensible, feminismo.
Carla Recabal Ramírez (nombre real de Carla Oriely) nació en Santiago de Chile en 1993. Es comunicadora audiovisual por la Universidad de los Andes y actualmente se dedica a la producción teatral y al apoyo docente en materias de análisis fílmico y de guión.
Tráiler:
Imagen destacada: Willeke van Ammelrooy y Els Dottermans en Antonia (1995).