Las 740 páginas de esta publicación constituyen una gran novela, con observaciones preocupantes y de gran actualidad. De la amplia producción de la autora norteamericana, es uno de sus grandes logros creativos de la última década.
Por Nicolás Poblete Pardo
Publicado el 29.11.2017
“Un libro de mártires americanos”, de reciente traducción al español, es la última novela de Joyce Carol Oates, y una de sus más polémicas y logradas de las temporadas recientes.
Resulta difícil seguir la trayectoria de Joyce Carol Oates, pues saca de dos a tres libros al año, y esto viene ocurriendo desde principios de los ’70. A pesar de que ya no utiliza seudónimos para sus novelas más ligadas al thriller (como hizo hace unos años bajo los nombres de Rosamund Smith y Lauren Kelly—algo que quizá fuera inspiración emulada de la gran Ruth Rendell y su serie de novelas de suspense psicológico que escribió como Barbara Vine), su producción no ha parado y esos elementos que antes eran drenados en títulos acuñados bajo otra identidad, ahora confluyen en sus novelas y conjuntos de relatos, donde ya vemos una mezcla de surrealismo, ficción especulativa, crónica roja y realismo social. En realidad cuesta pensar en qué temas de la realidad americana Oates no se ha detenido.
La controversia es algo que acompaña a esta escritora, siempre suscitada por su ojo que elige temas sociales que explotan a través de sus denuncias y necesidad de vocalizar literariamente. Muchos de sus personajes tienen una inspiración real. Por nombrar sólo algunos de los últimos años: el asesinato real de JonBenet Ramsey en “Mi hermana, mi amor”, produjo incomodidad.
En esta novela, vemos una variante del caso real, una niña-belleza de 6 años brutalmente asesinada en su casa en Colorado, compitiendo, a su edad, en un escenario feroz de consumismo y arribismo; Norma Jean Baker, transformada en Marilyn Monroe, es la protagonista de la monumental “Blonde”; el revuelto caso de Tawana Brawley, con su polémico juicio sobre supuesta violación, constituye parte de la trama de “El sacrificio”; Ted Kennedy, involucrado en el incidente de Chappaquiddick, donde una adolescente muere ahogada, utilizada por el importante magnate, es la médula en “Agua Negra”; el mismo Robert Frost (aquí Oates ni siquiera cambió el nombre del escritor) es representado como un perverso y prácticamente misógino personajillo en “Mágico, sombrío, impenetrable”, que da título a esa colección de cuentos. En su última publicación también hay inspiraciones reales: en las notas finales leemos estas referencias.
Estos mártires americanos perfectamente podrían ser eso: americanos, no solo norteamericanos, ya que el conflicto central de esta novela es el peliagudo tema del aborto. Hasta 1880 el aborto en los Estados Unidos era practicado legal y ampliamente… luego las cosas se complicaron, al nivel que hoy, en la administración de Trump el aborto vuelve a ser un tema controvertible, desde el momento en que él se considera “Pro-vida” y muchas clínicas han cerrado o dejado de recibir fondos. Por eso esta novela es verdaderamente profética, pues fue escrita antes de la elección de Donald Trump y muestra, a través de dos familias con creencias opuestas, la división que vive el pueblo americano.
La novela, de más de 700 páginas, es un verdadero compendio digno de análisis: las dos familias, ambas lideradas por machos alfa (el fanático religioso Amos Dunphy y el liberal de izquierdas, pro-aborto Gus Voorhees) representan dos caras de una moneda maldita. A través de ellos recorremos el camino de estas familias, las repercusiones que el asesinato de Gus por mano de Amos provoca en esposas, hijos, amigos, erosionando un terreno más y más devastado, y cuyas raíces se expanden para alcanzar todas las esferas sociales en las que estos “sobrevivientes” se desenvuelven.
Uno de los potenciales de Oates es su capacidad para retratar la miríada de daños psicológicos que estos eventos provocan en sus personajes y, a través de un seguimiento de décadas, consigue hacernos parte de este dilema, a pesar de que hay mucho esfuerzo por mantener un tono “objetivo” y no condenar los actos (ni siquiera el asesinato por convicción religiosa) de sus personajes. La narración (como siempre en novelas largas de Oates) se encuentra matizada por un trabajo de investigación sólido. De hecho, el libro incluye las referencias a los documentos, memorias y estudios que la escritora consultó para ayudarse en la construcción de sus personajes y del período histórico en el que se desarrolla.
Como ya es una constante en sus novelas, Oates siempre deja espacio para giros poéticos que se mezclan con una voz narrativa que consigue mezclar agilidad y profundidad al mismo tiempo. Asimismo, siempre hay espacio para comentarios sociales o artísticos; Oates sabe que hay una tradición con la que está dialogando, y es así como, por boca de un improbable personaje, el estrambótico y neurótico Kinch, recluido en su departamento de Manhattan, y quien ha tenido amoríos con nada menos que con Michel Foucault, nos revela un mundo alienado.
Aunque quizá esta diatriba es un poco forzada, los pasajes que protagoniza sirven para ilustrar el esnob mundo artístico de Nueva York. Ahí vemos a una serie de parásitos del arte que se codean de cóctel en cóctel con adinerados curadores, gestores, galeristas, etc, a la vez que presencian los horrores plasmados en los cuadros, por manos de El Greco, Picasso, etc.
Con su aguda mirada, Oates desenmascara sutilmente esta contradicción (algo que trata de modo magistral la película de Ruben Östlun “The Square”, donde se equipara mendicidad a instalación artística). Vemos la precariedad y barbarie de mujeres enquistadas en una realidad misógina, y a la vez, paseamos por el MOMA para ver dibujos de Picasso, vamos al festival de cine polaco en el Film Studies de la Universidad de Nueva York, asistimos a un concierto de Kronos en Carnegie Hall, al centro internacional de fotografía en Sixth Avenue, al Whitney Museum, al Guggenheim, etc, etc.
Las 740 páginas de esta publicación constituyen una gran novela, con observaciones preocupantes y de gran actualidad. De su amplia producción, uno de los grandes logros de la última década.