Al perder la perspectiva de lo divino fuera de sí, todo empieza a centrarse demasiado en la confianza que la civilización occidental puso en la sociedad industrial hípertecnologidaza, y eso es lo que le hizo perder de vista el funcionamiento de la totalidad. Y al extraviar el modo en el que «todo» funciona, el hombre comienza a actuar a ciegas y se inicia un proceso de desestabilización en su relación con el entorno.
Por Horacio Ramírez
Publicado el 21.6.2019
Según Ananda Coomaraswamy: «el mito encarna el más aproximado enfoque de la verdad absoluta que pueda darse con palabras»… y el poema es un mito. Un mito es, como lo explica Claude Lévi-Strauss, una historia para ser contada… y estamos llenos de historias.
La realidad misma es siempre mítica y siempre la estamos contando… y nos creemos la historia que nos contamos porque creemos que estamos en silencio, observando algo, pasivamente, sin intervenir en su desarrollo, imbuidos de una pretendida objetividad, frente a muebles, ventanas, personas, animales, recuerdos que están en silencio porque son cosas “que están allí”, objetivadas, enajenadas de nuestra naturaleza… pero nunca estamos en silencio: siempre nos estamos contando la historia de nuestra vida, y recién cuando se reconoce la naturaleza histórica de nuestro decir, nuestra vida tomará la seriedad de lo Sagrado a lo que siempre se refiere el mito. Y veremos que el poema nos invadió siempre porque siempre estuvimos inmersos en lo Sagrado. Veremos que lo Sagrado nos constituye, que lo somos.
La idea de lo Sagrado ocupa un sitio en el aparato psíquico humano que es indiscutible. En efecto: positivistas, ateos, agnósticos, gnósticos, despreocupados del tema, religiosos, todos participan del campo cognitivo de lo Sagrado. Forma parte de la matriz de nuestro pensamiento, que incluye a lo racional y a lo emotivo. Así, aquel que prescinde en él mismo de la imagen de una divinidad -de la naturaleza que fuera-, en realidad la proyecta en los demás, tal como cita el adagio: “el ateo ve a Dios en todos menos en sí mismo…”. No cree en la divinidad en sí mismo, pero de una manera elíptica la cree en los demás y en todo lo demás.
De más está decir que una axiología, un sistema de valores -por mezquino y elemental que fuera- necesita la idea de algo invariable que le dé sustento, de algo sobre lo que poder basar su propia estructura… y esta base invariable es lo que llamamos lo Sagrado (…)
Al perder la perspectiva de lo Sagrado fuera de sí, todo empieza a centrarse demasiado en la confianza que el Positivismo puso en lo Humano, y eso es lo que le hizo perder de vista el funcionamiento de la totalidad. Y al perder de vista el modo en que el Todo funciona, el Hombre comienza a actuar a ciegas y se inicia un proceso de desestabilización en su relación con el entorno. De esta forma, el Positivismo humanista se transformó en una enfermedad sistémica que, necesariamente y más tarde o más temprano, debe encontrar una cura.
La Poesía es una de ellas.
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–«Reflexiones sobre poética»: Una historia sin fin.
Horacio Carlos Ramírez (1956) nació en la ciudad de Bernal, Partido de Quilmes, en la provincia de Buenos Aires, República Argentina. Tras terminar sus estudios secundarios comenzó a estudiar Ecología en la Facultad y Museo de Ciencias Naturales de La Plata, pero al cabo de algunos años: “reconocí que estudiaba la vida no por ella, sino por la estética de la vida. Fue una época de duras decisiones, hasta que me encontré con una serie de autores y un antropólogo de la Facultad -el Dr. Héctor Blas Lahitte- que me orientaron hacia un ámbito donde la ciencia instrumental se daba la mano con el pensamiento estético en sus facetas más abstractas y a la vez encantadoras… pero ese entrelazamiento tenía un precio, que era reencausarlo todo de nuevo… y así comencé a estudiar por mi cuenta estética, antropología y simbología, cine, poética. Todo conducía a todas partes, todo se abría a una red de conocimientos que se transformaban en saberes que se autopromovían y autojustificaban”.
“La religión -el mal llamado ‘mormonismo’- terminó de darle un cierre espiritual al asunto que encajaba con una perfección que ya me resultaba sin retorno… La práctica de la pintura -realicé varias exposiciones colectivas e individuales- me terminaron arrojando a las playas de la poesía. Hoy escribo poesía y teorizo sobre poesía, tanto occidental como en el ámbito del haiku japonés. Doy charlas sobre la simbólica humana y aspectos diversos de la estética en general y de estética de la vida, donde trato de mostrar cómo una mosca y un ángel de piedra tienen más elementos en común que mutuas segregaciones, y para ayudar a desentrañar el enredo sin sentido al que se somete a nuestra civilización con una deficiente visión de la ciencia que nos hace entrar en un permanente conflicto ambiental y social… La humana parece ser una especie que, de puro rica y a la vez desorientada, está en permanente conflicto con todo lo que la rodea y consigo misma…”.
“He escrito cuatro libros de poesía, el último con algunos relatos y una serie de reflexiones, y estoy terminando dos textos que quizás algún día vean la luz: uno sobre simbología universal y otro sobre teoría poética…”.
Horacio Ramírez actualmente vive con su familia en la localidad de Reta, también de la provincia de Buenos Aires, en el partido de Tres Arroyos, sobre la costa atlántica (a unos 600 kilómetros de su lugar natal), dando charlas guiadas sobre ecología, epistemología y paseos nocturnos para apreciar el cielo y su sistema de símbolos astrológicos y las historias que le dieron origen en las diferentes tradiciones antiguas.
Este artículo fue escrito para ser publicado exclusivamente por el Diario Cine y Literatura.
Imagen destacada: Pintura mural de Rafael Sanzio titulada Apolo en el Parnaso, con sus musas.