El artículo del escritor salvadoreño Sergio Inestrosa –publicado en el Diario «Cine y Literatura»– ha traído la consecuente respuesta de un narrador chileno de las nuevas generaciones, quien enjuicia (artísticamente) al protagonista de la inmortal novela del gran escritor ruso del siglo XX.
Por Ezequiel Urrutia Rodríguez
Publicado el 12.2.2020
Dentro de las obras que he tenido el placer de apreciar, las piezas pintadas por Vladimir Nabokov –debo decir– han sido trabajos de otro nivel, entre las que destaco la relación incestuosa entre dos hermanos dibujada en Ada o el ardor (obra que me dejó claro que escribir romances entre hermanos no es para mí; F. por eso). Pero de entre todas las piezas del maestro, la predilecta de muchos continúa siendo Lolita, una de sus letras más polémicas y que, sobre todo en estos tiempos, ha levantado varias cejas y ha generado una que otra controversia. Tema por el cual, debo decir, no culparía a la gente, y, siendo más un mérito que una crítica, comprendo perfectamente a quienes prenden las antorchas contra esta franquicia, o, al menos, contra cierto personaje.
Sí, aunque no va a faltar el que se altere por esto, voy a decirlo. Odio a Humbert Humbert. Es lejos el sujeto más enfermo que he visto en las letras y su actitud en la obra, y en especial por cómo utiliza a las personas para llenar sus propios huecos internos, principalmente a Dolores, me parece repugnante, lo cual es posiblemente mi mayor halago al trabajo de Nabokov, ya que, como ya lo he planteado hace un momento, estas líneas van dedicadas a la personalidad de este depravado que se aprovechó de la vulnerabilidad de una niña y que, para colmo, se justificó de una manera tan hermosa que más de uno terminó por darle el favor. Y no, su obsesión por su novia muerta no justifica que persiga preadolescentes ni que se relacione de maneras tan cínicas con quienes solo quieren compartir sus vidas con él. Y esta última línea no es solo por la señora Haze.
Debo decir que mi odio por este malnacido comenzó cuando se comprometió con esa dama francesa, a la cual no dejó de insultar mientras la relataba en su confesión. Esta actitud tan despectiva se volvió bastante frecuente a lo largo de la trama, tanto con esta mujer como con otros personajes de la obra, algo que parece diferir cuando se trata de los recuerdos hacia su novia muerta. Esta primera parte deja en claro que Humbert es un sujeto egocéntrico incapaz de amar a nadie (porque claramente carece de empatía). Como cereza del postre, podemos ver a nuestro depravado reaccionando como niño ofendido al descubrir que su pareja le había sido infiel. Claro, tiene a una dama de adorno, a la que no para de pasarle el trapo, y encima se enoja porque ella buscó en otro sitio lo que Humbert no fue capaz de darle. ¡Lindo! Esta reacción en particular sería propia de alguien con Apego Ansioso Ambivalente, es decir, quien se acerca a un individuo para sustentar su propia inseguridad, volviéndose dependiente, hasta obsesivo, respondiendo, incluso agresivo, cuando el objeto de deseo se aparta de su lado (por eso no es de extrañarse que haya acabado con Quilty). Esta anomalía en el apego, combinada con su grado de narcisismo y, por ende, falta de empatía, y que además suma una obsesión compulsiva, da forma al que terminaría siendo este asesino y violador que tanto revuelo ha causado a las letras. Atributos por los cuales es mejor tener a sujetos como Humbert lo más lejos de nuestras vidas.
Estaría, entonces, de más decir que la historia con la señora Haze fue exactamente el mismo panorama, sumándole además el hecho de que solo le seguía el juego porque quería aprovecharse de su hija, Dolores. Hasta ese punto no hay más que decir, salvo porque Humbert refuerza que es un interesado, y con esa actitud demostrada a lo largo de ese trayecto de la trama, solo da más fuerza a la teoría de que él fue el responsable de la muerte de Charlotte, como afirma la niña en un momento de la historia. Y claro, hablando de la niña, conectando todo con la idea anterior, podemos decir sin mucho margen de error que las escenas en que Lolita lo “seduce” no son más que justificaciones provenientes de su retorcida mente, la cual busca evadir la responsabilidad ante su abuso contra ella. El clásico “ella me provocó”.
Y hablando más a fondo de Dolores, la gota que, a mi juicio, derramó este vaso, fue una instancia, luego de la muerte de Haze, en que Humbert le describe a Lolita qué pasaría con ella de saberse lo que este le hacía, manipulándola, amedrentándola, haciéndola sentir aislada en un mundo “hostil” donde él es todo lo que tiene, para que de ese modo esta no pueda huir de su abuso (Hijo de…). Lo más triste de todo, es que hasta cierto punto de la obra, Humbert había conseguido su cometido, asegurándose de controlar hasta el último de los giros de la chica, quien, para colmo, fue recurriendo a movidas cada vez más degradantes con tal de poder escapar de ese cerdo, medios que ya para el cierre de la obra demostraron las consecuencias en la muchacha, consecuencias entre las que destaco (aunque me duela) su tan tullida mirada hacia la sexualidad, mirada que los docentes de su escuela, ingenuamente confundieron con una simple perspectiva católica-conservadora, sin imaginar siquiera que trataban con un caso de abuso de menores, caso que ya había demostrado las deformaciones mentales que la niña tenía hacia ese período de su vida que no tendría que ser así, al contrario, pero que para su desgracia terminó viviendo algo que nunca debió vivir, y que poco a poco la arrastró por un camino que la deformó, pero que al menos pudo sobrepasar hasta encontrar una persona que la complementara y le diera una mano y una nueva vida, una esperanza para iniciar de cero, lejos de quienes la vieran como un simple objeto, un simple fetiche para la diversión de alguien.
Por otro lado, y rescatando algo positivo de ese infeliz, tuvo la sensatez de reconocer el daño causado, aunque no deja de verse como un hipócrita al momento de quitarle la vida a Quilty, después de todo lo que él mismo le hizo a Lolita. Ya saben lo que dicen del ladrón que le roba a un ladrón. Este evento solo termina de hundir más su imagen, causando en los espectadores todo un revoltijo de emociones que solo puedo definir como catártico, pues de cierta forma, este fue detenido, para ya nunca más volver a causar daño, asumiendo así las consecuencias, muriendo solo, lejos de quienes le tenían aprecio, viviendo su ilusión, preso del pasado, tocando un réquiem por un idilio que nunca pudo ser.
Catártico.
Por eso y tantas razones es porque odio a Humbert Humbert.
También puedes leer:
–Lolita, de Vladimir Nabokov: La pasión por lo prohibido.
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Ezequiel Urrutia Rodríguez (11 de agosto de 1996). Nací en la comuna de San Miguel, pero he vivido toda mi existencia en la comuna de Lo Espejo. Estudié en un liceo industrial en la comuna de Quinta Normal llamado Centro Educacional Alberto Hurtado, donde logré en el año 2015 ganar dos competencias escolares literarias, además de egresarme como Técnico Medio en Administración de Empresas. En el año 2018 publiqué para la editorial independiente Venático Editores mi primera obra literaria, Kairos, bajo el pseudónimo de Armin Valentine. Un diario escrito en prosa poética que describe mi ambiente y mi vida diaria, llevándome a un plano de reflexión sobre la marcha del tiempo, los ciclos de este y los cambios que genera a nuestro alrededor.
Este año pretendo publicar mi segundo diario poético en que hablo de la depresión, desembocándola en el contexto que ha dado forma al estallido social. Además de que planeo lanzar una obra corta NaNoWriMo del mes de noviembre que relata la primera aventura de una detective en busca de una joven desaparecida (nada grandioso).
Imagen destacada: Vladimir Nabokov en 1958.