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Los cuentos de «Liquidar al adversario», de Gerardo Soto: Un limbo metafísico

El autor chileno lanza por Librosdementira su primer volumen de relatos con una estructura coral donde los mismos personajes se entrecruzan en distintas historias, a partir de un mismo tema: el desmoronamiento de la estructural familiar, propia de la tradicional autoridad patriarcal, en plena posmodernidad capitalista.

Por Juan Pablo Sáez

Publicado el 27.8.2019

En “La explicación del daño”, uno de los diez relatos que componen el libro de Gerardo Soto (Santiago, 1982), una treintañera de nombre Andrea juguetea con una cámara de video que ha llevado a su departamento Danilo, su pareja, un tipo de clase media cuyo matrimonio vive una crisis terminal. La cámara se transforma en un factor de conflicto en la pareja cuando, en un momento dado, Andrea enfoca el lente tanto en ella como en Danilo y ambos se ven en la pantalla del televisor. “Es como si todo fuera una mentira, ¿cierto? Pura ficción”, dice la mujer, develando de golpe la fase de descomposición en la que se haya la relación de ambos. Tal como en una puesta en abismo, la crisis de Andrea y Danilo guarda una anterior y más profunda, la que viven este último y su esposa, Marcia.

La escena resume de alguna manera el tema central de este volumen de cuentos: el derrumbe de la familia en tanto núcleo de la sociedad y el intento fracasado de las generaciones nacidas en el siglo XX por detener dicho cisma. Este tópico —la crisis de la institución familiar monógama, heterosexual, fundada sobre la base del respeto irrestricto a la autoridad del pater familia y la sumisión absoluta de la mujer a dicha autoridad— viene siendo abordado desde hace un buen rato por distintos escritores chilenos que nacieron a mediados de los 80, en una dictadura en declive. Es el caso de Paulina Flores, Eduardo Plaza, Carolina Brown y Macarena Araya, por nombrar algunos recientemente publicados. A ellos se suma con total autoridad Gerardo Soto cuyo libro de cuentos aborda este tema ya no desde un presente que observa con nostalgia el pasado o desde un presente que observa con preocupación un futuro incierto o apocalíptico, sino desde el limbo que supone la transición entre pasado y presente.

Se trata de un limbo metafísico, en el sentido que los personajes solitarios de Liquidar al adversario viven con el temor a que la desaparición de la familia termine por aniquilar su propia identidad. Para estos personajes la soledad es soportable en la medida que sus más cercanos sigan existiendo; solo la cohabitación con la familia les libra del sin sentido de la urbe posmoderna. Es lo que ocurre con la narradora de “Madre, vámonos”, quien decide hacerse cargo de su madre enferma de Alzheimer llevándosela a su casa aún a costa de echar por la borda el frágil matrimonio con Antonio. “Alguna vez le dije ‘no se preocupe, mamá, siempre estaremos juntas’, pero le mentí. Por más que quiero no soy capaz de ir al momento donde está ella ni atraerla al momento donde vivo yo. Le mentí aunque no sabía que no sería capaz de cumplir mi palabra. En algún minuto nos abandonamos”, dice la protagonista de esta historia, quien desea regresar al momento que precede a la grieta que la separará de su madre.

La estructura coral de la obra de Soto —los personajes que habitan sus cuentos se entrecruzan a lo largo del libro— nos permite ver a la misma mujer con Alzheimer en un relato anterior, “¿Será él?”, sentada en el antejardín de un hogar de ancianos. Este espacio actúa como metáfora del limbo. La mujer observa a los transeúntes pasar frente al hogar hasta que uno de ellos le trae a la mente un antiguo recuerdo. “Otros quince metros más allá, recién doblando por la esquina, un hombre alto y flaco, con unos zapatones robustos y deslustrados, emerge por la vereda biselada. Al percatarse, la anciana arruga el entrecejo forzando la vista, encajando la pequeña cabeza entre sus hombros de vieja. ¿Será él?”. El hombre al que observa la anciana es la manifestación de un pasado en ruinas, quizá el recuerdo de un familiar —el padre, el esposo, el hijo— que la conecta a una otredad capaz de otorgarle a ella una identidad. El desmoronamiento de la familia es, desde este punto de vista, el desmoronamiento del Yo.

Una de las escenas que metaforizan más visiblemente el deseo de los personajes de Soto de escapar de este limbo es aquella que acontece en “Mariposas” donde dos niños, uno en silla de ruedas, Vladimir, y otro un poco mayor, Matías, sostienen un diálogo en torno a unas mariposas disecadas que colecciona el primero. Vladimir conserva, además, un frasco en el que tiene encerradas varias mariposas vivas en proceso de ser disecadas. Le explica a Matías que: “hay que hacer que se sequen, pero no mucho porque si no, no puedes extenderle las alas para ponerlas en el mariposario”. El otro le pregunta por qué no libera los insectos y se genera una discusión entre ambos que concluye cuando Matías decide abrir el frasco y liberar a todas las mariposas. Describiendo la reacción del niño en silla de ruedas, el narrador dice: “Sus ojos vidriosos buscan un lugar de fuga. Mira a Matías y luego mira al aire, otra vez a Matías y al aire, como si pretendiera recolectar con la vista todas las mariposas que acaba de perder”.

Los insectos en proceso de disecación representan el limbo entre presente y pasado, ese no man’s land transitorio a medio camino entre dos puntos del cual los personajes de Liquidar al adversario no pueden escapar. No es casualidad que el autor personifique en Matías al encargado de liberar a las mariposas. El niño no solo es hijo de Danilo —sí, el mismo de la cámara de video— sino, además, el motivo central de una tragedia que fulmina la relación entre sus padres, en el cuento “Año viejo”. Matías, o en términos más generales, la infancia, es la bisagra que articula presente y pasado; desaparecido este mecanismo articulador el limbo se cierra y toda esperanza de escape del desértico territorio de la nada termina por esfumarse.

La única manera que tienen los personajes de evitar los padecimientos que conlleva habitar el limbo es construirse una ficción que les otorgue certezas. En otras palabras, una ilusión que reafirme la cohabitación familiar sin la cual la autopercepción identitaria de los personajes está en riesgo. Es esta la razón que explica que la pareja de cubanos de “Radio reloj” planee un escape de La Habana con la ilusión de un american dream que termina siendo el tosco y aburrido Santiago de Chile y no la Miami del plan inicial. El derrumbe de la ficción obliga a los personajes de Liquidar al adversario a mirarse al espejo y recordar frente al reflejo deslavado de ellos mismos que todo es una ilusión.

Ocurre de manera patente en el cuento que cierra el libro, titulado “El adversario”, donde William Pérez, originario de una población de Conchalí, agarra a puñetazos a Alejandro, antiguo vecino de la población y escritor de relativo éxito, que ha construido sus novelas sobre la base de su experiencia en el barrio de infancia. William no lo castiga porque escriba basándose en él, en sus amigos y en la gente de la población, sino más bien porque no soporta que escriba de manera tan verídica acerca del barrio que los vio crecer juntos. Alejandro le repite una y otra vez que se trata de ficción, pero su antiguo vecino alega que no es así. La obra del escritor es un espejo en el cual William no desea verse reflejado, tal como la imagen del televisor —enviada por la cámara que sostiene Andrea— le muestra a Danilo la futilidad de su propia existencia. Tal vez el adversario al que se refiere el título de este libro sea el sin sentido del capitalismo o lo que va quedando de él. Y liquidarlo dependa de qué tan creíble y agradable a nuestros ojos sea la ficción que nos creamos todos los días.

 

Juan Pablo Sáez (Santiago, 1975)es un periodista y escritor chileno.

Ha colaborado con artículos literarios para los sitios electrónicos IntemperiePaniko y Soy Pensante y para el diario La Estrella de Valparaíso. También escribe artículos políticos para el sitio El Mostrador.

Desde 2009 ha participado en distintos talleres literarios, destacando los cursos de los escritores Jaime Collyer, Pablo Simonetti y Matías Correa.

En el año 2018 publicó su primera novela, Operación réquiem, bajo el sello «Roja y Negra», de Penguin Random House.

También es redactor estable del Diario Cine y Literatura.

 

Los cuentos de «Liquidar al adversario», de Gerardo Soto (Librosdementira, 2019)

 

 

Juan Pablo Sáez

 

 

Crédito de la imagen destacada: Librosdementira.

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