El filme de los realizadores montevideanos Marcela Matta y Mauro Sarser recuerda en su novedad artística y audiovisual (y porque también ellos rodaron su primera colaboración juntos en blanco y negro), a sus compatriotas Juan Pablo Rebella y Pablo Stoll, los autores de los inolvidables largometrajes de ficción «Whisky» y «25 Watts».
Por Aníbal Ricci Anduaga
Publicado el 9.11.2020
Fausto, un hombre neurótico, se dará cuenta de que conforme avanzan los años, no podrá seguir siendo el centro del universo. En las conversaciones triviales es insufrible, siempre con la voz de la razón, se considera una personalidad objetiva. Intenta que todos piensen como él y sus parejas tendrán que aguantarlo.
Hay un gran tópico que es aprender a postergar las necesidades propias por el bienestar de otra persona. Fausto es un ser egótico, le será arduo el aprendizaje. No desea tener hijos para no postergar sus proyectos personales.
Un evento extrañísimo, lo convierte en un potencial padre por transitividad. Fausto salía con Clara, ahora está con Fernanda y dejó embarazada, sin acostarse con ella, a Ana. Parece una comedia delirante, salvo que el montaje de las escenas en blanco y negro es bastante flojo.
Y si bien la película es de larga duración, ésta no se hace tan larga, aunque el espectador no entienda para qué los directores decidieron filmar en blanco y negro (poco contraste de luz y sombra, subutilización de la profundidad de campo) salvo para intentar imitar al genio narrativo de Woody Allen.
Los primeros noventa minutos son como estar visionando Manhattan, sin su magia ensoñadora (salvo las secuencias de la pareja lésbica) y por más que las calles de Montevideo sean atractivas, por melancolía, el espectador espera en todo momento que aparezca el puente de Brooklyn.
El director (Mauro Sarser) es también el protagonista, pero carece del carisma de Woody Allen para interpretarse a sí mismo. También es un snob progresista, pero uno no le cree que sea tan neurótico. Dejémoslo en egoísta, pues como actor, Sarser no da la talla.
Repito que la primera hora y media intentó filmarse a la Woody Allen, por lo que el aporte fílmico para un cinéfilo es escaso. Luego surge el evento improbable y la película empieza a enderezar rumbo. Fausto se vuelve más humano, empieza a comprender lo que significa la maternidad para sus parejas.
Dos veces le preguntan sobre los niños, en la primera termina la relación con Clara y en la segunda, termina con Fernanda. El resto no es muy novedoso, pero los diálogos fluyen con naturalidad, la vida avanza y los proyectos personales van cambiando. Lo inútil de planificar una vida ante acontecimientos tan trascendentes como tener un hijo, van relajando la neurosis de los personajes.
Las actrices (Noelia Campo, Stefanía Tortorella y Marie Helene Wyaux) se mueven dos peldaños más arriba que Mauro Sarser. Son la explicación de que la cinta nos mantenga interesados, de sobre manera Tortorella como una muy asumida y atractiva lesbiana.
Cuando la comedia se adentra en los enredos, curiosamente se vuelve más profunda, los diálogos danzan y la visión de la maternidad nos acerca al mundo latinoamericano. Adquiere identidad y los personajes cambian, transitoriamente, pero la realidad los aterriza hacia escenarios más egoístas y la pareja protagónica deja escapar a Ana de sus vidas.
La ausencia de su calidez produce un quiebre profundo, los personajes optan por rumbos separados y la cinta brinca en el tiempo. No hubiera sido un mal final que Fausto terminara su relación con Fernanda al darse cuenta de su verdadero amor.
Pero los directores decidieron girar hacia el melodrama y proponer un final dulzón, tanto más improbable que la historia de una mujer que embaraza a otra.
La película no es la octava maravilla. Se mantiene en el sendero de la comedia de trazos superficiales, es divertida a ratos, aunque no conmueve tanto, quizás por impericia de los directores.
Los modernos (2016) apela a personajes en el papel muy civilizados, con problemas de toma de decisiones propias de la modernidad, pero los temas que hilvana no tienen nada de novedosos y la puesta en escena tampoco.
Hay que reconocer un detalle estético interesante sacado del espíritu de Woody Allen: la inclusión de música antigua contrastando con la temática contemporánea, interpretada muy acertadamente en esta ocasión por la voz inmortal de Carlos Gardel, dándole al filme, en definitiva, ese aire porteño que nos transporta a las calles de Montevideo.
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Aníbal Ricci Anduaga (Santiago, 1968) es ingeniero comercial de la Pontificia Universidad Católica de Chile y magíster en gestión cultural de la Universidad ARCIS, y como escritor ha publicado las novelas Fear, El rincón más lejano, Tan lejos. Tan cerca, El pasado nunca termina de ocurrir, y las nouvelles Siempre me roban el reloj, El martirio de los días y las noches, además de los volúmenes de cuentos Sin besos en la boca, Meditaciones de los jueves (relatos y ensayos) y Reflexiones de la imagen (textos cinematográficos).
Tráiler:
Imagen destacada: Los modernos (2016).