No tengo yo autoridad para decir si este largometraje es bueno o malo (aunque definitivamente no es bello), pero resulta ser una interesante mirada sobre los márgenes sociales, así como una toma radiográfica de las entrañas del cine chileno independiente. De fugaz estreno santiaguino durante el pasado mes de agosto, se exhibirá este jueves 25 de octubre, a las 19:30 horas, en la sala Teatro Plaza de Talca (calle 1 Sur esquina con calle 1 Oriente).
Por Masiel Zagal
Publicado el 24.10.2018
Maleza es una obra de ficción audiovisual de 2017 dirigida por Ignacio Pavez y protagonizada por Cristián Luna. En la categoría largometraje obtuvo el premio a mejor guion en la décima versión del Festival de Cine Chileno, FECICH. A pesar que aún no está liberada para verla de forma online, ha estado en cartelera en salas de cine independientes tanto en Santiago como en provincia, y durante esta semana se mostrará por última vez en la sala de Cinespacio en la ciudad de Talca, situada en el Cine Teatro Plaza.
La reinserción social y la marginalidad son los temas que aborda este largometraje, tópicos que son trabajados con la sencillez de una cámara amateur, la que funciona como eterna compañera del personaje protagónico y que alcanza niveles de realidad desconcertantes, a veces incómodos, que nos obliga a dejar de lado las pretensiones del cine comercial para adentrarnos en un viaje sinuoso.
Maleza es una película de bajo presupuesto y se debe entender lo que eso significa si queremos seguir la historia de Daniel. Es necesario partir aclarando eso porque si lo que espera el espectador es una estética deslumbrante y conmovedora, posiblemente no la encontrará en este filme, que va más allá del cine alternativo así como la maleza crece más allá de los márgenes. O quizás sí la encuentre –todo depende de la sensibilidad de cada quien-, porque así como la maleza para algunos puede ser una planta bella y espontánea, la propuesta estética de este largometraje puede cobrar honestidad y coherencia con la temática que desarrolla.
Daniel (Cristián Luna) es un ex recluso que acaba de salir de la cárcel y que, para poder reinsertarse socialmente, es acogido por un hogar de corte evangélico donde sus integrantes deben fabricar y vender pasteles por las calles de Santiago con la finalidad de financiar la obra y, de paso, la vida que están comenzando desde cero. El protagonista, en cuyo rostro vemos lo más profundo de la desolación, es una persona silenciosa, solitaria, confundida y misteriosa. No podemos saber lo que piensa y lo que quiere, sólo podemos seguirlo torpemente, a través de una cámara invasiva, e ir experimentando junto a él lo que significa tratar de ser un miembro útil para la sociedad. Pero por qué o para qué alguien como Daniel –una mala hierba, un ser desplazado, un marginal- querría ser útil para una sociedad que lo ha atacado desde su origen, pero que no lo ha podido cortar de raíz.
Me interesa tematizar dos conceptos que he aprendido de la academia: la ‘estética de la fealdad’ y el ‘tercer estilo’. No sólo lo bello, asimétrico o armónico debe entenderse como estético, la estética de la fealdad sigue siendo una propuesta artística: lo feo, lo sucio, el desorden, la mugre, el bullicio del ruido ambiente, la miseria, lo patético, la falta de sutileza y de pulcritud, la torpeza, entre otros elementos van llenando la película, un ambiente perturbador donde el espectador se sumerge y llega a sentir que de ahí no se puede salir. Para qué veo esta película tan fea, se puede preguntar el espectador, así como también hace un rato me preguntaba para qué Daniel continua intentándolo, si no existe un resultado gratificante para él ni para nadie.
Evidentemente en Maleza esta propuesta de la fealdad no tiene relación con el canon, quizás ni siquiera sea intencionada, y ahí es donde pienso en el tercer estilo: el estilo de lo que no tiene estilo, ese quehacer indispuesto que está lejos de agradar a la crítica pero que sigue siendo necesario visibilizar porque algo nos está diciendo, no sólo con la historia que cuenta, sino la forma en que lo hace. La fealdad y el tercer estilo tienen una singular coherencia con el drama desarrollado: no debería ser casual –o al menos no podemos pasar por alto- que una historia tan lamentable como la de la exclusión, miseria y sobremarginalidad sea llevada a la pantalla en una calidad precaria que, insisto, podría no ser intencionada, pero funciona como una alegoría a la misma subalternidad que nos plantea.
La película cuenta con un par de quiebres significativos -pues vemos que Daniel está sólo sobreviviendo (sólo de solamente pero también solo de soledad) y en algún momento debe dejar que emerja su esencia- así como algunos símbolos confusamente poéticos siempre rayando en la fealdad: hablo, por ejemplo, de elementos como el Mapocho y la línea del tren, por la carga histórica que ambos tienen en lo referido a la marginalidad chilena; en una escena Daniel escupe desde una pasarela a los autos que circulan por abajo, un acto tan inofensivo pero tan revelador a la vez que deja al descubierto el rechazo que el protagonista siente contra la otredad; los animales dejados a su suerte en la periferia, muertos a causa del abandono; la flor silvestre –la maleza- que el protagonista deja como un homenaje en el cráneo de un vacuno que se está descomponiendo. Es atractivo también analizar el rol de la iglesia evangélica y su discurso de redención frente a seres desamparados, una solidaridad problemática donde la obra no pretende enfocarse, pero de soslayo hace un guiño a lo que significa la acción benéfica, lo único a lo que pueden acogerse los seres excluidos de quienes el Estado se ha desentendido.
No tengo yo autoridad para decir si este largometraje es bueno o malo (aunque definitivamente no es bella), pero resulta ser una interesante mirada sobre los márgenes sociales, así como una toma radiográfica de las entrañas del cine chileno independiente.
Ficha técnica:
Título: Maleza. Dirección: Ignacio Pavez. Guión: Ignacio Pavez. Productor: Ignacio Pavez. Reparto: Cristián Luna, Ignacio Pavez, Pablo Álvarez, Gastón Salgado. País: Chile. Año: 2017. Duración: 92 minutos.
Masiel Zagal (Rari, Región del Maule, 1984) es cuentista y dramaturga. Autora de textos teatrales tales como Avenida El Dique, Lucila la niña que iba a ser reina y La mujer quebrada, el volumen de relatos que conforman La gran intemperie (Editorial Puebloculto, Curepto, 2018) es su primer libro publicado. De formación es profesora de castellano y magíster en humanidades de la Universidad de Talca, en una vocación intelectual y creativa donde se conjugan el cultivo de la literatura y de las artes visuales.
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