El realizador georgiano nos ofrece una joya cinematográfica casi poética que es un canto antibelicista lleno de humanidad, un largometraje humilde y sosegado que consigue emocionar por su autenticidad. La trama se desarrolla en un pequeño poblado de minoría estonia durante la guerra de Abjasia a finales del siglo pasado (1992 – 1993), todos los personajes son hombres, soldados que luchan, guerreros que se defienden, hombres que matan, hombres que sienten, hombres que ayudan. Destacan las espléndidas interpretaciones de los cuatro actores protagonistas Lembit Ulfsak (Ivo), Giorgi Nakashidze (Ahmed), Elmo Nüganen (Margus) y Mikheil Meskhi (Nika).
Por Jordi Mat Amorós i Navarro
Publicado el 1.4.2019
«Nuestro enemigo es nuestro mejor maestro; con él tenemos la oportunidad real de practicar la paciencia, el autocontrol y la tolerancia».
Dalai Lama
Humanidad
Ivo es un buen hombre ya abuelo que ha decidido quedarse solo en casa para ayudar a su amigo Margus en la cosecha de sus mandarinas. La aldea está prácticamente vacía, todos los vecinos han huido a Estonia por la guerra de Abjasia (1992-1993), también la familia de Ivo. El abuelo es un hombre de pocas pero contundentes palabras, palabras de verdad, verdad de quien ha vivido y entiende la vida. Ivo encarna los valores humanos en el hombre: la templanza, la solidaridad, el diálogo, el respeto, la tolerancia… Él ama a su tierra y se resiste a abandonarla, allí yace su hijo que a pesar de sus consejos decidió ir a la guerra donde encontró la muerte. Lo más fácil sería que Ivo sintiera odio-rabia por los georgianos, los “enemigos” contra los que él luchó; pero el abuelo es un gran hombre, una persona auténtica que no cae en la provocación del odio y la guerra. Y esa forma de ser-vivir transformará a dos desconocidos, dos “enemigos” (uno de ellos georgiano) a los que curará de sus heridas físicas y anímicas.
Respeto
Se produce una contienda frente a la casa de Margus, junto a Ivo entierran a los muertos y atienden a dos supervivientes. A uno lo conocen, se trata de Ahmed un mercenario checheno del bando separatista que acudió con su compañero ahora muerto a pedir provisiones al abuelo. El otro es Nika, un joven combatiente georgiano muy malherido. Dos enemigos que convivirán bajo el mismo techo gracias a la generosidad de Ivo que les ofrece alojamiento, alimento y atención médica (un doctor amigo que ya abandona la zona les visita facilitándoles medicamentos). El hombre trata por igual a ambos más allá del bando en el que luchan, más allá de la dolorosa muerte de su hijo.
Ahmed quiere matar a Nika para vengar la muerte de su compañero y amigo; Ivo consigue que no lo haga en su casa afirmándole que antes tendrá que matarlo a él. El checheno le da su palabra de honor, respeta a un hombre bueno anteponiendo este noble proceder a su deseo de venganza. Ahmed respeta a las personas mayores, se disculpa por su pretensión de matar en el hogar de Ivo. Ambos hablan de lo que supone para ellos dar la palabra: “prefiero morir antes que romperla”, dice el abuelo: “eso significa todo para nosotros”, responde el checheno quien es hombre de principios. Y también Nika da su palabra a Ivo. Cuando Margus le pregunta si no teme que se maten, su amigo responde con convencimiento que se fía de su promesa: “Todavía hay gente que mantiene su palabra”, Ivo sabe “ver” el fondo de las personas.
Pero la convivencia no será fácil. Los huéspedes a menudo se embrollan en combates dialécticos y es Kira quien a pesar de su peor estado físico desafía a Ahmed para que cumpla su promesa de venganza. Ivo sabe llevar estas situaciones imponiendo su autenticidad y haciendo gala de un inteligente sentido del humor capaz de deshacer tanta tontería. Así, la primera vez que están los tres juntos (Kira acaba de levantarse de la cama tras días de reposo) Ahmed advierte al georgiano que si saca la cabeza fuera de la casa por la ventana (fuera del ámbito de su compromiso de tregua) se la cortará, a lo que Ivo le suelta: “¿Pero puede mear desde la ventana?”, Ahmed cambia su gesto enojado sonriendo la ocurrencia.
Y cuando Nika sale fuera de la casa por primera vez donde están los otros, Ivo le pregunta con ironía a Ahmed si quiere matarlo ya: “Tengo demasiada pereza para matarlo hoy”, responde el checheno sin tanta rabia. Los vemos comiendo al aire libre todos juntos, los “enemigos” vuelven a ensalzarse dialécticamente dispuestos a pelear. Ivo salta: “Cálmense, ya está bien. De lo contrario así como los salvé los voy a matar”, inmediatamente ambos ceden por respeto. Ivo les habla con sabiduría de su obsesión por matarse: “¿Quién les dio el derecho?”. Ahmed responde convencido que la guerra les da el derecho (la nefasta idea de que en guerra todo está permitido) a lo que el abuelo les espeta: “¡Imbéciles!”, y les hace brindar por la muerte; Margus no quiere brindar por la muerte e Ivo afirma: “Somos hijos de la muerte, es tu madre”, estas contundentes palabras hacen reaccionar a Ahmed: “Perdóname, Ivo. En nombre de Allah, no volverá a suceder”, pero Ivo cansado de sus tozudeces les dice: “Qué sentido tiene, si se van a matar aquí o en otro lugar. Mejórense, váyanse al frente y mátense allá. Es absurdo obligarles a sentarse en la misma mesa”.
Unidos
Tras el “tirar la toalla” de Ivo, un proyectil destruye la casa de Margus; esta desgracia será beneficiosa al lograr unir definitivamente a los cuatro. Así, Ahmed le ofrece dinero a Margus para que regrese a Estonia, bello gesto que el hombre rechaza por ser dinero ganado como mercenario de guerra. Y vemos a los “enemigos” desayunando juntos ya con respeto, hablan de los compañeros muertos, Ahmed le comenta sin resentimiento que su compañero para él era como un hermano, “lo siento” afirma un Nika afectado, “también lamento que murieran tus compañeros”, contesta el checheno.
Ahora Ivo, satisfecho del cambio al que tanto ha contribuido, le habla a Nika de su hermosa nieta (cuya fotografía siempre observa), “se llama Mari, ella lo es todo para mí”. El georgiano le cuenta de su familia y de que es actor, Ivo feliz comenta: “Cuando la guerra termine te iré a ver actuar. Después recordaremos estos tiempos con Ahmed que estará sentado en el teatro conmigo aplaudiéndote”, ríen juntos.
Llegan unos hombres al mando de un oficial violento que cree que Ahmed es georgiano, van a matarlo. Nika lo impide abriendo fuego sobre ellos, se produce un tiroteo en el que los antes enemigos luchan juntos logrando acabar con esos hombres pero a costa de la muerte de Marcus y Nika.
Los entierran, a Marcus en su finca y a Nika junto a la del hijo de Ivo. Ahmed aún se sorprende de que entierre a un georgiano a su lado: “Ahmed, ¿importa?”, inquiere Ivo y el checheno responde entendiendo: “No, no importa”, preguntándole que si en el caso de que hubiera muerto él lo hubiese enterrado también al lado de su hijo: “sí, tal vez un poco más lejos”, contesta con su sano sentido del humor, sonríen los dos.
En la bella escena final, Ahmed regresa a su hogar en su vehículo oyendo la cinta de casete de Nika, una de las pocas pertenencias que siempre tenía en sus manos. Música georgiana, la música del que había considerado “enemigo”, la música como factor integrador capaz de deshacer las absurdas barreras que nos separan.
Maestros
Tendemos a creer que los grandes maestros son personas que han leído mucho, eruditos que conocen perfectamente todo tipo de teorías. Entiendo que no tiene porqué ser así, los grandes maestros suelen ser gente normal que quizás no sepan leer pero que han vivenciado sus vidas y han comprendido lo que significa vivir. Son gente auténtica que no necesitan grandes retóricas ni discursos, son gente que encarnan verdad y hablan incluso en su silencio. Ivo es uno de ellos, ha transmutado su dolor-rabia por la muerte de su hijo en la absurdidad de una de tantas guerras que se libran inútilmente en este desconcertante mundo en que vivimos. Su ejemplo ha logrado sacar lo mejor de los dos huéspedes antes enemigos, su entrega de amor verdadero los ha transformado.
A mi padre, un buen hombre que tanto me enseñó con su ejemplo.
Jordi Mat Amorós i Navarro es pedagogo terapeuta por la Universitat de Barcelona, España, además de zahorí, poeta, y redactor permanente del Diario Cine y Literatura.
Tráiler:
Imagen destacada: El actor Lembit Ulfsak en una escena de Mandarinas (Mandariinid, 2013), del realizador georgiano Zaza Urushadze.