Es interesante el trabajo editorial que realizó Planeta al publicar ocho de sus novelas de forma seguida durante este mes de septiembre. Hay un efecto de espectacularidad -y de publicidad- que (re) posiciona obras que estaban perdidas y que -incluso dentro de los libros usados- eran imposibles de hallar.
Por Joaquín Escobar
Publicado el 25.9.2019
Japón es actualmente uno de los países más capitalistas del mundo. Su apertura cultural y financiera no solo trajo consigo un cambio en los modos cotidianos, también los trajo en los económicos. La literatura de Kawabata no registra esta fractura, por el contrario, narra a un Japón alejado de las formas actuales, posicionándose como un espejo de una civilización que permanece inalterable en una prosa que está lejos del envejecimiento.
Frank Kermode en su extraordinario texto El sentido de un final, plantea que en las culturas occidentales siempre nos preocupamos más por el desenlace de una obra que por la trama en la cual todo se desenvolvió. Podemos tener un argumento extraordinario, llevado a cabo con maestría durante todo el trayecto narrativo, pero si el desenlace no es explosivo ni genial, el sentimiento que prevalece entre los espectadores o lectores es el de la disconformidad. En la literatura de Kawabata, así como en la de sus contemporáneos, no son importantes los finales, incluso no parecen finales, son puntos de cierre -sin serlo- que podrían estar en cualquier otra parte del texto. Para huir de la occidentalización de todo, para aprender a valorizar las tramas, para entender el posicionamiento de la cosmovisión oriental.
En toda la obra de Kawabata hay una relación estrecha con la pintura. Siempre aparecen cuadros, pintores y obras difusas a medio terminar. Incluso en su discurso cuando recibió el premio Nobel dio una charla en la cual la pintura aparece con enorme fuerza, por lo mismo, estamos ante una literatura que viaja y se relaciona con otras esferas del arte. Una especie de manual y guía para entender las distintas disciplinas como un ejercicio de retroalimentación en el que nada gira sobre su propio eje.
Hay que leer a Kawabata para entender que hay bastante más literatura japonesa que la de Haruki Murakami. De un tiempo a esta parte, el autor de Tokio blues es erigido como el mejor exponente en la historia de las letras niponas. Grave error. Incluso, fatal error. La occidentalización que presenta su literatura, lo posiciona como un escritor de este lado del orbe, más parecido a lo realizado por Paul Auster que a lo hecho por Yukio Mishima.
Es interesante el trabajo editorial que realizó Planeta al publicar ocho de sus novelas de forma seguida. Hay un efecto de espectacularidad -y de publicidad- que (re) posiciona obras que estaban perdidas y que -incluso dentro de los libros usados- eran imposibles de hallar. Estamos ante un rescate valioso que más allá de volver a posicionar al autor japonés, nos permite hacerlo sin escalas y con frenesí, empapándonos de un trabajo extraordinario que requiere ser leído de un solo tirón.
¿Será la condición de Premio Nobel que tiene Kawabata la que lo hace un imperdible? Siempre hay que cuestionar los premios, detrás de cada galardón hay un movimiento político dirigido que responde más a un contexto determinado que a una obra en su conjunto. La literatura de Patrick Modiano y de Alice Munro, o la película Una mujer fantástica, fueron galardonadas con un fin estratégico-político, por lo mismo, todo certamen de premiación debe ser visto bajo un ojo crítico. A pesar de ello, el premio Nobel a Kawabata fue un reconocimiento más que merecido a todo su trabajo, pues esa escritura precisa y alejada de los adornos innecesarios es, además, un manual de escritura sobre el cual crear y recrear para sobrevivir.
Al estar Japón devastado por las bombas atómicas enviadas a Hiroshima y Nagasaki, se produce en el país un vacío no solo humano y existencial, también cultural. El proceso de (re) construcción estuvo mediado por lo político en su conjunto, pero también por el magnetismo de las tradiciones y la cultura. En la novela Mil grullas y Kioto se exploran figuras simbólicas (como el kimono), para darles la reivindicación que necesita la memoria histórica de una nación que necesitaba (re) construirse.
También puedes leer:
–Bailarinas, de Yasunari Kawabata: La amplitud del silencio.
–Bailarinas, de Yasunari Kawabata: La ferocidad en el silencio.
Joaquín Escobar (1986) es escritor, sociólogo y magíster en literatura latinoamericana. Reseñista del diario La Estrella de Valparaíso y de diversos medios digitales, es también autor del libro de cuentos Se vende humo (Narrativa Punto Aparte, 2017).
Asimismo es redactor permanente del Diario Cine y Literatura.
Imagen destacada: El escritor japonés Yasunari Kawabata (1899 – 1972), luego de conocerse la noticia de que había ganado el Premio Nobel de Literatura 1968.