El diseñador chileno–alemán Rudi Haymann es el autor de este libro de memorias que, editado por Planeta, registra a través de sus páginas su participación en distintos frentes de la Segunda Guerra Mundial, y su lucha frente al totalitarismo nacionalsocialista.
Por Nicolás Poblete Pardo
Publicado el 14.2.2020
Más allá de las fronteras, subtitulado “mi década extraordinaria” (1938-1948) y que circula entre Europa, África y América, es el impresionante documento que Rudi Haymann (1921) lanzó en diciembre del año pasado, a sus 98 años. A cargo de la editorial Planeta, la narración de Haymann da cuenta de una personalidad única; una figura que encarna valores como la resiliencia, la vitalidad y la capacidad para sobreponerse a los múltiples desafíos que la historia le ha presentado.
La narración comienza con la noción de herencia y de historia. Los viajes que hará Haymann están minados de concepciones que una y otra vez deben ser cuestionadas. Haymann nos lleva de la mano por este paseo histórico, haciéndonos partícipes de un recorrido tan extremo como definitivo para nuestra realidad actual. En sus trayectos podemos ver el origen de la identidad, la evolución de las filiaciones políticas y la forma en que el mapa, al comenzar la década de los 50, se reorganiza mundialmente, con nuevas percepciones, enriquecidas por la participación (pro) activa de un manifestante que carga un historial ancestral.
“Heredando un nombre se vive 120 años, porque junto con el nombre se perpetúa la memoria, y esta, es la prolongación de la vida”, comenta Haymann al principio de su relato, donde expresa virtudes que resultan cardinales: el trabajo, la perseverancia y la modestia.
Los valores son básicos para enfrentar lo que viene y que Haymann atestigua de primera mano, siendo solo un niño: “Cuando yo tenía doce años el bar de la esquina de la plaza se transformó en cuartel del Partido Nazi”, leemos a poco avanzar en la lectura. El sentimiento de enajenación abarca a toda una comunidad, representada en al árbol familiar: “La asimilación centenaria de nuestros padres en Alemania había resultado un fracaso. No porque no se asimilaron bien, sino muy por el contrario, porque sus costumbres prácticamente no se distinguían de su entorno alemán. Pero no era suficiente que ellos se sintieran integrados, si la sociedad alemana no lo veía así también”.
La idea de integración, para la cual es necesaria una cuota de receptividad, deriva en un nuevo nombre y, con ello, en una nueva percepción respecto a nuestra forma de entender el enigma detrás de la palabra “identidad”. Vemos, por ejemplo, el cambio de percepción en los ideales con los que comienza su proyecto: “el socialismo virtuoso distribuye bienestar”, comenta en un inicio. Luego, apreciamos que: “el ideal socialista se iría alejando y desdibujando paulatinamente”. Hacia el final del capítulo “Mundos aparte”, comprendemos que el sueño socialista universal se desvanece: “Ha sido la gran desilusión de mi vida”, reconoce Haymann.
Pero el desencanto no paraliza su energía: “Noventa voluntarios fuimos destinados al servicio de inteligencia británico y llevados a un entrenamiento especial para crear una unidad nunca probada antes… Nos dieron uniformes de nazis muertos o prisioneros, y nos enseñaron cómo hacernos pasar por un landser; un soldado alemán, para infiltrar las líneas germanas cuando estas llegaran a nuestro territorio [en Palestina]”. Hacerse pasar por soldado alemán es otro de los desafíos que Haymann destaca en su documento. Su identidad, su noción de lugar de origen, es puesta en jaque y observada con una candidez que rompe los clichés que dotan de un glamour hollywoodense a sobrevivientes que no imaginaban lo que tendrían que hacer. Él mismo admite: “¿Cómo pude ser tan ingenuo y creer en las imágenes de cine de espía en traje de seda, imperturbables, que no despiertan sospechas y duermen tranquilos?”.
Finalmente está Chile, un país extraño y lejano, que comienza a tomar la forma de la esperanza en el trayecto vital de Haymann. Un momento definitivo lo provee el azar, el encuentro con aquel sargento chileno, ya en Italia (en el capítulo “La batalla por Roma”, que transcurre en 1944): “Soy nieto de un inmigrante inglés; me presenté como voluntario a esta guerra por idealismo, por aventura, y aquí me tienes”, confiesa el chileno. Estas sincronías le otorgan al libro un barniz místico. Para un creyente, serían quizá signos cargados de un sentido espiritual. Pero la esperanza es esquiva y la realidad aplasta cualquier atisbo de certeza, como vemos gracias a una cita de Noche, de Elie Wiesel: “Frente a nosotros, las llamas. Y en el aire, ese olor terrible a carne quemada”.
Esta década extraordinaria es mucho más que la década que va desde 1938 hasta 1948. Es más que un análisis histórico y más que el relato de un activo sobreviviente, de un testigo único. Es una posibilidad para reflexionar sobre nuestro lugar como sujetos insertos en un momento que es producto de un legado y que nos hace cuestionarnos nuestra esfera y nuestro compromiso político como partícipes de un determinado territorio; de qué hacemos con él, y cómo lo hacemos. El libro concluye con una urgente llamada: “Los asesinados no tienen voz. Los muertos no pueden hablar. Si no hablamos los sobrevivientes, ¿quién entonces”.
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Nicolás Poblete Pardo (Santiago, 1971) es periodista, profesor, traductor y doctorado en literatura hispanoamericana (Washington University in St. Louis).
Ha publicado las novelas Dos cuerpos, Réplicas, Nuestros desechos, No me ignores, Cardumen, Si ellos vieran, Concepciones y Sinestesia; y los volúmenes de cuentos Frivolidades y Espectro familiar, y la novela bilingüe En la isla/On the Island. Traducciones de sus textos han aparecido en The Stinging Fly (Irlanda), ANMLY (EE.UU.), Alba (Alemania) y en la editorial Édicije Bozicevic (Croacia).
Asimismo, es redactor permanente del Diario Cine y Literatura.
Crédito de la imagen destacada: Editorial Planeta.