Icono del sitio Cine y Literatura

«Matate, amor», de Ariana Harwicz: Contra el deber

La autora argentina escribe contra los modelos convencionales del mostrarse mujer y, al mismo tiempo, negando las estructuras narrativas hegemónicas. En efecto, su gesto contracultural es doble, ya que forma y fondo se articulan en desmedro de lo políticamente correcto, de lo que nefastamente se pregona como «el deber ser» en una comunidad donde la falsedad resulta la mejor careta para poder vivir en sociedad.

Por Francisco García Mendoza

Publicado el 13.8.2018

Hay ciertas novelas que son ininteligibles desde el punto de vista de la épica clásica. Lo que lejos de ser un defecto, constituye, más bien, un desencuentro entre la costumbre narrativa del lector y el principio estético de quien escribe. En ese sentido, la escritura de Ariana Harwicz (Buenos Aires, 1977) en Matate, amor (Elefante, 2018) está en sintonía con algunas de las novelas de la chilena Diamela Eltit. Una escritura difícil, una escritura compleja, algo que pareciera no tener ni pies ni cabeza, es costumbre oír sobre todo en los círculos académicos masculinos. Y la verdad de las cosas es que adentrarse en este tipo de escrituras es más simple que tratar de encontrar cualquier denominación artificiosa que busca solapar el fracaso del lector: cambiar el punto de vista de la recepción y ya está.

La voz narrativa de Matate, amor enuncia lo que muchas mujeres piensan en algún momento, pero que la mayoría prefiere reservarse (por motivos más bien sociales). En ese sentido, la escritura de la argentina devela el espacio de lo más íntimo –se adentra sobre todo en aquellos lugares oscuros de la maternidad– y lo vuelve público en la voz de su protagonista: “Y si quiero dejar en el auto bajo cuarenta grados de sensación térmica a mi bebé lo hago. Y no me corran con que es ilegal. Si quiero optar por la ilegalidad, si quiero convertirme en una de las tantas congela-fetos lo hago. Si quiero ir a la cárcel veinte años o huir, es una posibilidad también” (16).

La no-maternidad es una posibilidad que otras escritoras latinoamericanas también se han abierto a explorar. Es el caso de la chilena Lina Meruane en su ensayo Contra los hijos (Tumbona Ediciones, 2015), que construye un relato sobre la maternidad a partir de la premisa de que uno de los mayores problemas de la humanidad es, justamente, el exceso de hijos. La protagonista del relato de Harwicz lo enuncia una vez con la carga a cuestas de esta manera: “Si no hubiera habido ese gesto de darme vuelta, si yo hubiera cerrado las piernas, si le hubiera agarrado la pija, no tendría que ir a la panadería a comprar la torta de crema o chocolate y las velitas, medio año ya” (8).

La sucesión de cuadros intimistas que compone la novela es la articulación de una voz que lo abarca todo, la pulsión narrativa de la protagonista atenta contra los comportamientos y maneras de pensar del resto de personajes –cuyo rol es más bien incidental– que se van sucediendo en la obra y, por lo tanto, resulta violenta. Ese modo de situarse como mujer frente al mundo es una actitud que debe corregirse y es precisamente el encierro, el aislamiento social y la reconfiguración de las lógicas identitarias impuestas por la institucionalidad masculina las que se encargan de someter a su protagonista. Ella dice: “Pasé la mañana insultando al bebé. Le dije de todo menos lindo. Al bebé. Qué no le dije, lo recontra insulté. Una boca sucia de madre. Lo llené de agravios al pobre. Espero que no reconozca ninguna palabra, que más tarde no repita delante de todos la concha de tu madre” (57).

El estilo de Ariana Harwicz es innegociable, la argentina escribe contra los modelos convencionales del mostrarse mujer y, al mismo tiempo, contra las estructuras narrativas hegemónicas. Su gesto contracultural es doble, forma y fondo se articulan en contra de lo políticamente correcto, de lo que nefastamente se pregona como el deber ser en una sociedad en donde la falsedad es la mejor careta para, justamente, poder vivir en sociedad.

 

La escritora argentina Ariana Harwicz (1977)

 

«Matate, amor», de Ariana Harwicz (Editorial Elefante, Santiago, 2018)

 

 

Crédito de la imagen destacada: Editorial Elefante

Salir de la versión móvil