Hasta el 26 de junio se exhibió vía Zoom la primera producción GAM virtual, que dirigida por Víctor Carrasco y basada en un texto del autor sueco Marcus Lindeen —el cual fue escrito a partir de testimonios recogidos en Skype— fue interpretado por un elenco de lujo, durante cada función en vivo: Paulina Urrutia, Héctor Noguera, Natalia Valdebenito, Francisca Gavilán y Gabriel Cañas.
Por Jessenia Chamorro Salas
Publicado el 6.7.2020
En tiempos de pandemia y confinamiento, la imaginación parece ser la única forma para escapar de las vicisitudes que ocasiona este adverso contexto. Imaginar para evadir una realidad que nos supera. Imaginar para crear mundos posibles, alternos. Imaginar para compensar las carencias y frustraciones de nuestro pasado y presente. Imaginar para darle sentido a lo que parece absurdo. Imaginar para trascender en una existencia que parece detenida en el tiempo.
Estas ideas parecen estar en el trasfondo de Mentes salvajes, obra de Marcus Lindeen (Los arrepentidos, 2018) y producida por GAM que es trasmitida a través de la plataforma Zoom en vivo y en directo, como si asistiéramos a la terapia de un grupo de individuos sujetos a los delirios de su imaginación.
Desde el arribo de la actual pandemia que vivimos, y que ha generado un cisma en lo que creíamos, era nuestra “normalidad”, no solo el teletrabajo ha usufructuado de las videoconferencias para lograr productividad en quehaceres y obligaciones laborales desde el domicilio, sino también, familias y amigos se han visto en la necesidad de comunicarse a través de éstas. Cuando hasta antes de marzo las redes sociales y la conexión online eran un recurso para evadirse de la rutina y una elección para mantenerse siempre “en línea”, ahora se han convertido en el pie forzado para todas las comunicaciones a distancia, obligándonos a permanecer horas frente a una pantalla de computador, ya sea en clases virtuales, en videoconferencias laborales, los famosos “webinar”, o las llamadas por video con amigos y familiares.
La pantalla ha dejado de ser esa caja negra que antes nos sumergía en realidades alternas y a destiempo, para convertirse en la plataforma de acceso y conexión con la “nueva realidad” que vivimos. En este contexto, parece ser que solo la imaginación nos ofrece un camino diferente, una opción distinta para aprehender el presente. Imaginar y soñar, consigna que propone Mentes Salvajes a través de la experiencia de sus protagonistas, quienes conversan y relatan sus ensoñaciones en lo que parece una terapia de grupo online.
Cinco personajes en la pantalla, literalmente cinco cuadros en escena, cinco vidas fragmentadas que buscan un ápice de esperanza en su existencia. Cinco formas de navegar por la realidad. Cinco naufragios. La primera es Ana (Paulina Urrutia), sus sueños son narrativos, biográficos, sobre un hombre de 90 años, ella es bibliotecaria, se fija en los detalles, vive en el pasado que ha construido su imaginación a través de un arduo estudio. La segunda es Sandra (Natalia Valdebenito), ella ha construido mundos mágicos, fantasías que la hacen imaginar una versión superpoderosa de sí misma, porque la realidad le parece aburrida, por eso imagina torturas.
El tercero es Nelson (Gabriel Cañas), quien siempre sueña que es entrevistado, que es el foco de atención, una celebridad y que además, es gay. El cuarto personaje es Deborah (Francisca Gavilán), quien aunque en un comienzo parece ser la terapeuta del grupo, prontamente evidencia que ella también padece ensoñaciones, está obsesionada con Kevin, un amigo imaginario, un amante secreto y a la vez una proyección de sí misma, quien está inserta en un matrimonio rutinario.
Finalmente, Andrés (Héctor Noguera), es el personaje que menos interviene en la experiencia, a ratos parece ser el terapeuta que escucha atento y observa a sus interlocutores, pero luego advertimos que él también sueña despierto, considera a sus ensoñaciones “cotidianas” y “normales”, salvo por el hecho de que son protagonizadas por una hija imaginaria.
Cada uno de estos personajes está conectado en ese momento específico para compartir su experiencia sobre las ensoñaciones compulsivas que padecen, a modo de enfermedad que, de uno u otro modo, perturba sus vidas. Sueños despiertos que alertan sobre sus frustraciones personales, sobre sus naufragios existenciales, sobre las carencias y soledades con las que cargan, y sobre todo, sobre los simulacros que elaboran con el objetivo de aferrarse a ellos como única tabla en el océano de la cruda realidad.
Simulacros que, siguiendo al teórico Jean Baudrillard, son fenómenos que atraviesan a las sociedades contemporáneas y que se caracterizan por el surgimiento de la hiperrealidad, la simulación y la confusión entre signo y sentido, en donde los Mass Media —en este caso internet, a través del uso de la plataforma Zoom— representaría: “una especie de código genético que conduce a la mutación de lo real en hiperreal”. Siendo Mentes salvajes en sí misma una obra que se construye a través del simulacro de una videoconferencia, que a su vez, incluye en su interior, las múltiples realidades que elaboran cada uno de los personajes, a través de sus ensoñaciones y su imaginación, que pueden ser leídas también, como simulacros.
Cabe considerar, además, respecto a las ensoñaciones de los personajes, que corresponden en su mayoría a proyecciones de las vivencias íntimas de los personajes, que transforman en material creativo, casi como si se tratara de escritores que imaginan su obra literaria o su propia película, en relación con esto, uno de los personajes afirma: “Es como hacer una película. Sin público. Solo para mí”. Soñadores compulsivos que escriben con su imaginación. Desesperados soñadores que buscan hacer frente a la realidad con sus ensoñaciones sin poder escapar de éstas. Y aunque a veces deseen dejarlas atrás por considerarlas invasivas, la realidad se vuelve (im) posible e insoportable la existencia sin ese último reducto. Finalmente, aceptar las ensoñaciones como parte de la vida parece ser la regla del juego, un juego que se sustenta en el simulacro de realidades elaboradas por la imaginación.
Aunque una experiencia dramática en línea carece de la espectacularidad del acontecimiento teatral, nos invita a adentrarnos en nuevas dimensiones para re-pensar qué es el teatro en sí mismo y las nuevas (im) posibilidades que genera. Un ejercicio que nos interpela como espectadores, pues no vemos a los actores en escena, sino frente a nosotros, mirándonos a través de la pantalla, un efecto de realidad que también es simulacro. Mentes salvajes se vuelve una obra necesaria en este contexto, pues las reflexiones que proponen apuntan hacia las experiencias más profundas que nos embargan actualmente, en un contexto inhóspito en que la tecnología se ha transformado en un canal para los más variados simulacros de realidad frente a la pantalla.
***
Jessenia Chamorro Salas es licenciada en lengua y literatura hispánica de la Universidad de Chile, profesora de lenguaje y comunicación de la Pontificia Universidad Católica de Chile, magíster en literatura latinoamericana de la Universidad de Santiago de Chile, y doctora (c) en literatura de la Universidad de Chile. Igualmente es redactora estable del Diario Cine y Literatura.
Ficha técnica:
Dramaturgia: Marcus Lindeen.
Dirección: Víctor Carrasco.
Elenco: Paulina Urrutia, Héctor Noguera, Natalia Valdebenito, Francisca Gavilán, Gabriel Cañas.
Música original: Fernando Milagros.
Dirección técnica: Sebastián Medel.
Traducción: Constanza Brieba.
Crédito de la imagen destacada: Centro Cultural Gabriela Mistral.