Presentamos este texto de una ficción pronta a publicarse, y que se encuentra ambientada en el Santiago de la década de 1980, el país que todavía tenía su epicentro en la Alameda, la avenida Providencia, el Apumanque, y los árboles viejos y huecos de las plazas y parques con nombre de próceres desconocidos. También, estas líneas verifican el contexto de una república inventada donde gobernaba una ficticia cúpula civil de ultraderecha, dirigida por un tal Jaime Gaitán.
Por Francisco Ramírez
Publicado el 19.12.2017
«Si naces pobre no es tu error, pero si mueres pobre es tu error».
Bill Gates
Un mediodía cualquiera de la segunda quincena de noviembre de 1985. Santiago, Chile. Una suave brisa mece las hojas de los arboles, ya reverdecidos. Es irrevocable: ha llegado el momento exacto en que todos saben que el verano llegará más pronto que lo que asegura el calendario.
Hans y “Leo” caminan por Avda. Vencedores con rumbo a Miguel Claro, donde están instalándose, de a poco, numerosas “librerías de viejos”. No saben muy bien a que alude ese término. El sentido común les dice que tanto a sus libros (usados y de data remota), como a sus vendedores, viejecillos hábiles en el arte del “tira y afloja” para convencer a sus compradores como el del “regateo” para adquirir ejemplares de alto valor en mano de desesperados que necesitan dinero con urgencia.
Caminando sin prisa y disfrutando del sol mezclado con el viento fresco, Hans comenta que va en busca de un libro que le había recomendado un fan y del que nunca había escuchado: “Un mundo feliz”, de un inglés llamado Aldous Huxley.
– El chico se llamaba Ignacio. Aparte de casi declararme su amor, algo que no debo ni decírtelo me parece repugnante incluso como idea, en la carta me decía que “ese libro cambiará tu vida, querido Hans, y te puede dar ideas para proyectos futuros, esos que sólo tu genial mente puede concebir”. Hasta me aprendí el discursillo de lo singular que me pareció.
– ¿Ideas? ¿Y de qué tipo? ¿A qué planes se referirá? ¿Será vidente este muchacho?
Ambos rieron. Cómplicemente.
– No tengo idea, pero eso es lo que quiero averiguar.
Tras hurguetear bastante en las librerías, llevaron unas revistas de la serie “Cosmos” de Carl Sagan, un par de ejemplares de “Penthouse” para “Star” y una antología de cuentos de suspenso recopilados por Alfred Hitchcock. El bendito “Huxley” no aparecía por ninguna parte. Decidieron hacer lo más obvio:
– Señor, buenas tardes ¿tiene un libro llamado “Un mundo feliz”? El escritor creo que es Huxley.
En todas las tiendas negaban con la cabeza, sin decir palabra. “¡Qué raro!”, meditó “Leo”. “¿De qué tratará este tan singular libro que parecía que nadie conocía? ¿De una nueva religión? ¿De un extraño culto innombrable? ¿Por qué los libreros casi negaban su existencia? Hans pareció intuir sus pensamientos y dijo: “¿Y si el muchacho sencillamente quiso pasar un buen rato con nosotros y nos mandó a buscar un libro inexistente?
Casi a punto de renunciar a la misión, dieron con un vendedor enflaquecido en extremo, canoso y de gruesas gafas, quien les miró concienzudamente.
– ¿Están seguro que lo quieren? ¿Y por qué?
– Sí, por supuesto, lo queremos. La razón es un poco compleja de explicar-, respondió Hans, evidentemente emocionado por el hallazgo.
– Lo tengo. Disculpe que insista ¿Por qué quiere leerlo?
Hans vaciló.
– Un amigo me lo recomendó.
– Lo único que puedo decirle es que es un libro extraño. Hace muchos, muchos años –décadas diría- que nadie me preguntó por él en las dos librerías que tuve antes que ésta. Sus ideas son –vaciló si continuar- un tanto, ¿cómo decirlo?, inaplicables hoy en día. Anacrónicas. Elementalmente anacrónicas. Fuera de lugar y de tiempo.
Sin hacer más comentarios, casi como si se tratara de mercadería prohibida, el hombre puso en sus manos el libro. En la contratapa, Hans leyó a la rápida un resumen del argumento: “El “mundo feliz” de Huxley es una utopía, en la que la humanidad ha llegado a tal punto de “desarrollo” que viven felices, sanos y disfrutando de los mayores avances tecnológicos. La felicidad es universal y no existe miseria ni violencia. Pero todo ha tenido su costo: una reducción al absoluto de la familia, la diversidad, el arte, la religión y la filosofía, entre otros factores, para dar paso a una civilización casi carente de sueños”.
Si bien no podía entender para que podría “servirle” este tan insípido libro, Hans pagó. El vendedor se lo entrega en una bolsa negra. “Leo” permanecía en silencio.
¿Qué novedad podía aportarles este libro?, pensaban ambos. ¿Qué tenía de curioso esto? ¡Chile vivía un momento insuperable! Luego de tres gobiernos consecutivos de 4 años de la alianza de partidos “La Patria Primero”, la nación experimentaba un auge económico indetenible. Existía una completa paz social y no se registraba desunión interna en el pueblo chileno. Un general de Ejército con ideas un tanto revolucionarias y que intentó sublevar a las Fuerzas Armadas contra el gobierno democrático a fines de los 70, Augusto Pinochet, había sido destituido y encarcelado por “traición a la Patria”, muriendo tras las rejas en 1983 de un cáncer de páncreas, partiendo del mundo sin pena ni gloria.
El país era dirigido por un selecto grupo de civiles con estudios excelentes en las mejores universidades del mundo, todos partidarios del capitalismo, el emprendimiento y el progreso individual. Al mando de todo, el Presidente Jorge Gaitán, un verdadero genio en todo el sentido de la palabra, fielmente conservador en las costumbres, católico practicante y defensor del libre mercado.
Reelecto para su actual segundo mandato, Gaitán cuenta con una aprobación cercana al 85% de la población, que agradece vivir en un país floreciente, seguro y que vive en paz. ¿Quién va a “protestar” y contra qué en una tierra semejante? Una nación que es un verdadero ejemplo para Latinoamérica, al punto que cuenta con la consagrada bendición del Presidente Ronald Reagan, líder de todas las naciones libres del mundo. Su cercanía con nuestro país es tanta que en 1984 realizó una gira de casi dos semanas por distintas ciudades del país, finalizando en Santiago, donde dijo a todo el país, en español: “¡Ustedes son mis queridos amigos!”. Por supuesto, nosotros nos unimos en su cruzada de acabar con la URSS, a la que llamó tan justamente “el Imperio del Mal”. En Chile, la izquierda no es querida ni respetada, pues sólo busca la decadencia y el atrofiamiento de nuestra nación. Lo que si aman los chilenos s la cultura e idiosincrasia de Estados Unidos, país que como nuestra “nave nodriza” de opulencia, sueños y glamour. ¿Quién no quisiera haber nacido en USA?
En medio de todo esto, el grupo de rock «Los elegidos» se está convirtiendo en la banda emblemática de su generación y su mensaje ya va traspasando las fronteras nacionales para instalarse como una de las bandas más relevantes de Sudamérica. Como no, al ser férreos partidarios del gobierno nacional, le apoyan y difunden su ideario de progreso, triunfo y esperanza.
Y yo, Hans, el cantante y guitarrista, junto a “Leo” y “Star”, en bajo y batería, estamos siendo parte de esta hermosa leyenda en que se está transformando el Chile de los años 80: un país pujante y ganador.
Entonces ¿qué “mensaje” desconocido o qué “buena nueva” podría aportarnos este misterioso “mundo feliz” del tal Aldous Huxley?
*“Nuestro mundo feliz” es parte de la novela -actualmente en redacción- “Los elegidos” (biografía de la banda clave del rock en el Chile de la década de 1980), del periodista y escritor Francisco Ramírez. Recientemente premiado por el “Fondo del Libro y la Lectura” del CNCA en la línea de Creación (cuento), es autor del libro “Apuntes de un chileno en Rusia”, publicado en la Biblioteca Pública Digital. Contacto: @Framirez1976)
Imagen destacada: La actriz chilena Gloria Münchmeyer en un fotograma del largometraje «La luna en el espejo» (1990), del realizador nacional Silvio Caiozzi