«Nido vacío»: Un evocador relato de Marcela Jiménez de la Jara

Cruzada de viajes, exilios, pérdidas, alegrías, triunfos, historias políticas (esos fantasmas de carne y hueso que la acechan), amores, dolores y reencuentros, la pluma de esta socióloga y escritora chilena es un recipiente que condensa y ficciona tercamente, acerca de la trayectoria del país durante la segunda mitad del siglo XX, en el recuerdo creador y generoso, de su conversación, amistad y literatura.

Por Marcela Jiménez de la Jara

Publicado el 10.2.2018

Homologando a la osa polar que recién nacidas sus crías, las empuja al mar helado para que aprendan a nadar y a defenderse de los depredadores, impulsó a su hijo y a su familia a irse a vivir solos.

El despertador a las siete de la  mañana y los gritos y carreras  para no llegar atrasados  ya no se escuchan, y sus pasos repercuten en el solitario pasillo.

Al anochecer, recuerda con cierto respeto que según la nana Chila, “en esta casa penan”, agudizando su oído para dirimir si se trata de nueces que golpean el techo de zinc, de roedores embelesados que paladean el incomparable  sabor de ese fruto a  los pies del gran nogal, o de fantasmas que merodean y castigan sus culpas.

Las muchas puertas que dan hacia el patio de atrás y al antejardín son las que la atemorizan,  por lo que  antes de acostarse, las revisa minuciosamente.

Ahora, usa dos guateros; con su calidez y flexibilidad trata de sustituir las caricias de sus nietos cuando se introducían  furtivos en su viejo camastro matrimonial, y lleva por fin a arreglar el equipo de música, para escuchar mientras se duerme el concierto para violín de Tchaikovski que le recuerda a su  marido muerto.

Finalmente, todo está en paz. Después de un peregrinar por la región metropolitana su hijo y familia están en un departamento en la avenida Arrieta, valorando la independencia después de un doloroso y no fácil “destete mutuo”. Ellos, al alejarse de la madre omnipotente, proveedora y sobreprotectora y ella al sentirse sola y vulnerable en la a veces amenazante casona.

Había pensado dar curso a las ofertas de las inmobiliarias que la acosan; tal vez con dinero suficiente para un departamento digno en su barrio y otro en la playa, más dinero fresco para sus tres hijos pueda al fin aceptar que esta etapa llegó a su fin. Sin embargo la atormentan las inseguridades y da paso a las  regresiones.

¡Ese olor incomparable de las hojas secas humedecidas por la reciente lluvia!

¡Las rojas cerámicas con las que reemplazó las antiguas, la invitan a permanecer allí apoltronada en las sillas blancas de fierro forjado, contemplando los añosos laureles!

Sobre el mantel verde que trajo de Nuevo México están las coloridas porcelanas en las macetas, que han crecido rabiosas y rutilantes a pesar del descuido.

Concluye entonces, que todo esto, es “sentir y vivir el sur” en su propia casa, en  la inhóspita y agresiva capital; de allí que, se retrae de nuevo y vuelve a los solitarios pasillos de la casona.

El nido está vacío; es cierto; pero ya no hay temores permitiéndose sin culpas disfrutar de la soledad; retomó sus clases de piano, escucha a los clásicos sin inhibiciones acústicas y trabaja azarosamente ordenando libros hasta altas horas de la madrugada, descubriendo tesoros perdidos en todos los rincones de la que fuera la casa de todos.

Más aun, se ha reconciliado con sus fantasmas y dialoga con ellos día y noche.

 

Marcela Jiménez de la Jara (siempre a la izquierda), junto a su hermana, la ex ministra de Educación, Mónica

 

Marcela Jiménez de la Jara, socióloga de la Pontificia Universidad Católica de Chile es hija del recordado ministro de Salud del Presidente Salvador Allende -durante el gobierno de la Unidad Popular-, el controvertido médico radical y ex embajador, Óscar Jiménez Pinochet. Doctorada en su especialidad (en Hungría), y paralelo a su profusa actividad como conferencista, académica, e investigadora, la connotada cientista social ha desarrollado una ingente labor como cuentista de talleres dirigidos por renombrados escritores nacionales, en la ciudad de Santiago.

 

Imagen destacada: Los actores Óscar Martínez y Cecilia Roth (ambos de espaldas) en un fotograma del filme «El nido vacío» (2008), obra del cineasta argentino Daniel Burman