[Novedad] «El huerto de Emerson»: Cuaderno de un sabio niño

Con esta nueva novela del escritor español Luis Landero (en la imagen destacada) uno disfruta del viaje creativo y se da cuenta —una vez más— del talento literario de su autor, de su grandeza auténtica, y de su cercana y cálida sensibilidad.

Por Jordi Mat Amorós i Navarro

Publicado el 11.4.2021

«Cada cual es Ulises en busca de sí mismo. Sólo que Ítaca no está lejos. No, ya estamos en Ítaca. Aquí, en nuestros trayectos cotidianos, en nuestro diario ir y venir, está contenido el viaje mítico hacia la tierra primigenia. Por eso, contra la modorra de la costumbre, la vigilia del asombro».
Luis Landero

Se acerca el Día Internacional del Libro que en Catalunya es la Diada de Sant Jordi, una jornada de celebración única en el mundo en la que se funden el amor a las historias escritas y a las personas (“el llibre i la rosa” como regalos de afecto).

Y en una fecha tan señalada como recomendación para los lectores —allá dónde estén— el último título de uno de los más grandes autores españoles contemporáneos: Luis Landero (Alburquerque, Badajoz, 1948).

No en vano ha recibido elogios de compañeros de oficio como Fernando Aramburu, quien dijo que de él se leería hasta la lista de la compra.

“Tengo un cuaderno nuevo y no sé en qué gastarlo”, así arranca el escritor extremeño este delicioso diario de impresiones y recuerdos, un libro que dejó a medias para escribir su memorable Lluvia fina que ya comenté en este diario.

Sucede en los creadores, que se alternan tiempos de sequía con tiempos torrenciales de gran inspiración. Aquella exitosa novela fue una elaborada obra de gran originalidad que pidió paso a este diario íntimo en el cual el genial artesano de la palabra se desnuda y desanuda sin rubor.

De la complejidad narrativa de Lluvia fina que requiere planificación y método al confesado dejarse llevar de El huerto de Emerson, en sus palabras: “esta vez quiero que el libro se vaya haciendo solo, y que él solo vaya tomando la forma que mejor le parezca”.

Y nos explica que ante la falta de ideas, recurre a la memoria para re-escribir el pasado vivenciado. Entiende que “la memoria de lo vivido no se acaba nunca” y que “el viaje al pasado tiene mucho de mágico”, allí “habitan todas las maravillas que existen en lo más hondo del corazón, pero se quedaron sin vivir”.

Bello, muy bello.

 

Humanismo con mayúsculas

Así, evoca experiencias de su infancia en las duras y secas tierras extremeñas. Aquel niño que fue y sigue siendo habla con voz de adulto, y en sus palabras está la poesía del agridulce vivir. Landero entiende necesario ese abrazo sin edad:

«Un artista, un escritor, un científico, un filósofo, pero también cualquiera que aspire a alcanzar lo mejor de sí mismo o un buen gustador de la vida, es el que prolonga de algún modo su infancia, y de algún modo su inocencia. Después con los años, con la observación, con el estudio cada cual a su modo llegará a ser un poco sabio. El sabio y el niño formarán un magnífico dúo».

Pero no sólo es rememorada esa infancia extremeña en la que el tiempo se enlentece, también las experiencias vividas como interno en un colegio de curas de la capital de España. Y en el mismo Madrid, sus inicios laborales y los vívidos recuerdos como maestro de escuela, especialmente los alegatos con los que pretendía estimular a sus alumnos.

Allí les animaba a desarrollar la semilla diferencial que todos llevamos dentro “trabajad en lo concreto en vuestro huertecito” y de este modo no dejar que “se agoste para siempre”. Y les hablaba del mito que cada uno de nosotros encarnamos:

«Cada cual es Ulises en busca de sí mismo. Sólo que Ítaca no está lejos. No, ya estamos en Ítaca. Aquí, en nuestros trayectos cotidianos, en nuestro diario ir y venir, está contenido el viaje mítico hacia la tierra primigenia. Por eso, contra la modorra de la costumbre, la vigilia del asombro».

El profesor, el escritor y ante todo el lector. Porque Landero se siente heredero de tantos autores a lo largo de los tiempos, del Homero de la Odisea citado antes al desconocido que dio a luz El lazarillo de Tormes, textos a los que hace referencia en este diario.

Y desnuda su alma para hablarnos de la muerte del ser querido o sus experiencias amorosas, reconociendo que en su día no tuvo el valor suficiente para escuchar a su corazón y dejó escapar a la mujer que más ha querido.

Lo explica en un bellísimo capítulo que titula «Cuando éramos tan guapos». Este y el que nombra como «Mar desde el huerto» —en el cual describe con maestría un paisaje— son mis favoritos.

Landero llega al alma en el fondo gracias su sabiduría y en la forma por la poética. De su sabiduría he dado ya cuenta, tres citas para ilustrar la bella poética de este diario:

«Se imaginaba los secretos caminos del viento, y dónde se esconde cuando deja de soplar y hasta lo más leve deja de moverse.

«Una noche alta y profunda de verano.

«El cuchicheo de las cosas en la oscuridad».

Y dos más que evocan el calor del hogar y el gran valor del saber compartir:

«Cómo resplandecen los rostros iluminados por el fuego y por el propio calor que irradian los relatos.

«En eso estaba la gracia de vivir, en saborear los días con los demás, en alternar las voces y juntar lo diverso, en hacer cercanos y gustosos los saberes exóticos».

Humanismo con mayúsculas de un sabio humilde. Quizás donde más se evidencia esta doble “H” es en su conmovedora «Plegaria al señor de la gramática y la invención». Le pide cualidades que —entiendo— ostenta, como:

«Conviérteme en el artesano que, en la soledad de su taller, resuelve problemas con maña y con ciencia, pero que a la vez, ya no artesano sino artífice, rehúsa los caminos llanos que le ofrece la lógica y afronta el riesgo de los rumbos quebrados e imprevistos, que acaso lleven a maravillosos parajes insólitos, es cierto, pero acaso también a negros abismos por los que despeñarse.

«Y no te olvides de hacerme compasivo y misericordioso para poder abandonar así el territorio sombrío de lo individual y ocuparme del mundo, de la gente, de los personajes y ver y comprobar que cada cual tiene sus razones».

En tiempos como el nuestro de egos hinchados, se agradece la humildad de este sabio niño extremeño. Leyendo El huerto de Emerson uno disfruta del viaje y se da cuenta —una vez más— de la grandeza de Landero, una grandeza auténtica, una grandeza cercana y cálida.

 

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Jordi Mat Amorós i Navarro es pedagogo terapeuta por la Universitat de Barcelona, España, además de zahorí, poeta, y redactor permanente del Diario Cine y Literatura.

 

«El huerto de Emerson», de Luis Landero (Tusquets Editores, 2021)

 

 

Jordi Mat Amorós i Navarro

 

 

Crédito de la imagen destacada: Antonio Heredia.