La escritora estadounidense —doctorada en Yale y académica de la Universidad de Columbia— relata y analiza en este ensayo confesional (Colección Argumentos de la Editorial Anagrama) su lucha profesional y existencial a fin de abandonar su adicción al alcohol, motivada tanto por sus inseguridades emocionales como por la lacerante soledad afectiva que la aquejó en algún momento.
Por Martín Parra Olave
Publicado el 8.2.2021
Leslie Jamison (1983), nos ofrece un relato despojado de vergüenzas y nos adentra en un mundo oscuro y algo secreto: la adicción al alcohol. Los y las alcohólicas no son solamente aquellos que terminan botados en el piso, por el contrario, hay una cantidad importante de ellos que saben disfrazar esta situación tomando bebidas que no dejan olor, o fragmentando su consumo durante el día.
Las jornadas las dividen y cuadran de acuerdo a los momentos en que pueden acercarse y beber alguna copa. ¿Cuándo podré beber sin que se note? Es una pregunta frecuente que se realizan diariamente, mientras mantienen normalidad en sus vidas familiares o trabajos.
El libro, dividido en catorce capítulos, más agradecimientos y notas, tiene unos títulos que son muy elocuentes para entender, o por lo menos, para aproximarnos a la enfermedad del alcoholismo: abandono, culpa, privación, vergüenza, recaída, etcétera.
Algunos de estos capítulos son páginas muy dolorosas, pues hacen referencia a su propia situación: mujer exitosa, pero llena de miedos e inseguridades, cuya necesidad de demostrar permanentemente sus conocimientos, la hacen vivir exigiéndose siempre más, una presión interna que la lleva a recaer de forma frecuente en el alcohol.
En el fondo, una fragilidad emocional que se refugia en el trago para poder huir de aquello que la atormenta: “Quería decirles que intentaba escribir un libro sobre lo difícil que es escribir sobre la adicción, porque siempre es una historia que se ha contado antes, porque se repite inevitablemente”.
Sin embargo, está adicción, aunque se repita en el tiempo y atrape a diferentes seres humanos, siempre es una jaula, una prisión desde la cual es muy difícil salir sin el apoyo del entorno, por lo tanto, contarla una y otra vez, desde las diferentes perspectivas es una verdadera contribución, porque además requiere valor para exponer hechos teñidos con los visos de la vergüenza y de la humillación.
Sin embargo, uno de los aspectos destacables de la narración es que a partir del proceso de recuperación la vida cambia:
“La sobriedad no era un muermo sino que conseguía abrir todo un mundo de posibilidades, me sentía renacer y reconectada con la gente y con el mundo”, ha dicho la autora, sembrando con estas frases la voz de una posibilidad de encontrar una salida a esta enfermedad.
Su análisis del escritor Raymond Carver, antes alcohólico y luego sobrio, es una verdadera desmitificación de lo que normalmente se cree. Existe una supuesta idea que el consumo de alcohol potenciaría la creación. Nada más alejado de la realidad.
Dice Carver: “Cuando lo dejé, tuvieron que pasar por lo menos seis meses para que me atreviera a hacer algo más que escribir un puñado de cartas. Me sentía tan agradecido por haber recuperado la salud y el control de mi vida que en el fondo me daba bastante igual no volver a escribir una sola palabra…”.
En definitiva, un testimonio valiente sobre el camino que recorre un adicto al alcohol, con una prosa fluida, que relata hechos y momentos muy dolorosos, el libro de Jameson nos adentra en la espiral de autodrestucción en la que caen cientos de miles de seres humanos, a partir de sus inseguridades, miedos y soledad.
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Martín Parra Olave es licenciado en gobierno y gestión pública de la Universidad de Chile y magíster en letras de la Pontificia Universidad Católica de Chile.
Imagen destacada: Leslie Jamison.