El nuevo libro de la narradora y periodista chilena (Emecé de Planeta, 2021) es un ejercicio literario que requiere valor, pues significa poner frente a otros, momentos y acontecimientos relevantes para quien los relata, sin caer en lugares ya conocidos ni clichés del género, como es el caso en este recomendable título confesional.
Por Martín Parra Olave
Publicado el 10.1.2021
La escritora y periodista chilena, Arelis Uribe (Santiago, 1987), nos entrega en su último trabajo, Las heridas, una obra de un marcado carácter autobiográfico, donde varios hechos de su propia vida se van mezclando con aspectos propios de la ficción.
Es característico que en este tipo de narraciones se acuda a la memoria como un pozo personal, no como un archivo, pues su forma de operar es muy distinta, ya que generalmente muchos de los recuerdos se activan o vuelven de manera involuntaria, y el escritor o escritora, mediante un ejercicio estético los recrea de forma cronológica pero manteniendo la subjetividad en la narración.
La historia que nos cuenta Arelis Uribe, comienza con la trágica muerte del padre, la que sin embargo está cruzada además por la perdida de un amor.
En este sentido, el yo narrativo aparece como un ser herido por un golpe muy fuerte, el que a partir de la perdida de su progenitor comienza a hacer un recuento de los acontecimientos más relevantes de su vida, entre los cuales destacan un cáncer en la niñez, la itinerancia de viviendas por las que tuvo que vivir con su madre luego de que su padre las dejara, su experiencia escolar y su paso por la universidad, donde conoció el amor más importante que ha tenido hasta este momento.
Sin embargo, el trabajo literario de la escritora chilena no es para dar cuenta solamente de las otras personas que han rodeado su vida, sino que también para hacer el recuento de los hechos y relaciones relevantes que han marcado sus años de formación.
“El colegio del que venía era anónimo, mi barrio un manchón periférico, mi apellido demasiado común. En la adolescencia me creí todas las tribus urbanas desesperada por pertenecer a algo que me dijera: Esto eres, eres alguien y eres valiosa”. (p. 69)
Es decir, la aventura existencial es puesta con honestidad frente al mundo, pero no es solamente un ejercicio de exposición sino que apunta a una forma de autoconocimiento, ya que la “confesión” permite desenterrar, y a la vez dar algo de sentido, a aquellos hechos que antes eran confusos o sencillamente inexplicables.
Por otro lado, y a pesar que la narración podría estar centrada solo en el padre, la madre es de un peso tremendo en la narración, pues es una figura compleja e inestable, cuya relación con la narradora siempre es tensa y difícil de llevar.
Por momentos, el relato más allá de ser sólo una remembranza del progenitor, parece ser un ajuste de cuentas con la madre, ya que lejos de ser el cobijo esperado, la relación madre e hija era de permanente aspereza.
“La fórmula para estar bien con mi madre era no salir y limpiar la casa” (p. 78), es tanta la dificultad de llevar bien su relación, que al momento de ingresar a estudiar periodismo a la universidad, también decide marcharse de su casa, pues siente que es la única manera de alcanzar la felicidad.
Para ella es una decisión dolorosa dejar atrás su hogar, pues sus hermanos pequeños van resentir su partida, pues es ella quien los cuida:
“Los abrazaba y les pedía perdón. Mi hermano me miraba con ojos de ahora-soy-yo-el-mayor, ahora-me-toca-sostener-a-la-mamá. Y yo sabía, pero. O podía quedarme. Los traicioné para salvarme, igual como mi padre me traicionó para ser feliz él.” (p. 79)
Relatar la propia vida es un ejercicio que requiere valor, pues significa poner frente a otros momentos y acontecimientos relevantes para quien los cuenta, sobre todo porque de alguna forma son causa de dolor o sufrimiento.
No caer en lugares comunes ni en clichés del género es una virtud que pocos narradores consiguen.
En este caso, Arelis Uribe deja la vara muy alta, pues ha logrado, con una narración intensa y rápida, pero no por eso poco profunda, instalar el vacío en el lector, quien a través de estas escenas, podría perfectamente sentirse herido, ya que la perdida de un amor o la muerte del padre, es el territorio común de todos los seres humanos.
***
Martín Parra Olave es licenciado en gobierno y gestión pública de la Universidad de Chile y magíster en letras de la Pontificia Universidad Católica de Chile.
Crédito de la imagen destacada: Salamanca RTV al Día.es