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[Novedad] «Todo en su sitio»: La pasión de Oliver Sacks

Este es un libro fundamental (subtitulado «Primeros amores y últimos escritos» y publicado por Editorial Anagrama, 2020) para familiarizarse con la vida y la obra de este controvertido neurólogo humanista de origen británico, y cuyo credo ideológico es una lectura pertinente a todo aspirante al oficio del diagnóstico de enfermedades, y la compañía en el sufrimiento.

Por Alfonso Matus Santa Cruz

Publicado el 28.2.2021

En 1960 un joven neurólogo británico, hijo de madre y padre también discípulos de Hipócrates, llega a San Francisco, California, para pasar los siguientes meses recorriendo ese vasto territorio de paisajes heterogéneos, cultura pujante y polarizaciones de guerra fría in crescendo, en una vieja motocicleta, todavía fantaseando con convertirse en piloto de la fuerza aérea.

Ocho meses después comienza a trabajar de interno en el hospital de la ciudad para no detenerse más: las décadas siguientes las pasará explorando la diversa fauna de enfermedades que pueden afligir al cerebro, entregando su energía anímica y adquiriendo casi una adicción por estar con sus pacientes.

Su vida madura y últimos años la vivirá en Nueva York, desde donde prolongará sus pasiones mediante su otra afición: la escritura.

Por eso estamos aquí, convocados ante el legado de un hombre de apetitos intelectuales insaciables y una compasión que rebasaba fronteras, guiada por la curiosidad de experimentar hasta donde más pueda los sufrimientos y alegrías de personas que han perdido el habla, la capacidad motriz o se debaten entre el éxtasis y la angustia de la bipolaridad.

Sacks comenzaría a ser conocido tras la publicación de Awakenings, en 1973, libro en el que narra su convivencia con un grupo de pacientes con encefalitis letárgica, a los que pudo extraer de su parálisis, de manera provisoria, al recetarles L-dopa, droga que tuvo resultados con el Parkinson.

La historia sería llevada a la pantalla grande en 1990, con Robert de Niro y Robin Williams haciendo de Sacks. Muchas historias clínicas, muchos libros seguirían la estela, contribuyendo a purgar los prejuicios sobre las enfermedades mentales, trocando la extrañeza que provocaban estas enfermedades bautizadas en latín, por la cercanía que infunde el leer sobre la intimidad que entabla con sus pacientes.

Todo ello y más se compendia en este volumen de textos misceláneos, editados por Anagrama, en los cuales tomamos de la mano las memorias de Sacks para ir de paseo con él a su primera noche recorriendo un museo en South Kenigston, los experimentos de la adolescencia, su amor por la biología marina y los jardines.

En el niño descubrimos al preludio del hombre; todas sus aficiones, toda su capacidad analítica e inveterada curiosidad, hacen estragos y generan amistades entre los celadores del Museo de Historia Natural, donde pasa horas investigando a criaturas marinas como los calamares.

La natación y la química también están de fiesta cuando la prosa de Sacks comenta su experiencia personal o elabora una semblanza de Humphry Davy, químico autodidacta que antes de los veinte años demostró que el calor es una forma de energía, para proseguir descubriendo una serie de elementos químicos, aislar el sodio y el potasio y intuir que la electricidad juega un papel fundamental en la vida, entre otros hitos de la ciencia del siglo XIX.

Claro que Sacks no se maravilla solo con la pericia científica, sino que nos recuerda su entrañable amistad con el poeta Samuel Taylor Coleridge. Los dos hemisferios del cerebro comulgan, en su prosa al arte y la ciencia corresponde el mismo templo, aquel del conocimiento y la inventiva humana.

La fascinación de Sacks por el pasado, por algunos pioneros olvidados, trabajos de siglos anteriores sobre la migraña o la primera serie de fotografías sobre el galope de los caballos que precede al cine, es tan abarcadora como vindicativa su actitud por revalorizar la evolución orgánica, paso a paso, de la ciencia.

De allí su pavor al describir la disminución pasmosa de las bibliotecas en las facultades de medicina, la pérdida de visión panorámica que genera la empresa imposible de estar al día con los últimos papers de la especialidad de turno.

La suya no es postura de mero divulgador, sino de afán de enciclopedista, amante de la gimnasia de la memoria: «La ciencia se ve a sí misma como algo impersonal, como «pensamiento puro», independiente de sus orígenes históricos y humanos. Y a menudo se enseña como si así fuera. Pero la ciencia es toda ella una empresa humana, un desarrollo humano, orgánico, en evolución, con arranques y paradas repentinas, y también con extrañas desviaciones. Surge de un pasado pero nunca lo deja atrás, al igual que nunca dejamos atrás nuestra infancia.»

El meollo del volumen reúne algunos de los textos sobre los casos clínicos que le tocó tratar. Las epifanías provocadas por trastornos en el lóbulo temporal o la epilepsia que, cual enfermedad sagrada, sufría y gozaba Dostoievsky; introducciones a algunas de las autobiografías médicas que más lo asombraron; su introducción a Asylum, el libro de fotografías a las ruinas de sanatorios para enfermos mentales de Christopher Payne; el relato de su amistad con Lowell, fotorreportero con síndrome de Tourette, con el cual recorrieron Norteamérica fotografiando y recolectando las historias de sus semejantes, hasta incluso encontrar una comunidad rural donde eran mayoría.

Textos breves sobre sueños, hipos, impulsos sexuales desenfrenados causados por lesiones en la cabeza, y otros comportamientos anómalos, todo un insectario de variedades neurológicas que aborda con profundidad y empatía.

Asimismo, la crónica del suicidio anunciado de Spalding Gray, comediante famoso por sus monólogos autobiográficos, que sufrió las consecuencias de un accidente automovilístico, el cual deformó su cráneo, acentuando a su vez la bipolaridad que lo llevaría en ruta de descenso hacia el infierno depresivo.

Un libro fundamental para familiarizarse con la vida y obra de este neurólogo humanista, cuyo credo, o religió medici, delinea en el texto “Decirlo”, lectura pertinente a todo aspirante al oficio del diagnóstico de enfermedades, y la compañía en el sufrimiento que, puede o no, desembocar en sanación.

Los últimos textos son un don por parte de este botánico de la mente: su afición por la ciencia ficción, los arenques y los paseos con amantes de los helechos.

Hasta llegar a su despedida anticipada, un llamado de atención a resguardar la humanidad, a cuidar la naturaleza de lo que nos constituye como humanos, y cultivarla aprendiendo a distinguir la seducción de la información y las realidades virtuales, del conocimiento y la capacidad de vínculos afectivos que nos hace humanos.

Esta es su última cosecha, a los lectores queda la gratitud y la tarea de aprender a cultivar con su amorosa inteligencia con tal de continuar su legado.

 

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Alfonso Matus Santa Cruz (1995) es un poeta y escritor autodidacta, que después de egresar de la Scuola Italiana Vittorio Montiglio de Santiago incursionó en las carreras de sociología y de filosofía en la Universidad de Chile, para luego viajar por el cono sur desempeñando diversos oficios, entre los cuales destacan el de garzón, barista y brigadista forestal.

Actualmente reside en Punta Arenas, cuenta con un poemario inédito y participa en los talleres y recitales literarios de la ciudad. Asimismo, es redactor permanente del Diario Cine y Literatura.

 

«Todo en su sitio», de Oliver Sacks (Editorial Anagrama, 2020)

 

 

Alfonso Matus Santa Cruz

 

 

Imagen destacada: Oliver Sacks (1933 – 2015).

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