El despliegue de un acabado aprendizaje intelectual para poder habitar la fragilidad y así repasar nuestro lugar cultural en esta época, mientras nos enfrentamos al conflictivo dilema existencial planteado en el título de este libro, es lo que ofrece la nueva entrega de la psicoanalista argentina Alexandra Kohan (Paidós, 2020).
Por Nicolás Poblete Pardo
Publicado el 19.1.2021
Recuerdo que Truman Capote, en una colección de entrevistas, respondía a la pregunta sobre el amor con una pachotada: la mayoría de la gente piensa que el amor son las relaciones sexuales, decía, en su típico tono procaz y provocador.
A pesar de que cualquiera objetaría esta definición caricaturesca, no es del todo errónea, si vemos cómo la imagen que se tiene del amor, modelada por los medios y el mercado, es precisamente la de analogar amor a sexo. (¿O alguien pensaría, de buenas a primeras, en la versión del amor que profesa una monja para con Dios? No, ¿verdad?).
Nuestro imaginario, bombardeado hoy por las redes, modelado antes por estéticas privilegiadas en el cine, en la música pop, etcétera, es un depósito cada vez más formateado culturalmente por estas oceánicas invasiones.
Por eso, Y sin embargo, el amor (Paidós, 2020) resulta un libro necesario para repasar nuestro lugar cultural, al enfrentarnos a este gran, conflictivo dilema, tanto como constructo social, como por su valor sintomatológico acogido por la terapia (principalmente psicoanalítica. Alejandra Kohan es psicoanalista).
Quizá por eso el título puede parecer engañoso, sugerente de una aparente liviandad. Pues, todo lo contrario. Lo que Kohan revela es un estudio profundo, donde, a través de múltiples referencias, tanto de la esfera terapéutica, como del área literaria, disecciona nuestro lugar como seres emocionales en un mundo complejo, que resulta necesario cuestionar y observar de manera crítica.
Por ejemplo, Kohan (1971) alerta sobre determinados riesgos y actitudes: “Porque estar prevenido sería estar un poco a la defensiva. Estar prevenido es estar atajado, es estar a la espera, expectante, alerta; es estar impedido”.
Y advierte: “Estar prevenido es hacer imposible la sorpresa, el asombro; es, en definitiva, una coartada frente a la presencia del deseo”.
Valiéndose de citas a Freud, sus cartas con Zweig y con Jung, así como a otros nombres recurrentes en su estudio, Kohan destaca la perspectiva de Jean Allouch, para quien “amar es dejar al otro estar solo. Efectivamente solo, y a pesar de todo amado”.
Y, luego, agrega por voz propia, en su diálogo intertextual con Allouch: “Me gusta mucho esa soledad que puede construirse aun, o sobre todo, cuando se está con el otro, y que quizás sea la más difícil de lograr. ¿Cómo hacer para habitar la soledad estando con otros?”.
El estudio está traspasado por un sinfín de citas literarias que sirven de marco de referencia espiritual y estético. (En especial, se percibe un énfasis en Anne Carson), y Kohan es transparente en sus afinidades, así como en su postura como autora.
Ella misma se pone de ejemplo, al revelar su dolor de niña: “Cuando tenía 11 años, mis padres se separaron”, confiesa, lo que da paso a un análisis que permite acercarnos a una experiencia personal y concreta, y al modo en que ella misma transita por esta existencia vital y terapéutica.
Barthes, Derridá, Badiou, Lacan, Foucault, son convocados junto a iconos pop como PJ Harvey o Daft Punk. Este universo nos permite ingresar a la llamada abarcadora con la que trabaja Kohan, en la que muchos hallarán resonancias en observaciones tan diversas como las clasificaciones que se hacen en el mundo de la pornografía:
“La insistencia en clasificarlo todo es mucho más evidente en la industria de la pornografía —¿o es pornográfica en sí?—: bondage, facefucking, fisting, gang bang, rimming, fingering, etc. De este modo se torna esperable y universal aquello que, en rigor, es lo más singular de cada quien”.
“La insistencia en domesticar las prácticas de satisfacción por medio de nombres y etiquetas —procedimiento nada nuevo—, de convertirlas en mercancía consumible, no deja de ser una manera en la que los sujetos detienen la pregunta por su deseo. Porque la clasificación, la coagulación de sentido, la fijeza de las etiquetas funcionan para no pensar”.
Kohan nos advierte de las manipulaciones del mercado, que “avanza con paso firme y extiende su moralismo hacia otras prácticas que, si bien también incluyen lo excesivo del cuerpo, lo hacen de manera mucho menos estridente, un poco más sutilmente: nesting, sexting, multitasking, stalking, bullying, etc. Los nuevos nombres desfilan gozosos por haber conquistado la uniformidad, la normalidad, la generalización y la nueva, renovada e ilusoria paz de las almas”.
Y nos confronta con este peligro: “La anestesia va haciendo efecto: deambulamos un poco zombies y el efecto de empastillamiento es, muchas veces, independiente del consumo de Rivotril (más conocido en sus versiones domesticadas y naturalizadas: Rivo o Clona).
Finalmente, Kohan hace un llamado a nuestra sensibilidad y la fragilidad que puede contener: “Me gusta mucho la idea de fragilidad que hoy en día —¿o acaso siempre?—, como dice Allouch, tiene mala prensa”.
Y concluye: “Creo que habitar la fragilidad es mucho más emancipatorio que pretenderse empoderado”.
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Nicolás Poblete Pardo (Santiago, 1971) es periodista, profesor, traductor y doctorado en literatura hispanoamericana (Washington University in St. Louis).
Ha publicado las novelas Dos cuerpos, Réplicas, Nuestros desechos, No me ignores, Cardumen, Si ellos vieran, Concepciones, Sinestesia, y Dame pan y llámame perro, y los volúmenes de cuentos Frivolidades y Espectro familiar, y la novela bilingüe En la isla/On the Island. Traducciones de sus textos han aparecido en The Stinging Fly (Irlanda), ANMLY (EE.UU.), Alba (Alemania) y en la editorial Édicije Bozicevic (Croacia).
Asimismo, es redactor permanente del Diario Cine y Literatura.
Imagen destacada: Alexandra Kohan.