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«Oniromancia», de Winétt de Rokha: Un sueño de felicidad

El poemario editado en 1943 por la autora nacional, ha sido traducido al inglés y nuevamente publicado por la Smokestack Books, de North Yorkshire, Reino Unido, en un volumen preparado y anotado por la escritora norteamericana. Aquí, el texto que la también académica estadounidense ofreció el día de su lanzamiento comercial (13 de diciembre en la Fundación De Rokha, en Santiago de Chile).

Por Jessica Sequeira

Publicado el 20.12.2019

Si están buscando una introducción un poco más formal, seguida de una cronología, pueden encontrarla al comienzo de este libro. Pero hoy, en compañía de la familia de Winétt de Rokha (1894 – 1951), en esta hermosa casa y patio, entre amigos y poetas, con el persistente olor a gas lacrimógeno en el aire, y también la fragancia de jazmín, quiero decir algo diferente. Esto es posible porque Winétt es una buena autora, y con los buenos autores, siempre puedes decir más, escribir más. En esta casa donde el arte vive colgado de las paredes, dentro de los libros y en el fondo de los corazones, ¿qué hizo especial la Winétt, más allá del honor de ser una “de Rokha”, parte de esta tribu tan talentosa? A mí Winétt enseñó la intensidad, el deslizamiento entre idea e idea que conecta imágenes como en sueños, con una superposición de significados que cambia registros, staccato y lírica, susurro y grito, en un monólogo que te pierde pero te atrapa, que habla de locura sin perder el control, que se hunde en el dolor mientras se logra lo sublime, que es capaz de militancia pero también de gran sensibilidad, que habla de mariposas destrozadas, horror y sin embargo belleza. Todo está allí. En definitiva es una poesía para nuestro tiempo, y al mismo tiempo eterna, “agotada y luminosa”, como dice la poeta.

Estoy agotada y luminosa,
cada rincón de mi cuerpo resucita;
los demonios de la locura
extienden un tapiz con pólvora y tiniebla,
la pasión exalta y languidece
fosforescente, reprimida, desmayada.

No recuerdo exactamente cómo me topé con la obra de la escritora, pero sí recuerdo que hace unos años, cuatro más o menos, estaba leyendo mucha poesía chilena, como una premonición de algo que aún no podía vislumbrar por completo. Las palabras de Winétt me hablaron desde el primer momento, como una intuición, una imagen de sueño. Su trabajo es líricamente denso, y no se te entrega en una primera lectura, y por eso quería traducirlo, para adentrar en esas palabras que me llegaron al principio más por su tono que por su mensaje, como colores en vez de formas. Me hablaron de una manera que pude entender, a pesar de no ser inmediatamente comprensibles, como un alma con alas en un momento de tormenta, como una pasión, como una actitud de creer en la vida y en la poesía, en la liberación de palabras como un huracán de julio. Como una rendición:

Será Primavera y la tierra estará seca y fresca;
entonces una llovizna diáfana caerá
y mi cuerpo cansado se sentirá bien
como las semillas que el sembrador
arroja en los surcos.

Sentí el ambiente implícito de una vida, un esposo, un hogar, hijos, tiempos difíciles en la familia, tiempo difíciles en la política, un mundo en guerra. Más tarde entendería mejor las conexiones biográficas, y la manera en que Winétt delineaba un sueño de felicidad que aún no había llegado para ella personalmente o para la sociedad en la que vivía, pero en la que tenía fe y esperanza. Pero al principio, fue la fuerza del lenguaje lo que me impresionó, no los hechos, no la información, sino otro tono, ni artificial ni coloquial, la palabra en su estado primordial, elegante pero lejos de los lugares comunes, siempre sorprendente. Quería traducir Winétt para vivir dentro de este sueño, o para contarle mi sueño, o para compartir el mismo sueño. Quería profundizar en ese vínculo entre la imaginación y el mundo exterior, que da a las creaciones más extrañas y intrigantes:

Dolor de sentir que somos todas las cosas
que la materia puede concebir: horror, y término y ternura,
ilusión maravillosa y temblor
en la mirada verde del mar.

A veces uno necesita un momento extremo para comenzar a escribir de esta manera, pero después de eso, son las palabras las que importan, el mundo de las visiones, la ciencia de comprender los sueños para leer el pasado y el presente y profetizar el futuro. Así el sentimiento de frustración personal y esperanza personal se pueden ver mapeados a la frustración y la esperanza del mundo. Última frase del poema largo “Sinfonía del instinto”, de donde vienen todas las líneas que cito esta noche.

En las noches, muy juntas las manos, sentirlas tan pequeñas con el mundo en las palmas.

En estos poemas hay de todo, formas de sufrir y grandes felicidades, miradas solemnes de profecía y cuentos de niños. También hay maneras de comenzar de nuevo, no con libros, demasiados libros, como su abuelo Domingo Sanderson, sino con algo distinto, una concentración en las imágenes, en uno mismo, en las formas de percepción del mundo. Mi traducción es la segunda, ya que estos fragmentos coloreados de la mente ya se han traducido una vez, de la vida soñada de Winétt al texto. En la portada de la antología Suma y destino, vemos un grabado de una mujer con un estandarte, de espaldas a nosotros, frente a un grupo de hombres sin rostro. La tela y su cabello y las posibilidades de lo que está por venir están bailando en el viento. Y estos poemas siguen bailando en nuestras cabezas, un baile lento y largo, frente a frente.

 

Jessica Sequeira (California, Estados Unidos, 1989). Actualmente vive en Santiago de Chile. Sus obras incluyen la colección de cuentos Rhombus and Oval y la colección de ensayos Other Paradises: Poetic Approaches to Thinking in a Technological Age. Ha traducido a Liliana Colanzi, Sara Gallardo, Hilda Mundy y Winétt de Rokha, entre otras.

 

«Oniromancia» (2019), de Winétt de Rokha

 

 

Crédito de la imagen destacada: Editorial Multitud.

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