Uno de los acontecimientos teatrales más importantes del 2017, retorna este verano al Teatro UC, «El padre», cuya pareja protagonista, compuesta por el eximio actor Héctor Noguera y su hija, la destacada actriz Amparo Noguera, y quienes, bajo la dirección de Marcelo Alonso, interpretan el texto del dramaturgo y novelista francés Florian Zeller, ganador de tres premios Molière.
Por Jessenia Chamorro Salas
Publicado el 19.1.2018
Uno de los acontecimientos teatrales más importantes del 2017, retorna este verano al Teatro de la Universidad Católica, El padre, cuya pareja protagonista, compuesta por el eximio actor Héctor Noguera y su hija, la destacada actriz Amparo Noguera, quienes, bajo la dirección de Marcelo Alonso, interpretan el texto del dramaturgo y novelista francés Florian Zeller, ganador de tres premios Molière. La trama de la obra es la siguiente: Un hombre octogenario padece las consecuencias de la pérdida de memoria y la desorientación temporo-espacial que aquello implica, lo cual lo hace creer que su hija Ana le oculta lo que ocurre a su alrededor.
La enfermedad del olvido es encarnada en Andrés, este “padre” niño-hijo-carga y es representada valiéndose de la puesta en escena, por ejemplo: los apagones (la mente del padre que se va apagando) y la escenografía que se va vaciando, igual que los vacíos de su mente confundida y paranoica -delirio de persecución, cree que Ana trama cosas a su espalda-. De ahí la necesidad del personaje por contar historias inventadas para llenar ese vacío en una necesidad apremiante y lúdica por (re) inventarse, de valerse de un lenguaje particular que provoca la risa en el espectador, dotando a la obra de un carácter lúdico e incluso cómico, pese a la tragedia personal que está viviendo Andrés debido al deterioro de su memoria.
El padre sitúa magistralmente, a través de recursos teatrales, al espectador en el interior de la mente de Andrés, la cual está confundida, en una situación abismal entre los recuerdos y el olvido. La memoria de las cosas como cuadro recóndito que enmarca los pedazos rotos de recuerdos. El oscurecimiento de la escena como recurso lumínico, evidencia el claroscuro de la memoria de Andrés, que ilumina recuerdos fragmentarios confusos y deshilvanados.
Reiteraciones cíclicas que se manifiestan en los apagones, en los diálogos, en la vestimenta, en los gestos, en las ideas fijas del padre, en sus obsesiones. Espacios sin llenar en lo concreto de la realidad material. Rostros que se llenan con otros rostros. Una memoria que entrecruza recuerdos, rostros, tiempos y acciones. El tiempo que se mide no a través de los recuerdos sino mediante un reloj, que va marcando el ritmo de la vida -hora de tomarse las pastillas, hora de comer, hora de dormir- sin la capacidad de conservar los recuerdos intactos.
La figura del padre, debido a su enfermedad, va siendo desplazada. En la mesa, mientras cenan, la cabeza de mesa la ocupa otro hombre que luego lo amedrenta, llegando incluso ejercer violencia física sobre Andrés, lo cual evidencia la incomprensión de los otros frente a la situación que vive éste y su hija. Momento este en que el padre se siente más vulnerable y llora como un niño a quien consuela tiernamente Ana, esta mujer, a ratos rígida pero hondamente compasiva, que se debate internamente entre el querer ser y el deber ser, y que termina cediendo su lugar a otra con mayores competencias al verse sobrepasada y perjudicada en su vida personal (se divorcia) por la enfermedad del padre.
Esto a nivel superficial, pero durante toda la obra, Ana se niega a perder el vínculo con Andrés e intenta enfrentar lo mejor que puede el deterioro mental y físico que sufre su padre. Lo acoge, lo cuida, le demuestra su amor mediante abrazos, miradas y gestos. Se genera, en este sentido, una inversión de los roles padre-hija, es un nuevo estado en aquella relación, pues mientras el padre cuidó a la hija en su niñez, es ella ahora la que lo cuida con afecto cuasi maternal, ya que Andrés ha vuelto a ser un niño y es tratado como tal en un proceso de infantilización que al comienzo le es molesto, pero al que luego se resigna como algo inevitable a su condición.
Un aspecto interesante que subrayar en la relación entre Andrés y Ana es la problemática que se aborda sobre los hijos -sobre todo hijas- que adquieren un rol cuidador frente a la enfermedad de sus padres, ya que es un tema cotidiano del que poco se habla. La carga emocional y psicológica que conlleva cuidar a un padre o madre cuya salud y vitalidad está en deterioro contiene implicancias familiares y costos personales altísimos, de los que El padre da cuenta, no de un modo crítico o revanchista, sino, evidenciando la problemática profundamente dolorosa y conflictiva que hay tras esta situación, así como también, se convierte en un llamado de alerta acerca de la necesidad de ayuda, de apoyo, que requieren familias como las de Andrés.
La enfermedad ha alejado a Andrés de todo lo que antes le era cotidiano: su hogar, su hija, pero sobre todo de sí mismo. ¿Cómo me llamo? Le pregunta a la enfermera, en la escena final, momento en que ella también lo acoge.
Los calificativos sobran para un acontecimiento teatral como El padre. Baste señalar, por ejemplo, que el diseño escenográfico está a la altura de los requerimientos técnicos y que los efectos tanto visuales como sonoros resultan recursos poderosos en la configuración de la atmósfera que se pretende generar. La actuación merece una consideración aparte, un soberbio, lúdico y conmovedor trabajo actoral de Héctor y una enérgica a la vez que delicada interpretación en Amparo. Hay tanta ternura en esta obra que estremece y hay tanto amor y admiración mutua entre los Nogueras que la actuación se torna perturbadoramente auténtica.
Ficha artística:
Elenco: Héctor Noguera, Amparo Noguera, Rodrigo Soto, Ricardo Fernández, Carolina Arredondo, Paloma Moreno
Dramaturgia: Marcelo Alonso
Autor: Florian Zeller
Traducción: Simón Morales
Diseño escenográfico e iluminación: Cristian Mayorga
Realización: Cuervos Rojos · Vestuario Taira Court
Dirección de escena: Catalina Stuardo
Música: Daniel Marabolí
Productor ejecutivo: Marcos Alvo
Gestión internacional: Ignacio Santa Cruz
Producción: The Cow Company
Funciones desde el día 18 hasta el 27 de enero de 2018 / Miércoles a sábado a las 21:00 horas
Sala: Teatro UC, sala 1 «Ana González»
Dirección: Calle Jorge Washington Nº 26, Plaza Ñuñoa, comuna de Ñuñoa, Santiago
Duración: 90 minutos
Edad recomendada: +14 años
Créditos de las fotografías: Prensa UC