En este montaje las voces de los actores sorprenden y junto con la música le ceden a la obra ese elemento primordial a fin de poder seguir esa trama familiar, la de un viaje dramático, pero también iniciático. Aquí la expresión corporal es fundamental y las palabras de los personajes logran esa sinfonía perfecta, muy bien trabajada, afinada y bordeando en ocasiones los elementos musicales de una cantata: no hay dudas de que la presente puesta en escena va de menor a mayor.
Por Miguel Alvarado Natali
Publicado el 13.4.2018
La historia de los personajes las va relatando un actor entre escena y escena comenzando con la pregunta: ¿por qué cantamos?, al igual que interrogaba y se contestaba Mario Benedetti: “cantamos porque el grito no es bastante y no es bastante el llanto ni la bronca, cantamos porque creemos en la gente y porque venceremos la derrota”. «Pericles polifónico» está basada en la pieza teatral de 1608 atribuida en gran parte al dramaturgo inglés William Shakespeare, “Pericles, príncipe de Tiro”. La cual no fue concebida con música y esto es lo interesante en esta adaptación, que el público perciba una simultaneidad de voces acompañadas por instrumentos para configurar una armonía de diálogos, que de pronto se acerca a una ópera rock.
Ahora solo para aclarar, este Pericles no tiene nada que ver con Pericles el gobernador de Atenas, promotor de las artes y de la literatura (469 a.C) . “Pericles, polifónico” dirigida por el joven actor Felipe Zambrano a quién lo vimos en “Yo, Manuel”, interpretando al prócer Manuel Rodríguez Erdoíza, es un drama centrado en los tres últimos actos de la pieza original, después de que Pericles, príncipe de Tiro abandona su gobierno, sobrevive a un naufragio y cuando navegaba de vuelta a su tierra –en medio de una tormenta- con Taisa, su mujer embarazada, tiene el parto de su hija Marina. Pericles da por muerta a su esposa y la pone en un ataúd muy sellado tirándola a las olas. El cuerpo de Taisa, entonces, llega a Éfeso, donde el médico Cerimón la resucita. En tanto, Pericles desembarca a Tarso y deja a su hija Marina al cuidado del gobernador y de su esposa Dionisia, la cual muchos años después, intenta matar a Marina por celos. Marina es rescatada por unos piratas, pero estos la venden a un burdel.
Con una escenografía apurada por su simpleza, pero que cumple el objetivo de dar esa atmosfera mediterránea al ver una alfombra estilo persa, que nace en el centro del escenario y sube como telón de fondo, mientras que fuera de este encuadre se encuentra una tecladista y una percusionista –las cuales le darán la acción y emoción que solo la música produce-. Notable es el actor-narrador que hace más entendible el argumento, manteniendo una buena complicidad con los actores en escena y el público de la sala, que pone la atención necesaria para entender este canto a la tragedia -nos saluda, nos hace apagar el celular-, pero lo más importante es que nos traslada a esa Grecia de príncipes, de esos lazos sanguíneos que se rompen y se vuelven a juntar en ese ir y venir infinito que nos depara el destino, realizando un buen manejo escénico y sutilmente acompañando a los intérpretes en algunas escenas, mientras que las luces hacen lo suyo dando una pasividad íntima desplegada en el ambiente de la sala.
En “Pericles, polifónico” las voces de los actores sorprenden y junto con la música le van dando ese elemento primordial para seguir esa trama familiar de un viaje dramático, que también es iniciático. Aquí, la expresión corporal es fundamental y las palabras de los personajes logran esa sinfonía perfecta, muy bien trabajada, afinada y bordeando en ocasiones los elementos musicales de una cantata –eso sí, los timbres acá son más desgarrados, al más puro estilo de la tragedia griega-. No hay dudas de que este montaje va de menor a mayor, ya que en su apertura todos los actores realizan un juego vocal, en distintos tonos y volúmenes, tal vez innecesarios, pero rescatados por los buenos monólogos de Shakespeare.
Un elemento a rescatar de esta obra, es sin dudas, la esperanza. Este ateniense con poder, al cual no le sirve ese atributo para cambiar su dramático destino, nunca pierde su estado de ánimo y sigue navegando pese a las penurias y las desgracias, que al final se transforman en una gran pena, pero la cual será recompensada en la última escena, en ese encuentro entre padre e hija, cuando las luces bajan y la melodía se detiene.
Ficha técnica:
Director: Felipe Zambrano
Creación musical: Paulina “Pickúa” Martínez
Elenco: Juan Ignacio Viveros – Cristián Alamos – Soledad Figueroa – Josefina Olivares – Gabriel Orrego – Jorge Ortiz – Valentina Valdés
Percusionista: Tamara Pizarro
Producción: Daniela Baeza
Diseño: Paula Aldunate
Diseño iluminación: Camila Rebolledo
Sonidista: Alfredo Latorre
Temporada: Desde el día 6 hasta el 28 de abril de 2018
Horario: Viernes 21:00 horas y sábado a las 22:00 horas
Valor de las entradas: $8.000 general
Sala: Teatro Mori Bellavista
Dirección: Calle Constitución N° 183, comuna de Providencia, Santiago
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Tráiler:
Crédito de la imagen destacada: Centro Mori Bellavista