Lo intrigante de la obra del artista visual chileno es que, estando vinculada a ciertas problemáticas ineludiblemente propias de la fotografía, como lo fuera la luz, la composición y el tiempo, es en el cómo se relacionan dichos elementos entre sí, para dar a la imagen una particularidad exclusiva del autor y al tener en cuenta dicha aseveración, preguntarnos: “¿Qué es lo valioso de la mirada de este creador?”. El montaje se exhibe hasta el 27 de enero en el Castillo Wulff de Viña del Mar.
Por Faiz Mashini Parada
Publicado el 16.1.2019
Una de las imágenes es de una figura que se acerca a la cámara con una cabeza de vaca a los pies. Pero el rostro del sujeto está borrado por el reflejo de la luz en el lente, anulando su identidad. Inmediatamente pienso en René Magritte, con sus rostros tapados por manzanas, palomas, borrones o paños que envuelven el cráneo. En la fotografía de Felipe Gamboa, el borrón que podríamos ver en una pintura con el uso de una mancha, está dado por la misma materialidad del lente y su comportamiento al exponerlo a contraluz. Pero no es solamente el efecto, es la lectura que se da en analogía con la cabeza de vaca bajo sus pies; la cabeza y los pies como dos extremos de un cuerpo; la cabeza en los pies o los pies en la cabeza como sugerencia de una situación absurda; la cabeza de vaca en reemplazo de la cabeza humana como proposición de un realismo que rememora un mundo mitológico.
Se presenta entonces un acéphale o un híbrido con ánimo y carácter propio o tal vez la falta de identidad. Es una cabeza sin cuerpo y un cuerpo sin rostro, pero también es la vida y la muerte, y una vida carente de identidad junto a una muerte incorpórea.
Esta forma de componer deviene en poesía. Entonces, el autor induce a la lectura por medio de la metáfora en el lenguaje fotográfico.
La otra fotografía que me ha conmovido desde la primera vez que la vi, hace muchos años, es un señor en el volante de un auto que, detenido en un semáforo, acerca a su nariz un ramo de flores y lo respira cerrando los ojos. La edad del caballero y el gesto de cerrar los ojos frente al ramillete nos impele a asociar la situación con la muerte. Nuevamente la preocupación por la muerte se convierte en temática central, pero a su vez, nuevamente la muerte en una situación cotidiana que nos lleva a la acción de manejar, lo que acerca la imagen otra vez al absurdo. Podríamos decir que el absurdo como contradicción de las posibilidades, se asoma como imagen que se abre paso en nuestra vida cotidiana.
Un carnicero cerró los ojos al momento de ser fotografiado, junto a él hay tres cabezas de cerdo una al lado de la otra. Llama la atención que los ojos cerrados del carnicero se asemejan a los ojos cerrados de estas cabezas muertas.
Como lenguaje, se reitera la cabeza de animal muerto y la figura humana viva que, o se desvanece con la transparencia espectral de «La transfiguración» de Rafael, o se asemeja al cadáver denso del «Cristo muerto» de Hans Holbein. En otras palabras, la figura humana adquiere una lectura frente a la cabeza del animal muerto por el solo hecho de compartir espacio en el plano y la composición.
¿Es la existencia uno de los problemas principales de la obra de Felipe Gamboa?
Los retratos de su abuela frente a la ventana no solo rememoran a Rembrandt por el uso de la luz y la sombra, sino que anteponen la fragilidad de la edad con la materialidad y transparencia de la cortina por la que se cuela la luz, filtrándose blanquecina y dando sombras contrastadas en la figura y la mesa. La luz y la sombra se presentan en el mismo sentido clásico de la lectura de la imagen por dualidad de conceptos, y en esa dualidad, la vida siempre está al margen de la muerte, y el momento retratado adquiere un sentimiento de fragilidad. El espectador no sabe si es el retrato de quien sigue vivo o de quien ya no está, pero lo que es seguro es que es el sentido auténtico del artista por homenajear la fragilidad de la existencia en un momento que se percibe fugaz, que se percibe irrepetible y que se esfumará.
La exposición se mantendrá hasta el próximo 27 de enero en el Castillo Wulff de la ciudad de Viña del Mar.
Crédito de las fotografías utilizadas: Felipe Gamboa Caneo.