«Piel de gallina», de Claudio Maldonado: Ese espacio delirante y atrevido

La obra del autor nacional resulta una apuesta renovada de la novelística chilena, una mirada perspicaz que desmitifica el contar lineal y previsible: su historia deja en el lector la incómoda pero clara sensación de haber incursionado en una narrativa irónica, desprejuiciada y naturalmente atractiva.

Por Juan Mihovilovich

Publicado el 19.6.2020

“No te queda otra Lizardo, sino cambias te mueres, es la ley de la vida”.
Claudio Maldonado

Se puede afirmar que estamos frente a una novela esencialmente satírica, y que sus postulados básicos son la deformación de una realidad a extremos delirantes donde la pesadilla adyacente se aloja en el afiebrado cerebro del personaje principal: Lizardo Melgarejo, un profesor próximo a la jubilación y que producto de un grave accidente desemboca en un mundo alucinatorio que, bien mirado, no resulta en absoluto distante de un entorno ambiental educativo bajo el entramado militar económico que lo sostuvo y sostiene, dejando sus huellas indelebles en más de una generación de este país, dando por hecho que la ficción describe el nuestro.

La historia central parte entonces de un supuesto indispensable: Lizardo Melgarejo sólo ambiciona jubilar y destina sus esfuerzos acomodaticios a lograr que el final de sus días tengan el merecido descanso de un docente cualquiera. Sin embargo, su acceso a un colegio que le servirá de última etapa está inserto en un mundo cercano al paroxismo, o mejor, inserto en él: mediatizado por ser parte de una enseñanza donde los alumnos son simples sujetos avícolas en una suerte de granja educativa a quienes se les adoctrina para morir de un modo caricaturesco.

La caricatura, justamente, emana de un sentido común que corre paralelo al destino prefijado de los alumnos: la muerte es un derrotero inevitable y quienes imparten la educación están constreñidos a pasar por alto los preclaros valores de un humanismo alojado en la trastienda de una dictadura que se enseñoreó con modificar las raíces mismas de la vida social y política consolidando un engranaje pedagógico que no permitiera pensar ni deducir mínimamente. Esos postulados Lizardo Melgarejo los advierte, pero siendo parte del mecanismo sólo aspira a su obsesivo retiro. Incluso sus someros antecedentes familiares están adscritos a ese itinerario.

En esta parodia del absurdo Claudio Maldonado (Curicó, 1977) echa mano a recursos estilísticos dignos del mejor humor sarcástico cercanos a un Jenaro Prieto o un Juan Emar dentro de nuestra literatura y colocando en el foco de su desarrollo escritural a personajes que respaldan el auge y caída de Lizardo Melgarejo como un predestinado al fracaso, a la obsecuencia del sistema del que procede y del que le será imposible desligarse, a menos, claro está, que se involucre como lo hace, en un universo trastornado donde sus sueños de jubilación bordean la humillación, la inclinación servil al poder, refugiado en el despliegue de una evidente metáfora religiosa–militar que amparó los apetitos primarios de la soldadesca, de empresarios e ideólogos del mercantilismo moderno: una fusión que asfixió, no sólo al citado personaje, sino que menoscabó a las figuras secundarias detalladas con una crudeza mordaz cercana al patetismo.

Así, se despliega un director de colegio fastidioso y diversos profesores “ganapanes”, un empresario controlador que sustenta el tinglado educativo, un “sostenedor” que sencillamente paga por medio de juegos de azar, y todo ello inmerso en la atmósfera circundante donde pollos y jotes esperan su aciago destino. Una mueca macabra que atraviesa a protagonistas que cumplen un rol predeterminado e incapaces de subvertir el orden y que “cacarean”, en el ácido discurso contenido de Lizardo, las claves del “sistema” y el poder irrestricto que ha ejercido en las aulas educacionales.

De esa manera, ese entorno envolvente en que la novela destila sus mejores páginas se descubre el sinsentido de una educación deformada, dependiente de quienes la “alimentan”, de la mercancía lucrativa en que transformaron el devenir de un humanismo que fue proscrito del nuevo proceso formativo y alejado de cualquier atisbo de reflexión o, por último, de intentar al menos descifrar la sociedad en que el materialismo consumista surgió como la panacea del modelo neoliberal que, no por reiterado, deja incólume a quienes lo idolatraron como una revolución silenciosa e inversamente proporcional a la caída de las antiguas utopías.

En ese sentido, el desarrollo de un patrón estandarizado se encuentra circunscrito a la manipulación desembozada de la enseñanza y su mediocre ideario, de un mundillo de trastienda que Claudio Maldonado desmenuza con singular destreza. A ratos la sonrisa surge dubitativa y en otras la especulación sacude al lector como insinuándole la trampa propuesta: el símbolo de lo disparatado resulta luego una vuelta de tuerca que nos deja pasmados, mirándonos con cierto pudor por no advertir en toda su dimensión qué está pasando realmente entre líneas de esta obra inusualmente cáustica.

Por todo ello y bastante más, Piel de gallina resulta una apuesta renovada de la novelística chilena, una mirada perspicaz que desmitifica el contar lineal y previsible. Aquí la advertencia radica en desentrañar la estructuración de ese espacio delirante y atrevido, premunido de una frescura no exenta en modo alguno de esa profundidad que entrega lo absurdo bien contado: es allí donde su historia se potencia y deja en el lector la incómoda pero clara sensación de haber incursionado en una narrativa irónica, desprejuiciada y naturalmente atractiva.

 

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Juan Mihovilovich Hernández (Punta Arenas, 1951) es un importante autor chileno de la generación literaria de los 80, nacido en la zona austral de Magallanes. Entre sus obras destacan las novelas Útero (Zuramerica, 2020), Yo mi hermano (Lom, 2015), Grados de referencia (Lom, 2011) y El contagio de la locura (Lom, 2006, y semifinalista del prestigioso Premio Herralde en España, el año anterior).

De profesión abogado, se desempeña también como juez de la República en la localidad de Puerto Cisnes, en la Región de Aysén. Asimismo, es miembro correspondiente de la Academia Chilena de la Lengua y redactor estable del Diario Cine y Literatura.

 

«Piel de gallina» (Ediciones Inubicalistas, 2017)

 

 

Juan Mihovilovich

 

 

Crédito de la imagen destacada: Ediciones Inubicalistas.