Si la filmografía nos presenta, según Deleuze, un falso movimiento, el libro del médico y creador argentino Pablo Queralt, apelaría a un falso nacimiento, a una genealogía de la ilusión, en una visión estética y literaria que registra afectos, y donde la memoria se volvería una realidad visual y escritural en sí misma.
Por Ana Arzoumanian
Publicado el 9.12.2018
Al prinicipio fue el verbo, dice una de las traducciones del texto bíblico. En otra versión el inicio fue indicado por el término: palabra. La palabra que es el verbo que es la acción fue el comienzo del mundo. Dios dijo la luz, y la luz se hizo. El verbo que domina la escena bíblica es el decir.
Pablo Queralt no escribe un libro sobre el cine, sino que anuncia que él “nació” en el cine. Nació como el mundo nace, así habla de su comienzo. Porque fue: luz/ cámara/ acción. A diferencia de la mitología religiosa, la luz fue anterior y luego devino la acción.
El poema niega la identificación del lenguaje con la historia como un todo lineal, haciendo estallar la superficie de la lengua, transformándose en el objeto que quiebra la línea histórica. Entonces se perfila otro volumen en la historicidad del yo poético. De manera tal que el poema se convierte en el terreno donde se juega la refundación social y política de ese yo. Gráfica del punto presente de la historia donde la infinitud insiste.
Una acción (luz/ cámara) que describe un inicio en el interior de un libro. Libro convertido en principio abierto hacia el infinito como conjunto de posibilidades realizables.
Los actores que pasan como un viento la sala se llena
y se vacía esta es toda la vida
que crece cada vez que respiro
sigo este manual este caminito para poder amar
una parte mía que odiaba necesito coraje para seguir
y que la vida parezca ser
escribe el poeta y sabe que el cine no es simplemente la cámara, es el montaje. Y el montaje es el ojo que ve y que recorta la cosa, y la cosa es imagen. Y otra vez lo infinito en las variables de la edición, la inmensidad del futuro y del pasado. En el acto del recorrer, en ese acto, el espacio recorrido es pasado, y el movimiento, presente. Si el cine nos presenta, según Deleuze, un falso movimiento, el libro de Queralt apelaría a un falso nacimiento, una genealogía de la ilusión. Un primer plano que hace del rostro un fantasma, lo entrega a los fantasmas. Allí donde el mundo se fatiga, Pablo Queralt introduce una ceremonia de encuentros que se precipitan, se prolongan y se entrecortan a velocidades crecientes, hasta la pantalla negra final.
Nací en un cine mis padres estaban viendo Casablanca
y Bogart decía tócala Sam
en uno de los más bellos anocheceres del siglo,
su cielo estrellado mi nombre secreto el fulgor
de los destellos soltando su agua desnuda
se coló en mis ojos vivos arropados en la síncopa
colmando de luz los días
en la última pincelada de ese otro mundo.
El yo poético actúa, camina y se mueve, pero donde se sumerge es en el pasado. Una función de memoración, una invitación a recordar. Evocar el recuerdo como modo de poner en contacto el afuera y el adentro, de manera de que el tiempo devenga sonoro:
El tintín de sus cascabelitos
La escritura de Pablo Queralt trabaja el primer plano cerrado, atendiendo en diminutos detalles o en pequeños objetos. El poema aisla detalles visuales aún menores dentro de la escena. Entonces el lector como un espectador nuevo se centrará en detalles visuales que podrían no estar directamente relacionados con la narrativa central de la película. Sin embargo, la acción a que hacemos referencia: el nacer en el cine, incorpora un conjunto de movimientos de cámara y encuandres de una toma larga, de modo que la acción abarca varias escenas. El nacer deviene: nacer cada vez, y la cámara logra el énfasis dramático y la tensión casi al final cuando el poeta se pregunta: ¿quién era yo?
En la respuesta Queralt se abandona a una visión que registra afectos, entonces la memoria se vuelve mundo y se desprende de las escenas.
Pablo Queralt es poeta y médico, sabe que la eficacia del remedio depende de la semejanza. Lo sabe tanto como lo supieron los profetas cuando rodearon el concepto del imago dei: el hombre a imagen y semejanza de Dios. Semejanza es parentesco, es consonancia. Quien nació en el cine, escribe para verse. De ese modo también el poeta deviene espectador de su propia creación.
Ana Arzoumanian nació en Buenos Aires, Argentina, en 1962. De formación abogada, ha publicado los siguientes libros de poesía: “Labios”, “Debajo de la piedra”, “El ahogadero”, “Cuando todo acabe todo acabará” y “Káukasos”; la novela “La mujer de ellos”; los relatos de “La granada”, “Mía”, “Juana I”; y el ensayo “El depósito humano: una geografía de la desaparición”. Tradujo desde el francés el libro “Sade y la escritura de la orgía”, de Lucienne Frappier-Mazur, y desde el inglés, “Lo largo y lo corto del verso en el Holocausto”, de Susan Gubar. Fue becada por la Escuela Internacional para el estudio del Holocausto Yad Vashem para realizar el seminario “Memoria de la Shoá y los dilemas de su transmisión”, en Jerusalén, el año 2008. Rodó en Armenia y en Argentina el documental “A”, bajo el subsidio del Instituto Nacional de Cine y Artes Audiovisuales de la República trasandina, un largometraje en torno al genocidio armenio y a los desaparecidos en la dictadura militar vivida al otro lado de la Cordillera, y que contó con la dirección del realizador Ignacio Dimattia (2010). Es miembra de la International Association of Genocide Scholars. El año 2012, en tanto, lanzó en Chile su novela “Mar negro”, por el sello Ceibo Ediciones.
El artículo que aquí presentamos fue redactado especialmente por su autora para ser publicado por el Diario Cine y Literatura.
Imagen destacada: Un fotograma del filme Nuovo Cinema Paradiso (1988), de Giuseppe Tornatore.