Desde el inesperado y sorprendente debut con “La Insidia del sol sobre las cosas”, a fines de la década de 1990, hasta el jugado y movedizo poemario que comentamos ahora, Germán Carrasco ha desarrollado una línea de múltiples referencias, las cuales se consolidan en su último trabajo.
Por Jorge Sabaj Véliz
Publicado el 23.08.2017
Si un poeta debe ser dúctil en cuanto a los oficios a realizar para “ganarse” la vida el autor de “Mantra de remos” (Alquimia ediciones, 2016) lo es. Desde los tiempos de Neruda los bardos han debido desempeñar diversos oficios para subsistir. Desde profesores primarios como Romeo Murga o la Mistral hasta diplomáticos como el mismo Neruda o correctores de prueba de la ONU como Rosamel del Valle.
El caso es que Germán Carrasco Vielma (1971), uno de los principales exponentes de la generación de poetas llamada “de los ’90”, ha realizado talleres literarios y publicado notas o artículos de prensa, amén de los no despreciables pero siempre insuficientes premios literarios. Y una que otra beca. Esto le ha permitido transitar un periplo de los más fecundos en cuanto a cantidad (al menos siete libros de poemas, no antologías) y a exhibir nuevas aportaciones a la ya centenaria tradición poética chilena. Desde el inesperado y sorprendente debut con “La Insidia del sol sobre las cosas”, a fines de la década de 1990, hasta el jugado y movedizo “Mantra de remos”, Carrasco ha desarrollado una línea de múltiples referencias, las cuales se consolidan en su último trabajo.
Su origen está en la veta gigante de la anti poesía, a la que el autor ha sabido darle un giro, adoptando, entre otras herramientas, el slang del habla «flaite» chilena. Expresiones como “Choro, loco, hermano, bro” o “lumpenean a ½ mundo” del poema “Para mero divertimento de la audiencia” se suben al mismo carro con otras referencias más cultas a artistas como Wolf Erlbruch, Alfred Hitchcock, David Lynch, Rainer María Rilke, Luca Prodan, Denise Levertov o Kim Ann Deal. Lo que se diría un maridaje del lumpen con la clase media. Una clase media culta. Siguiendo el camino ya trazado por referentes como Enrique Lihn, Rodrigo Lira, Diego Maquieira y con un ojo puesto en la temática urbana que se desprende de libros como “Ciudadano”, de Armando Rubio.
A esto hay que agregarle el condimento de una soltura y desenfados que más de veinte años de oficio le aportan como ingrediente, lo que le permite referirse, en no muy buenos términos, a personajes como Cristián Warken o a lanzar reflexiones sobre el estado emocional de la gente luego de terremotos o tsunamis en “El terremoto y sus metáforas”, parafraseando a Sontag.
Germán Antonio es alguien que, empapado con la renovación del “habla de la tribu” y gracias a un magnífico oído, ha sabido solfear nuevos ritmos y asimilar una formación universitaria que incluye la lectura de textos, que nunca antes hubo en Chile, de editoriales como Visor, Hiperión, Lumen, Losada, Pre Textos, Trotta, Paidos, FCE, Acantilado, Anagrama, Tusquets y otras que pueden encontrarse en algunas selectas bibliotecas universitarias y públicas. Esa formación libresca, que comparte con otros integrantes de su generación (Vgr. Javier Bello, Rafael Rubio) destella en cada verso de su poesía, otorgándole un estilo perfectamente distinguible. Primer desafío de cualquier cantante lírico, encontrar su voz.
Una voz que ha ampliado su registro por Argentina, México y Estados Unidos, ganando premios como, entre otros, el del diario Vox de poesía y publicando el libro “Multicancha”, en la editorial mexicana El billar de Lucrecia.
Reconocido por poetas como el argentino Fabián Casas y publicado por el editor Vicente Undurraga Rodríguez, en la colección de poesía chilena de la editorial Lumen, Penguin Random House Chile (“Imagen y semejanza”, parece un título que hubiese propuesto Juvencio Valle) junto a otros destacados poetas chilenos como Elvira Hernández, Raúl Zurita, Claudio Bertoni, Armando Uribe; Carrasco surge como punta de lanza de las ya no tan nuevas voces poéticas.
Por supuesto cabría aquí sugerir la pronta reedición de libros, a estas alturas, casi canónicos como “La Insidia del sol sobre las cosas”, además de reconocer la visión editorial de Juan Carlos Sáez al ser el primero en publicarlo en circuitos comerciales, así como de las editoriales Cuarto Propio y Alquimia por tomar el testimonio.